Un artículo de Toni Guerra,
director de Calidad y director Médico de Grupo Colisée en España

Tenemos la obligación de promover un sector de calidad, estructural y organizativamente eficaz, tecnológicamente preparado y adecuadamente retribuido.

La vacunación en las residencias está abriendo un panorama sanitario esperanzador para el sector y las personas usuarias: la drástica reducción de casos gracias a la vacuna ha favorecido un nuevo marco de seguridad y confianza que debe reflejarse en la reapertura de los centros a los ingresos. En este sentido, estamos en el momento clave para abordar la reconstrucción y recuperación del sector y, especialmente, del modelo de atención centrada en la persona. ¿Pero qué hace falta?

Hay que recordar que la crisis sanitaria ha complicado en el último año el contexto del sector residencial, que venía experimentando años de crecimiento. Y cuando hablamos de crecimiento, no solo nos referimos a aumento de proyectos, sino también a la mejora progresiva de las prestaciones de los centros, la evolución hacia un modelo de atención personalizada (lo que llamamos Atención Centrada en la Persona) y la satisfacción de las personas residentes.

La vacunación en las residencias está abriendo un panorama sanitario esperanzador para el sector y las personas usuarias

La crisis sanitaria de este último año ha ralentizado este crecimiento y ha relegado el modelo de atención centrado en la persona a un segundo plano, cediendo ante un modelo inevitablemente “centrado en la Covid-19”. En otras palabras, la pandemia ha frenado el desarrollo de las residencias como espacios centrados en el bienestar y la socialización de las personas mayores, mientras que la hospitalización de estos equipamientos, lógicamente, ha ganado terreno.

La pandemia, además, ha tenido consecuencias directas y más negativas para los centros: la prevención y las medidas sanitarias, y el esfuerzo y la dedicación incansable de los equipos profesionales de las residencias no siempre han sido suficientes para evitar la entrada del virus. Cuando esto ha ocurrido, lamentablemente, las consecuencias han sido graves. Esta situación también ha tenido un impacto emocional en los profesionales y ha generado un escenario de incertidumbre para las empresas gestoras.

Confianza, bienestar, convivencia y seguridad: bases de la reconstrucción

En el escenario actual, la recuperación del sector y la reconstrucción del modelo de atención centrada en la persona deben pasar, en primer lugar, por recuperar la confianza de todas las partes hacia los centros, ya que, la atención de las personas mayores y con dependencia es eficaz y segura. Además, las personas mayores han demostrado una enorme capacidad de resiliencia, adaptándose a las circunstancias y mostrándose valientes ante las restricciones que provocaban las normativas, ante los tratamientos y, finalmente, ante las vacunas.

Por otro lado, las personas mayores suelen preferir envejecer en su domicilio de toda la vida, por lo que, cuando esta circunstancia no es posible (debido a circunstancias familiares o falta de adaptación de la vivienda), los centros residenciales han de convertirse en el hogar que necesitan. Un entorno favorable, amable y adaptado es condición para obtener este objetivo. Tiene que ser un entorno adaptado a las preferencias y gustos de las personas residentes, y un espacio de convivencia con compañeros que puedan compartir experiencias y enfoque vital.

Así pues, este es uno de los primeros retos a abordar para la recuperación del sector: garantizar un espacio de bienestar y convivencia coherente en tamaño y capacidad, como preámbulo indispensable para una asistencia adecuada. De hecho, el modelo de intervención durante la época de pandemia ya ha precipitado estos cambios a través del aislamiento de grupos burbuja. Estos grupos deben mantenerse y transformarse en unidades de convivencia.

El marco regulador (que deberá revisarse en profundidad y ser más homogéneo entre las diferentes comunidades autónomas) virará hacia la consecución de centros adecuadamente organizados, estructural y funcionalmente. Las Unidades de Convivencia son el modelo de estructura organizativa que se ha vuelto necesario para conseguir los dos grandes retos de esta reconstrucción: la seguridad y el bienestar del residente.

La seguridad de los centros determinará el mantenimiento de algunas prácticas que han venido para quedarse, especialmente en lo relativo a la higiene continua con productos adecuados, por ejemplo. De hecho, si bien la Covid-19 ha conllevando enormes repercusiones, no es menos cierto que otras patologías y enfermedades que anualmente tenían un impacto importante en hospitalizaciones y mortalidad han sido prácticamente inexistentes.

Por ejemplo, los centros que no han sufrido durante este invierno los estragos de la pandemia (bien por su admirable capacidad de resistencia, o bien porque la sufrieron en la primera oleada), han notado como los problemas derivados de la gripe estacional y sus consecuencias, así como las enfermedades estacionales respiratorias, han desaparecido de los centros.

Es por ello que sería deseable que estos aspectos relacionados con la seguridad se mantuvieran (por responsabilidad o por normativa) en los centros. Sería deseable que no bajáramos la guardia, aún con las vacunas instauradas, y se mantenga el hábito de usar los equipos de protección (muy especialmente las mascarillas) y seguir con la provisión continua de materiales y equipos, cuya responsabilidad no puede recaer solo en los centros, sino que debe crearse un flujo de dotación por parte de las administraciones.

Mejor coordinación con el sistema sanitario

Otro aspecto fundamental es el papel que las residencias desarrollan en el ámbito de la salud. Después de unos meses (especialmente durante la primera ola de la pandemia) en que parecía que las residencias deberían reconvertirse en espacios sociosanitarios, parece que todo ha vuelo a su cauce. Las residencias no son, ni han de ser un espacio sociosanitario: el objetivo de las residencias es la sustitución del domicilio, y esto debe conseguirse con un entorno eficaz y con un modelo de intervención personalizado, respetuoso e integral, amparado por los departamentos de Servicios Sociales, Bienestar o Igualdad de los diferentes territorios, y no de los departamentos de Sanidad o Salud.

Ahora bien, esto no significa estar de espaldas al sistema sanitario como (en demasiados casos) ha sido hasta la fecha. Todos tenemos experiencias de soportes precarios por parte de los sistemas de salud más próximos y la dificultad de acceso a la información clínica de los residentes por falta de integración de los sistemas informáticos.

La digitalización de los procesos de gestión asistencial, operativa y reputacional es imprescindible en las residencias (y ello debe ocupar y preocupar a los gestores). Sin embargo, el acceso a la información clínica (para conciliar tratamientos, mantener interconsulta especializada y calendarizar pruebas complementarias, entre otras acciones) es un encargo urgente hacia las administraciones, así como establecer protocolos de seguimiento compartido entre los diferentes niveles asistenciales. Si somos capaces de mejorar la seguridad y dotar de mecanismos eficaces de coordinación sanitaria, lograremos mejores resultados en el mantenimiento de la salud de los residentes.

Tecnología y responsabilidad: hacia un sector sostenible

Además, no solo la digitalización es urgente, sino que el uso de la tecnología asociada al bienestar y la seguridad del resiente es necesaria. En el mercado y también en desarrollo incipiente, existen diferentes herramientas para complementar las funciones de los profesionales, dotándoles de elementos que mejoran la seguridad, muy especialmente para personas con dependencias más importantes y para personas con demencia. Elementos de control, de prevención y de predicción que son necesarios para mejorar la seguridad y el bienestar de las personas, pero también para proyectar una imagen de los centros de modernidad y de desarrollo continuo.

Pero también hay que usar la tecnología para otros aspectos no menos importantes en una sociedad que evoluciona hacia productos, servicios y empresas sostenibles. Encajar los proyectos y estrategias en base a la responsabilidad social y el respeto medioambiental no es una opción, es una obligación. Esta responsabilidad lo es hacia el ahorro energético (que redundara en el coste de explotación de los centros), hacia la forma de establecer los procesos de atención a los residentes (donde la participación en la toma de decisores sea una constante para construir el modelo) y hacia los proveedores (buscando proximidad, ecología y respeto social). También es muy importante la responsabilidad hacia los profesionales, fomentando su participación, su sentimiento de pertenencia, su formación y capacitación.

Si algo nos ha enseñado también esta crisis es el papel de los profesionales, que en su inmensa mayoría se han mostrado muy comprometidos con los residentes y las residencias. Pero es obvio que algo debe cambiar. Los profesionales deben tener unas condiciones laborales que les aporten tranquilidad y seguridad, hecho que repercutirá directamente en los centros y en las personas residentes. No pueden considerarse profesionales de segunda con diferencias abismales con las estructuras salariales de los sistemas de salud. La vocación debe tener su compensación paralela y en ello la administración tiene una responsabilidad que no puede declinar.

Objetivos orientados al bienestar de las personas residentes

Además, la mejora de las tarifas es una necesidad, especialmente teniendo en cuenta la diferencia de éstas entre los territorios, aun soportando costes operativos similares. Este sistema de tarifas puede y debe construirse a partir de un marco normativo y regulador que pondere mejor los objetivos, los resultados y la eficiencia. Estamos en un marco en que los acuerdos no fomentan las mejoras de los cetros, la especialización o la búsqueda de nuevas estrategias asistenciales.

El marco regulador actual se basa en criterios de autorización, de directivas que regulan el marco de inspección de los centros, de características estructurales y, sobre todo, de los ratios de personal. En el sector de la salud no existe esa obsesión (por todas las partes) de fijar en las ratios un elemento de fiscalización permanente. El objetivo debe ser evaluar los resultados, la satisfacción de la persona residente y los indicadores de calidad, no solo las condiciones materiales, los ratios concretos o la existencia de protocolos. Este sistema basado en resultados empujaría a las empresas a la mejora continua, a la competitividad y, como consecuencia final, a una mejora del servicio.

Así pues, tenemos la obligación de promover un sector de calidad, estructural y organizativamente eficaz, tecnológicamente preparado y adecuadamente retribuido. Con todo ello, recuperaremos la confianza hacia el sector, lo posicionaremos, seremos más atractivos y conseguiremos nuestros propios hitos. La era post-Covid-19 ha empezado y nos interpela a todos.