Un artículo de David Roa Arbeteta,
Experto en la gestión de centros sanitarios y de servicios sociales

La Organización Mundial de la Salud recomienda, en sus últimos informes, la práctica semanal de entre 150 y 300 minutos de ejercicio para las personas mayores de 65 años, es decir, una media diaria de entre media hora y una hora de actividad moderada. Y es que con el paso de los años el ejercicio se vuelve un pilar básico sobre el que construir un estado de salud y bienestar óptimo. Si hay una etapa de la vida en la que es importante mantenerse activo y evitar la inmovilidad esa es la tercera edad.

Con el ejercicio no solo prevenimos que se agraven problemas o enfermedades ya presentes, sino que evitamos la aparición de otras muchas. Lejos de lo recomendado, hasta hace solo unos años, no hay enfermedad que no pueda verse beneficiada por la práctica adaptada de ejercicio diario, siendo especialmente importante este en patologías crónicas como la hipertensión arterial, la diabetes y la hipercolesterolemia.

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El movimiento es vida y sin él, el deterioro en el estado de salud se acrecienta y puede ser más rápido e intenso. El ejercicio se ha demostrado ser una herramienta también muy útil para el manejo de personas con deterioro cognitivo, teniendo resultados positivos en las diferentes fases de la evolución de la enfermedad.

Otro beneficio demostrado del ejercicio es la mejora en el estado de ánimo, consiguiendo ser un arma muy eficaz para el abordaje de patologías psicológicas e incluso útil para apoyar el tratamiento de enfermedades como la depresión.

A través de una rutina diaria o semanal deportiva podemos conseguir reducir en un porcentaje muy alto el riesgo de caídas, un incidente que provoca en numerosas ocasiones consecuencias fatales para los mayores y que con mucha frecuencia genera una inmovilidad total asociada al miedo de volver a caerse.

Una esfera importante en la que también se reportan beneficios de la práctica de ejercicio es la social ya que, si este se hace con otras personas o en grupo, el beneficio que obtenemos es doble y sin duda la fidelización para llevarlo a cabo mayor, teniendo un mayor compromiso y evitando que la pereza aparezca a la hora de realizar la rutina diaria o semanal.

¿Qué consejos tenemos que seguir para realizar un ejercicio beneficioso y seguro con los mayores?

  1. El ejercicio debe ser adaptado a la situación física, social, cognitiva y psicológica de la persona: cada mayor necesitará una intensidad, tipología y rutina de ejercicio diferente.  Es básico que antes de empezar el ejercicio, los mayores se sometan a una valoración que les autorice a realizar los ejercicios propuestos con seguridad.
  • La duración media del ejercicio debe ser de 30-60 minutos diarios pero no teniendo por qué ser de manera continua, también pueden realizarse en diferentes tiempos de unos 10 minutos aproximados y con descansos intermedios.
  • El ejercicio propuesto debe ser del agrado e interés del mayor, de lo contrario la fidelización a este será baja y los beneficios obtenidos del mismo, inferiores.
  • Los mayores deben entender el beneficio que el ejercicio les va a reportar, solo así conseguiremos que este no les suponga una tarea tediosa o difícil de realizar y sí lo vean como el camino para obtener una salud plena.
  • La constancia es clave; solo conseguiremos beneficios importantes si el ejercicio se realiza de manera rutinaria y constante.

Como conclusión podemos afirmar que un ejercicio adaptado, personalizado e individualizado para los mayores generará con total seguridad beneficios en todas sus esferas de bienestar y salud, evitando que la inmovilidad aparezca y sobre todo genere consecuencias fatales.