Un artículo de Sònia Ibáñez, de Accent Social

Uno de los mayores triunfos de la sociedad actual, es la longevidad y el incremento de la esperanza de vida de la población. Pero sin duda, en un futuro próximo, este logro también será uno de los mayores retos que deberemos afrontar, especialmente en los países más desarrollados.

Todos conocemos los datos que arrojan las estadísticas sobre dicha esperanza de vida, sobre la morbilidad y la discapacidad que pueden conllevar, así como lo que supone el conocido tsunami demográfico que se aproxima. Existe un paralelismo entre la dependencia y el envejecimiento que inquieta a los profesionales del sector. Por ello, en un futuro, deberemos confrontar este desafío, desde la perspectiva del envejecimiento saludable, que permita la mayor calidad de vida de las personas mayores, siempre entendida como bienestar no solo físico, sino psicológico y social.

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Los síndromes geriátricos son el desencadenante de la incapacidad física, funcional y del aislamiento social

En la actualidad sabemos que cuanto más avanzada es la edad, la calidad de vida puede verse comprometida por diferentes patologías, en su mayoría crónicas, que afectan a la salud, a la capacidad funcional. También a la percepción que tienen las personas que las padecen de pérdida de independencia. Entre estas patologías se encuentran los conocidos síndromes geriátricos.

Los síndromes geriátricos son una conjunción de enfermedades que se visibilizan con diferentes síntomas. Estos tienen una alta prevalencia en edades avanzadas y son el desencadenante de la incapacidad física, funcional y del aislamiento social.

Algunas características comunes a los síndromes geriátricos y que nos ayudaran a definir intervenciones futuras son:

La alta prevalencia e incidencia, que aumenta notablemente a partir de los 80 años de la persona. Aunque en algunos casos la aparición de estos síndromes puede ser en la población de más de 65 años, es a partir de los 80 años cuando su frecuencia es muy elevada; la posibilidad que tienen todas las patologías de hacer tratamiento preventivo y también un tratamiento práctico e individualizado; que su abordaje y diagnóstico requieren una valoración integral, así como un abordaje interdisciplinar e intervención holística en la persona; y por último, que, tras su aparición dichos síndromes geriátricos causan un impacto negativo en la calidad de vida, generando situaciones de dependencia y necesidades de apoyo y utilización de recursos sociales y sanitarios, desencadenando en muchas ocasiones incluso aislamiento social.

No son pocos los frentes que se abren, y es importante tener la perspectiva de que los síndromes geriátricos son, por tanto, multifactoriales, multidisciplinares y multidimensionales.

Son conocidos por todos los 4 grandes síndromes geriátricos: inmovilidad, caídas, incontinencia urinaria y deterioro cognitivo, pero es importante conocerlos bien para nuestra práctica diaria, y fue Robert Kane en el 1989, en el libro “Essentials of Clinical Geriatrics” donde hacia un listado a través de la regla de las «ies» de la inicial de su nombre en inglés donde propone:

  • Immobility: inmovilidad. — Inestability: inestabilidad y caídas.
  • Incontinence: incontinencia urinaria y fecal.
  • Intellectual impairment: demencia y síndrome confusional agudo.
  • Infection: infecciones.
  • Inanition: desnutrición.
  • Impairment of vision and hearing: alteraciones en vista y oído.
  • Irritable colon: estreñimiento, impactación fecal
  • Isolation (depression)/insomnio: aislamiento/depresión/insomnio.
  • Iatrogenesis: yatrogenia.
  • Inmune deficiency: inmunodeficiencias.
  • Impotence: impotencia o alteraciones sexuales.

De forma sintética, para abordar estas enfermedades es importante:

  • Conocer y evaluar los síndromes geriátricos, conocer a la persona y su proceso de envejecimiento, así como sus capacidades y recursos, será primordial para hacer una valoración adecuada y una posterior intervención centrada en la persona, eficiente y eficaz. Es necesario hacer una Valoración Integral Geriátrica (VIG), desde las perspectivas física, funcional, mental, social y farmacológica, aplicando las diferentes herramientas de detección y evaluación disponibles. También es de utilidad conocer el índice de fragilidad de la persona con herramientas como el Índice Frágil- VIG (VIG-IF): Grupo de Investigación en Cronicidad de la Cataluña central; C3RG; Amblàs – Novella.
  • Intervenciones preventivas y tratamientos prácticos individualizados: Un abordaje interdisciplinar desde las diferentes especialidades favorecerá tratamientos preventivos y de rehabilitación o mantenimiento de capacidades, si bien no se centrarán solo en la intervención desde la perspectiva del profesional, que es necesaria, si no que perseguirán también cubrir las necesidades específicas de la persona y de su percepción de calidad de vida.
  • Abordaje del aislamiento social, la percepción de pérdida de capacidades puede originar que la persona mayor se aparte de la vida comunitaria y en ocasiones, rechazo por parte de los demás. Mantener los vínculos con el entorno cotidiano y dar cobertura a las necesidades percibidas por la persona mejoran la adherencia a los tratamientos y serán un potenciador en la posible mejoría de la patología geriátrica.

La intervención y tratamiento de los síndromes geriátricos, además como desafío de futuro, no estarán exentos de la incorporación de tecnología y podrán verse apoyados por soluciones innovadoras, como el uso de la inteligencia artificial, que ya tenemos a nuestro alcance. Ejemplo de ello son los detectores de caídas y de presencia no invasivos, las telealarmas y la telemedicina, los asistentes de voz, las aplicaciones para móviles y tablets que nos proporcionan planes de salud individuales. Estos nuevos recursos persiguen mejorar la calidad de vida, facilitando el seguimiento y control ininterrumpido de los síntomas, lo que permite adaptar los tratamientos de forma continua. Además, establecen recordatorios para la personas usuarias. Todos ellos, aunque ya son una realidad en los servicios de atención a las personas, cada vez estarán más presentes en nuestra práctica diaria.

Conocemos ampliamente, en escenarios como la sanidad, atención primaria y en residencias, el abordaje de los síndromes geriátricos y la importancia de establecer prioridades en los riesgos gerontológicos para cada población, por ejemplo la de un centro residencial. Pero no debemos olvidar escenarios como la atención domiciliaria y el elevado número de personas mayores que permanecen y permanecerán en sus casas, cada vez con más edad y más cronicidad y que harán del todo necesario, no sólo implementar nuevas tecnologías para dar cobertura a las necesidades de envejecimiento de las poblaciones, si no ese abordaje interdisciplinar también en los domicilios, incorporando perfiles que hasta el momento se reconocían sólo en ámbitos residenciales. Así pues podemos hablar de los síndromes geriátricos en pasado, presente y futuro.