geriatricarea inteligencia emocional Mayte Vázquez Resino

Un artículo de Mayte Vázquez Resino,
Psicóloga General Sanitaria
Vocal de Formación de la Asociación Española de Psicogerontología (AEPG)
Miembro del grupo de Buen Trato a las personas Mayores del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid
Experta en desarrollo cognitivo y en intervenciones en Inteligencia Emocional, Mindfulness y Psicología Positiva en personas mayores


La enfermería geriátrica es una profesión muy marcada por los factores contextuales, en este escrito queremos hacer hincapié en dichos factores a lo largo de su historia y evolución, y concretamente en la actualidad donde se está desarrollando una etapa de marcado cambio, derivada de la crisis sanitaria y social que adolece y donde juegan un papel primordial las personas mayores y por ende la profesión sanitaria, en general y la enfermería geriátrica, en particular.

Hacia un concepto de Enfermería Geriátrica

Comencemos haciendo un poco de historia sobre el concepto de enfermería geriátrica, desde los inicios hasta la contextualización actual, de hecho la definición de enfermería geriátrica viene unida a la evolución de la enfermería a lo largo de la historia. La enfermería profesional comienza con Nightingale (1853-1874) que sitúa la visión de la enfermería no solo en administrar medicinas, sino en la realización de las tareas basadas en el conocimiento de la persona y su entorno, es decir en desarrollar una atención para y por el paciente. Es 100 años más tarde, cuando Peplau H. (1952), define la enfermería como un proceso terapéutico interpersonal y que actúa en coordinación con otros procesos humanos que hacen posible la salud de los individuos en las comunidades. Cuando los equipos de salud ofrecen servicios, las enfermeras participan en la organización de las condiciones que facilitan la marcha natural de las tendencias del organismo humano.

Por otro lado Wiedenbach E. (1952-1965) hace hincapié en la importancia de los sentimientos y pensamientos de la enfermería al realizar una acción, llegando a postular que la enfermería, de manera general, debe administrar la ayuda necesaria y comprobar que se haya satisfecho la necesidad de ayuda. También, en 1966, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la enfermería, como el fomento de la salud y además la responsabilidad de la prevención de la enfermedad y la prestación de asistencia a los enfermos.

A finales del siglo XX, Barker P. (1995-1996), amplió la definición de Peplau H., convirtiéndolo en un concepto más global donde la construcción social en el papel de la enfermería es muy importante, ya que no solo se desarrolla un proceso de cuidado, sino de crecimiento personal y del entorno. Es ya en el siglo XXI, cuando la enfermería se enmarca dentro de un modelo ético, desarrollando las acciones, en todo momento, como agente del paciente, “lo que haría por sí mismo si pudiese”, añadiendo después Mercer R. (2014), “si tuviese la fuerza y la voluntad”.

geriatricarea dependencia
La enfermería geriátrica en el entorno residencial actual abarca también la realización de las actividades de la vida diaria y el desarrollo de los proyectos vitales

La formación y la investigación se han desarrollado en paralelo, de ahí que los adelantos en la medicina y ciencias de la salud, produzcan un aumento de la longevidad, colocando la enfermería en nuevas áreas de interés: el de las personas mayores o área de geriatría. El término geriatría es publicado por primera vez en 1.909, por Nascher L., en aquel momento se trataba de atender a personas con enfermedades crónicas o inválidas, posteriormente es cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud no solo como “la ausencia de enfermedad”, sino poder orientar las ciencias de la salud hacia la promoción, prevención y rehabilitación.

En 1947-1948, un grupo de especialistas en medicina interna, se hacen conscientes de que la medicina tradicional no es suficiente para proteger y atender a personas mayores de 60 años y surge así el concepto de geriatría, como especialidad médica integral, es también en 1947 cuando se crea la Sociedad Española de Gerontología, integrada en un inicio por médicos, y más tarde por otros profesionales de atención al paciente mayor, como enfermeros y psicólogos.

Evolución de la enfermería geriátrica en el Modelo de Atención Residencial en España

Al hilo de lo anterior, alrededor de los años 70-80 en España, se inicia un cambio social y cultural donde tienen relevancia que las mujeres comienzan a trabajar fueren del hogar e iniciándose el envejecimiento demográfico, lo cual hace necesaria la creación de centros residenciales que ayuden a paliar las necesidades, en nuestros mayores, creadas en esos momentos.

La tendencia internacional aboga por modelos residenciales centrados en la persona, aunque en España todavía se centran en los servicios. Fueron muchos años los que tradicionalmente, España partía de un modelo de atención basado en la atención familiar, pasando a un modelo orientado hacia la eficiencia organizativa influido por decisiones políticas donde se afrontan los retos del envejecimiento mediante programas orientados a cubrir las necesidades de salud de los ancianos.

De manera progresiva, es a finales del siglo XX e inicio del XXI cuando la enfermería geriátrica cobra gran importancia y de esa manera esta profesión no sólo abarca la prevención y mantenimiento de la salud, sino que se comienza a promocionar el autocuidado en los adultos mayores, así como el fomento de la dignidad y el respeto ante la muerte, sin alejarnos del foco del sentimiento de la ética, que nutre ese mantenimiento de autonomía, capacidades e independencia en la persona mayor, es el inicio del fomento del envejecimiento activo y con éxito.

Actualmente y sobre ese abanico de valores: dignidad a la persona, ética, acompañamiento, autonomía e independencia y sobre todo favorecer el bienestar y seguridad de la persona mayor, promoviendo la toma de decisiones, surge el modelo residencial de la atención a la persona, con un equipo profesional de atención integral, donde los profesionales y entre ellos la enfermería geriátrica, estarán capacitados en competencias relacionadas con el trabajo en equipo, como la comunicación interpersonal, la ética asistencial y habilidades relacionales, facilitándose formación de manera permanente.

En conclusión, la enfermería geriátrica actualmente, en el entorno residencial no solo realizan las tareas asistenciales habituales, sino también las relacionadas con el apoyo a la realización de las actividades de la vida diaria y el desarrollo de los proyectos vitales, por ello su papel es fundamental en la comunicación, el acompañamiento y la toma de decisiones. La sociedad igualmente, debe apoyar y promocionar la labor de estos profesionales, en aras de presentar una visión integral del mayor y del envejecimiento activo para retardar la dependencia y potenciar la capacidad funcional y su autonomía, pasemos a desgranar este punto, más detalladamente.

Enfermería geriátrica en la Pandemia del Covid-19

En la actualidad y debido a la crisis emergente provocada por el COVID-19, se ha establecido un punto de inflexión para esta realidad de la enfermería gerontológica y geriátrica, ¿se han visto modificados los objetivos y funciones de la misma, vistos previamente? Es evidente que el impacto de la crisis del COVID-19, sobre los mayores y más en las residencias y centros de mayores han sido los más afectados, pero además esta crisis ha venido a resaltar varios aspectos subyacentes dentro de este entorno, por un lado no hay otro lugar donde la pandemia esté haciendo más daño, con un índice de letalidad que ha llegado a alcanzar en algún caso el 20% de los infectados, por otro se plasma la insensibilidad que prevalece en la sociedad en el cuidado de nuestros mayores, y por otro la diezma que se produce en numerosos profesionales que trabajan en primera línea, obligando al Gobierno a hacer frente con la contratación de profesionales no especializados. Y ahí emerge la primera duda que perdurará más allá de la pandemia, las residencias ¿son centros sociales, no sanitarios? y por tanto estaban escasamente preparadas para una pandemia de este tipo.

Observando esta fotografía, de manera global, destacamos la profesionalidad de la enfermería geriátrica y como se ha visto afectada en esos aspectos que indicamos, destacaremos la exigencia profesional, donde día a día el cuidado, independientemente de la edad de las personas, de las patologías crónicas o agudas y su intrínseca vulnerabilidad, ha llegado al extremos de agotamiento, tanto física como mentalmente.

Desde la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica se ha refrendado esta encomiable labor, y el respeto con el que se ha desarrollado su trabajo desde el mundo residencial y por extensión a la atención de las personas mayores con independencia de donde se encuentren. Este reconocimiento a estas profesionales de la enfermería, subraya las intensas jornadas de trabajo y la elevada carga emocional, procurando en todo momento el bienestar y un cuidado digno y de calidad a las personas mayores en toda su actuación.

La Asociación Madrileña de Enfermería Geriátrica (AMEG), también ha puesto de manifiesto la alta capacitación de los profesionales cualificados, siendo más importante que nunca la función de la enfermería especializada en geriatría, en esta crisis.

Hacia un modelo de cambio, adecuado a las necesidades actuales

Y desde esta “tormenta de emociones, tanto personales como sociales”, ¿se hace necesario un cambio de actuación dentro del escenario de la enfermería geriátrica? La respuesta no cabe duda, si, observemos algunas de las necesidades que se han hecho evidentes y como poder paliarlas en un futuro.

Desde el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, a nivel personal y al ponerse al descubierto estas necesidades, se recomienda y activa un dispositivo de apoyo psicológicoque ayude a paliar el extremo de estrés y sobre todo a gestionar esa creencia de indefensión e incomprensión ante la sociedad, el objetivo además del acompañamiento emocional, es el de evitar “distorsiones cognitivas” basadas en críticas catastrofistas o interesadas, con el fin de contribuir a salvar vidas y a minimizar los impactos negativos que se hayan producido.

Tres meses más tarde del inicio de este dispositivo, se publica un estudio muy interesante en el área de esta necesidad psicológica de estos profesionales, donde se establece la necesidad de ayuda, ante la sintomatología de ansiedad, estrés y depresión y sobre todo prevenir el TEPT, que puede llegar a desarrollarse ante la cronicidad de esto síntomas. (Cabello, I. R. et al. 2020).

A nivel social, desde la AMEG se propone un cambio donde habilitar centros que combinen necesidades sanitarias varias y complejas, como la posibilidad de la aparición de una pandemia, con el calor de ser el hogar del residente y así se destaca que “lo sanitario pasa por dar una cobertura especializada que cubra el espectro asistencial de todos los tipos de usuarios que se atiende en residencias; deterioro cognitivo, residentes con complejidad clínica, cuidados paliativos, post-agudos, usuarios de centro de día, convalecencia, etc. Este tipo de servicios requiere profesionales muy bien formados, y que el sistema sanitario suministre recursos al sistema social residencial; y que la coordinación con el mismo, sea continua y de alta intensidad”. Este modelo hace necesaria una mayor fuerza de los RRHH dentro de las mismas, apoyando y colaborando con estos profesionales, trabajando en conjunto con el fin de llegar a los objetivos de bienestar para todos ellos, y necesariamente incorporar a la familia como usuario del centro, y como cómplice de la calidad de vida del residente.

También y desde la misma línea, la Sociedad Española de Geriatría (SEGG) ha propuesto un modelo de coordinación de la Geriatría hospitalaria y la residencial tras analizar el papel de estos profesionales y los fallos en el sistema y posibilidades de mejora tras la epidemia de coronavirus. Para la SEGG esta coordinación puede desarrollarse mediante tele-consultas: consultas programadas preferentes para aquellos pacientes que tras el contacto con la residencia se considera necesario realizar una valoración presencial en el hospital, y Servicio de Urgencias que hará una valoración de aquellos ancianos derivados desde las residencias con los objetivos de disminuir la estancia en Urgencias haciéndola más eficiente.

Se evidencian, una vez más, las carencias descritas con anterioridad, que confluyen en unir la asistencia hospitalaria con la humanidad asistida, pero su abordaje era un tema eternamente pospuesto y ahora con la crisis hacen necesario darles una solución, con un cambio de paradigma dentro del sistema.

Conclusión

Con todo lo que antecede, podemos establecer que la enfermería geriátrica se ha convertido en una profesión altamente especializada, con formación continuada de gran calidad, que debe trabajar siempre en equipo de manera interprofesional y convergente, donde la prevención de riesgos futuros sean establecidos de manera clara y precisa, y que garanticen la continuidad de los cuidados junto al entramado hospitalario, de manera coordinada, a favor de la coherencia, la eficiencia y la eficacia que necesitamos, e integrando la importancia de la familia en este sistema integral.

Junto a esta formación continua, se debe establecer y hacer necesario un dispositivo de ayuda psicológica que no solo ayude a paliar síntomas de índole psicológico, sino también ayuden a prevenir y poner en marcha recursos y fortalezas de afrontamiento y gestión. Desde el sistema social, se deben incrementar el número de profesionales, reiterando su especialización y calidad y diseñando entornos donde prevalezca la autonomía y la libertad de las personas, lugares de vida donde se garantice su intimidad, se personalice el cuidado y en los que se evite la continua rotación de profesionales y por último, donde el tiempo y las actividades se organicen pensando en las personas, sus intereses y cuidados y en definitiva: alimentar una vida con sentido en contacto continuo con su comunidad.

Para concluir, una sola frase: “Las residencias del futuro deben ser espacios humanos, cálidos, que respondan de forma lo más autónoma posible y coordinada con el sistema de salud a las necesidades biopsicosocialesy funcionales de los mayores que atienden”.

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