Un artículo de Juan Carlos Montero Arroyo,
Vocal de Comunicación, Publicidad y Redes del Colegio Oficial de Podología de la Comunidad de Madrid (COPOMA)

Nuestros mayores se han visto fuertemente afectados por la crisis de la Covid-19. Durante el confinamiento vivido el pasado año, las clínicas de podología permanecieron disponibles para tratar urgencias como traumatismos, infecciones o úlceras, entre otras cuestiones. Sin embargo, aunque se evitó así colapsar aún más el Sistema de Salud Pública, muchas personas de edad avanzada que necesitan cuidados continuos, como dependientes o diabéticas, se vieron en cierta medida desatendidas. Esta situación nos hace cuestionarnos la atención que reciben por parte de la seguridad social y los aspectos que podrían o deberían mejorarse de nuestro sistema sanitario.

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La patología en el pie de las personas mayores es muy amplia. Por lo general son los que más atención podológica requiere, y con una mayor frecuencia

Una de las cosas que precisamente dificultan este fin es el aumento del gasto público. Sin embargo, en el caso de la Podología, con la podiatría geriátrica en la Seguridad Social a nivel nacional, sería posible mejorar la atención de nuestros mayores y reducir el gasto público. Este ahorro podría suponer un gran beneficio social, pues se podría destinar a la mejora de otros aspectos sanitarios para dicho colectivo que sí requieren de inversión.

Necesidades podiátricas en el pie de las personas mayores

La patología en el pie de las personas mayores es muy amplia. Tanto es así que, por lo general, son los que más atención podológica requieren, y con una mayor frecuencia. Además, en la mayoría de las ocasiones, son varias las alteraciones que sufren. Tal y como indican desde el Consejo de Colegios de Podólogos, más del 80% de las personas mayores necesitan los cuidados de un profesional de la Podología de manera periódica.

Normalmente, estas alteraciones son debidas a los efectos de diversas enfermedades congénitas o adquiridas, que se agravan con el paso de los años. Incluso en muchas ocasiones son los propios tratamientos que consumen, como los anticoagulantes, los que causan ciertas alteraciones. En otras muchas, es simplemente el envejecimiento el que las causa.

Las enfermedades con potenciales manifestaciones podológicas son muchas. En algunas ocasiones sucede que son los pies el primer lugar de manifestación de síntomas y complicaciones, como sucede por ejemplo con enfermedades osteo-articulares como la gota, la artrosis y algunas neuropatías.

El pie de las personas mayores es de alto riesgo y necesita del trabajo continuo de profesionales con la formación y experiencia adecuadas. Por todo ello, la incorporación de servicios de Podología en centros de geriatría es esencial para la calidad de vida de las personas en edad avanzada, pues supone que tengan una mejor deambulación y movilidad.

Los riesgos que genera el posible aumento del intrusismo

El hecho de cerrar el servicio de Podología en centros de mayores y la caída de la asistencia a las consultas por el miedo al virus está haciendo que muchas personas, y en especial gente mayor, dejen sus pies en manos de personas no cualificadas.

Además, ante la necesidad, también se ha detectado que muchas personas y centros no especializados ofrecen tratamientos en los pies, ya sea a nivel estético o de masajes, hasta incluso sanitarios, tanto en establecimientos como en domicilios. Todo ello, sin garantizar las medidas de protección y seguridad adecuadas y sin la cualificación necesaria.

En el caso de la oferta a domicilios, sucede sobre todo con personas mayores y dependientes. Siendo que, estas prácticas deben ser ejercidas íntegramente por profesionales de la Podología colegiados, ya que un tratamiento llevado a cabo por alguien no cualificado puede ocasionar graves consecuencias para la salud.

Como los únicos profesionales sanitarios realmente cualificados para realizar una atención integral en cualquier ámbito relacionado con la salud de nuestros pies, los profesionales de la Podología reivindicamos nuestra inclusión en la seguridad social. Pues, dicha inclusión, además de reducir el intrusismo, frenaría múltiples problemas de salud que pueden repercutir incluso en otras partes del cuerpo, reduciría significativamente el gasto sanitario público al evitar tratamientos con soluciones más drásticas, y aumentaría la calidad de vida de muchas personas.

No podemos olvidar que, precisamente las personas que más cuidados periódicos necesitan por presentar más alteraciones, son en muchas ocasiones las que también más mermada tienen su capacidad adquisitiva como para poder optar a un cuidado integral de la salud de sus pies fuera de la Sanidad Pública.