Un artículo de Nora E. Rodríguez Martínez, Coach en Reserva Cognitiva

Los libros han sido, y son, compañeros que nos instruyen, nos orientan, nos ayudan, nos entretienen y nos divierten, pero ahora se sabe que los libros también nos ayudan a envejecer de manera óptima. Aunque parezca un juego de palabras, perderse entre las páginas de un libro es la mejor manera de “no perderse” en la vida real. La lectura favorece la actividad cerebral y refuerza las conexiones entre neuronas logrando aumentar la reserva cognitiva de las personas, pero ¿qué es la reserva cognitiva?

La reserva cognitiva es un factor protector contra las enfermedades neurodegenerativas. “La reserva cognitiva sería la resistencia de nuestro cerebro a preservar sus funciones y hacer frente a un posible daño neurológico. Sería la optimización de los recursos cerebrales y un mecanismo protector de daño cognitivo, es decir, una defensa frente a enfermedades neurodegenerativas, como las demencias o el Alzheimer” (Navarro, 2018). Pero no sólo eso, la reserva cognitiva también protege contra el deterioro cognitivo normal causado por el envejecimiento.

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La lectura favorece la actividad cerebral y refuerza las conexiones entre neuronas, previniendo el deterioro cognitivo

La reserva cognitiva es la explicación al por qué algunas personas siguen siendo funcionales cognitivamente hablando, durante la vejez o al presentar enfermedades como Alzheimer. Existen elementos que han demostrado determinar el nivel de reserva cognitiva que se posee, ejemplos de estos elementos son los factores genéticos, la escolaridad, el tipo de trabajo realizado, las experiencias y el estilo de vida de las personas. Debido a esto, se han desarrollado estudios para conocer que hábitos de vida son los que contribuyen significativamente al aumento de la reserva cognitiva, entre ellos, se encuentra liderando la lectura.

Leer implica meterte en la historia, amar u odiar a los personajes, buscar saber qué va a pasar, disfrutar cada página…todo esto sucede mientras inconscientemente ejercitamos la concentración y la atención, favorecemos el lenguaje y la memoria, aumentamos la imaginación y la creatividad, etc.  Entonces, las buenas noticias son que, al leer, estamos mejorando nuestra capacidad cerebral porque estamos estimulando nuestra función cognitiva, aspecto relevante para las etapas de la infancia y de la vejez.

En los niños es sabido que la lectura favorece la creación y reforzamiento de las estructuras cerebrales en desarrollo. Por otro lado, se sabe que, con los años, los adultos experimentan un enlentecimiento cognitivo que es “un deterioro más o menos notable de la capacidad mental, como por ejemplo, calidad de la memoria, razonamiento, habilidades lingüísticas” (Navarro, 2018).

Afortunadamente, múltiples estudios han demostrado que existe una relación positiva entre la lectura y el deterioro cognitivo: “El hábito de la lectura es un factor protector de deterioro cognitivo, y esta protección es más significativa en aquellos lectores frecuentes cuya historia de lectura supera los 5 años” (Esteve, 2012). Partiendo de estos resultados, podemos asegurar que fomentar actividades intelectuales como la lectura y la escritura, son una excelente estrategia de prevención de deterioro cognitivo patológico y no patológico (por envejecimiento).

La literatura y las proteínas causantes del Alzheimer

La aparición de la Enfermedad de Alzheimer está relacionada con la acumulación de dos estructuras anormales en el cerebro: las placas amiloides y los ovillos neurofibrilares. Las placas amiloides son masas densas prácticamente indisolubles de fragmentos de proteínas beta-amiloide. Estas placas depositan una sustancia viscosa en las células nerviosas del cerebro dificultando su interconexión. Las personas con Alzheimer presentan grandes acumulaciones de estas placas en la región del hipocampo, la estructura cerebral relacionada con la memoria.

Flórez (2015) señala que el ejercicio físico y el mental son fundamentales para preservar las habilidades funcionales y cognitivas. “Las personas que se mantienen cognitivamente activas (leen, pasean, escuchan música, cuidan su jardín, hacen su comida, etc.) tienen menores niveles de proteína beta-amiloide, que es, precisamente, la que se relaciona con la enfermedad de Alzheimer”.

Puede afirmarse que la lectura y la escritura mantienen a raya a esta proteína, previniendo o ralentizando su depósito en las neuronas, lo que puede influir en el inicio y la evolución del Alzheimer. ¿Cuál es la clave? La estimulación cerebral a través de activar el pensamiento, estimular el lenguaje, escribir, realizar juegos de palabras, cálculos mentales, lectura comentada y conversaciones.

El deterioro cognitivo se puede prevenir promoviendo realizar nuevos retos diariamente y llevando a cabo actividades intelectuales que logren multiplicar las conexiones neuronales y los impulsos nerviosos. Las neuronas son estimuladas a través de los programas de estimulación cognitiva con enfoque en actividades intelectuales, como la lectura y la escritura. Las neuronas reciben compuestos que favorecen y refuerzan su crecimiento y conexión. “La actividad intelectual o la falta de ella se relaciona con la ganancia o la pérdida neuronal” (Flórez, 2015).

Estos descubrimientos llevan a un nuevo enfoque sobre la importancia de la reserva cognitiva a lo largo de la vida, “esto indicaría que la terapia cognitiva podría tener un importante efecto ‘modificador’ de la enfermedad si se aplican los beneficios del tratamiento con suficiente antelación, antes de que aparezcan los síntomas», según señala William Jagust, profesor de la Universidad de California (citado por el Diario de Navarra, 2012).

Se puede concluir que es importante y necesario ejercitar tanto el cuerpo como el cerebro. La lectura es uno de los ejercicios más recomendados para mantener el cerebro en forma ya que promueve la concentración y la atención, aumenta la empatía, fortalece y aumenta las conexiones neuronales. Al leer estamos ordenando ideas, interrelacionando conceptos, ejercitando la memoria, el lenguaje, la creatividad y la imaginación, todo a través de la estimulación de las neuronas.

Además, como si lo anterior no fuera suficiente, la lectura permite y mejora la socialización ya que genera temas de conversación e interacción social. Finalmente, la lectura también reduce el estrés (principal factor de riesgo para la memoria) y favorece rutinas de higiene de sueño, sobre todo si logramos asociar el leer con la hora de dormir y descansar.

Leer no tiene contraindicaciones ni efectos colaterales. Les invito a sumergirse en el maravilloso mundo de la lectura. Promover la lectura es promover la salud cerebral.

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Bibliografía

Diaro de Navarra. (2012). Mantener el cerebro activo reduce una proteína relacionada con el Alzheimer. Recuperado el 26 de abril del 2021, de Sitio web: https://www.diariodenavarra.es/noticias/mas_actualidad/sociedad/mantener_cerebro_activo_reduce_una_proteina_relacionada_con_alzheimer_66529_1035.html

Esteve Esteve, M. (2012). El hábito de lectura como factor protector de deterioro cognitivo. Recuperado el 25 de abril del 2021, de Gaceta Sanitaria Sitio web: https://www.gacetasanitaria.org/es-el-habito-lectura-como-factor-articulo-S0213911112001628

Flórez Lozano, José. (2015). Felicidad, salud y longevidad. Recuperado el 26 de abril del 2021, de Editorial Club Universitario

Navarro de Palencia, E. (2018). Lectura y capacidad cognitiva. Recuperado el 25 de abril del 2021, de Sitio web: https://www.psicologaemmanavarrodepalencia.com/lectura-y-capacidad-cognitiva/