Un artículo de Patricia Pérez,
Responsable del área de Innovación Social y Proyectos Europeos de la Federación Española de Párkinson

La alimentación es una parte muy importante del cuidado de la salud. Como se suele decir, “somos lo que comemos” y en el caso de personas que conviven con una enfermedad neurodegenerativa y crónica como el párkinson, cobra un mayor sentido.

Se oye hablar mucho de “alimentación sana”, “nutrición saludable”, “dieta equilibrada” o “dieta mediterránea” pero, ¿a qué se refieren exactamente? La alimentación saludable engloba dos conceptos. Pretende lograr tanto una nutrición sana, pilar de la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad; como una alimentación segura y libre de riesgos para la salud. En el caso concreto de las personas con párkinson, los principales beneficios de comer de manera saludable son, por un lado, mantener un estado nutricional adecuado para favorecer la eficacia de los tratamientos farmacológicos; y, por otro lado, mejorar y mantener una buena la calidad de vida.

Las personas con párkinson pueden experimentar ciertas dificultades relacionadas con la alimentación debidas a los síntomas de la enfermedad. Por ejemplo, algunos síntomas motores como el desequilibrio o la lentitud pueden hacer más difícil para una persona manejar los utensilios a la hora de comer o cocinar. Y, por otro lado, las personas con párkinson pueden experimentar dificultades para masticar o para tragar debido a la rigidez muscular. Esta dificultad, llamada disfagia, puede ocasionar que la persona comience a comer cantidades menores de comida y por tanto reciba menos nutrientes de los que requiere. Además, la presencia de disfagia aumenta el riesgo de atragantamiento lo que hace que la alimentación no sea del todo segura. Es muy importante observar si se tienen dificultades para tragar y consultar con un/a logopeda especializado en párkinson para que establezca las pautas y recomendaciones necesarias para seguir una dieta adaptada y una alimentación segura.

Otro de los temas importantes a tener en cuenta en relación a la alimentación es la interacción de ciertos alimentos con el efecto de ciertos medicamentos para la enfermedad de Parkinson. De manera concreta, la toma de fármacos con el principio activo llamado levodopa; junto con proteínas, puede provocar una menor absorción del medicamento y, por tanto, un menor efecto. Para evitar dicha interacción, se recomienda tomar los comprimidos con levodopa antes o después de las comidas. En caso de dudas acerca de la medicación que se toma para el párkinson puede estar interaccionando con las comidas, es recomendable consultar con el/la neurólogo/a de referencia.

Aunque no hay una dieta específica para las personas con párkinson, como recomendación general, es recomendable seguir un horario regular de comidas y de tomas de medicación a lo largo del día, para favorecer la absorción de los medicamentos y lograr una mayor eficacia de los fármacos. Aunque la composición de la dieta se debe adaptar a las características propias de cada persona, como su edad, sexo, gustos personales, etc.; se recomienda que una dieta variada, rica en frutas, verduras, fibra y hortalizas; con un aporte equilibrado de todos los nutrientes. Beber de 1,5 a 2 litros de agua al día también es importante para mantenerse hidratado/a. Todo ello ayuda a mejorar otro de los síntomas que pueden aparecer en la enfermedad de Parkinson, el estreñimiento.

Si tienes dudas sobre cómo seguir una alimentación saludable, ponte en contacto con tu asociación de párkinson más cercana donde encontrarás profesionales sociosanitarios/as especializados en la enfermedad de Parkinson.

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Las personas con párkinson pueden experimentar dificultades para masticar o para tragar debido a la rigidez muscular

Ejercicio físico y enfermedad de Parkinson

De acuerdo con el Ministerio de Sanidad, ser una persona físicamente activa es muy importante para mantener la salud y para mejorar la su evolución de las enfermedades crónicas. Ahora bien, ¿a qué nos referimos con ejercicio físico? Lo definen como a aquellas actividades físicas que están planificadas y persiguen el objetivo de mejorar o mantener la aptitud física.

En el caso de la enfermedad de Parkinson, la Sociedad Española de Neurología (SEN, 2016), indica que son numerosos los estudios que avalan el beneficio del ejercicio físico en las personas con párkinson durante todas las fases de la enfermedad.

A la hora de ponerse a hacer ejercicio físico es muy importante tener en cuenta una serie de aspectos. Por un lado, es recomendable contar con el asesoramiento de profesionales sanitarios especialistas en la materia, como son los y las fisioterapeutas, que ofrecerán una serie de pautas acerca del tipo de ejercicios a realizar y como realizarlos en condiciones de seguridad para evitar posibles lesiones. Y, por otro lado; es importante adaptar el ejercicio físico a las características personales como la edad, fase de la enfermedad en la que se encuentre, síntomas que presente y gustos o preferencias. 

Cualquiera que haya intentado incorporar una rutina de ejercicios físicos a su vida diaria habrá experimentado que lo más difícil suele ser mantener el nivel el compromiso adquirido a lo largo del tiempo. La motivación juega un papel crucial para lograr que el ejercicio físico se incorpore a las actividades diarias de manera natural y como una más. Es por ello esencial informarse acerca de los diferentes tipos de ejercicio físico hasta encontrar aquel que sea de nuestro agrado.

Son muchos los recursos que se pueden encontrar en internet sobre ejercicio físico, cómo vídeos, páginas web o guías; sin embargo, es importante consultar con el/la neurólogo/a o fisioterapeuta acerca de si son los más adecuados para la persona. En este sentido, las asociaciones de párkinson son un importante punto de contacto y fuente de información a las que acudir para contar con el asesoramiento experto de sus profesionales sociosanitarios/as.

Un poco más sobre la enfermedad de Parkinson

El párkinson es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza, entre otros aspectos, por la pérdida o degeneración de un tipo de células nerviosas que se llaman neuronas dopaminérgicas. Estas neuronas tienen, entre otras, la función de coordinar los movimientos, como por ejemplo al andar, levantarnos de una silla, escribir o cocinar.

La enfermedad de Parkinson se clasifica dentro de los llamados Trastornos del Movimiento. Sin embargo, el párkinson provoca tanto síntomas motores (o del movimiento), como no motores. A nivel motor, las personas con la enfermedad pueden experimentar lentitud al moverse, inestabilidad o desequilibrio, temblor en reposo y rigidez o tensión muscular. En cuanto a los síntomas no motores, pueden aparecer dificultades cognitivas y emocionales, como depresión o ansiedad; trastornos del sueño como insomnio o somnolencia diurna y otros síntomas como alteración en la escritura o un tono de voz bajo.

Es importante mencionar que no todas las personas con párkinson experimentan los mismos síntomas ya que depende de la fase de evolución de la enfermedad en la que se encuentren, y de otras características como la historia médica previa o la presencia de otras enfermedades.

Actualmente la enfermedad de Parkinson no tiene cura y las causas son desconocidas, aunque se han establecido una serie de factores de riesgo como la edad, mutaciones genéticas o la exposición a ciertos tóxicos. A nivel terapéutico, existen diferentes tratamientos para paliar los síntomas que provoca la enfermedad, como el tratamiento farmacológico, la cirugía del párkinson y las terapias rehabilitadoras.

Los profesionales sanitarios/as de referencia en la enfermedad de Parkinson son los/as neurólogos/as, quienes realizan el diagnóstico y mantendrán visitas médicas de seguimiento a lo largo de toda la evolución de la enfermedad. En algunos hospitales hay lo que se llaman las Unidades de Párkinson o Unidades de Trastornos del Movimiento, que cuentan con profesionales sanitarios/as especialidades en la enfermedad.

En España se estima que 160.000 personas conviven con la enfermedad de Parkinson. De manera general, las personas son diagnosticadas alrededor de los 60 años, aunque también hay personas que son diagnosticadas con menos de 40 años. Cuando esto ocurre, se habla de enfermedad de Parkinson de inicio temprano. Cuando la persona con párkinson lleva conviviendo con la enfermedad un largo periodo de tiempo se denomina enfermedad de Parkinson avanzada.

Es importante mencionar que la enfermedad de Parkinson también tendrá un efecto en los/as familiares más cercanos y las personas cuidadoras. Al tratarse de una enfermedad crónica que acompañará a la persona y su familia a lo largo de la vida, es importante tomar conciencia de la importancia del cuidado de la salud. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ausencia de una dieta saludable y la falta de actividad física están entre los principales factores de riesgo para la salud, y es por ello tan importante seguir una alimentación saludable y practicar ejercicio físico para lograr una mejor calidad de vida.