Un artículo Guillermina Moreno,
Medical Manager Enteral Nutrition Fresenius Kabi España

Poco visibles y popularmente conocidas como “llagas”, las úlceras por presión se refieren a las lesiones en la piel o en los tejidos provocadas por una presión constante. Los expertos las consideran un verdadero problema de salud pública que, además, podría evitarse en la gran mayoría de los casos.

Y apuntan a la nutrición como un factor clave a tener muy en cuenta por los profesionales de la salud en la prevención y el tratamiento de unas lesiones que afectan directa y negativamente al bienestar de las personas que las sufren. La valoración nutricional, los planes individualizados con un ajuste calórico-proteico y la nutrición enteral y parenteral pueden ayudar en el abordaje de las úlceras por presión.

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La nutrición es un pilar básico para tratar las úlceras por presión, contribuyendo a minimizar el posible impacto de estas lesiones

Por sus características, las lesiones por presión tienden a presentarse con más frecuencia en enfermos que están en la Unidad de Cuidados Intensivos, los de edad avanzada y en aquellas personas que tienen afecciones médicas que limitan su capacidad para cambiar de posición.

Algunas de las zonas del cuerpo donde suelen aparecer este tipo de heridas son el coxis o los glúteos, los omóplatos o los talones. Cabe destacar que existen diferentes grados, dependiendo de su gravedad, desde rozaduras hasta heridas abiertas, y, en los estadios medios y avanzados, pueden resultar muy dolorosas para el paciente, así como de difícil cicatrización.

Uno de los últimos estudios sobre la materia es el del Grupo Nacional para el Estudio y Asesoramiento en Úlceras por Presión y Heridas Crónicas (GNEAUPP) de 2017 en el que participaron más de 550 unidades de hospitalización de adultos de nuestro país. El análisis actualiza datos y sitúa en un 8,7% la prevalencia global de las lesiones por presión y otras heridas cutáneas relacionadas con la dependencia. Las prevalencias cambian teniendo en cuenta el tipo de heridas, siendo en las lesiones por presión de un 7%; por humedad un 1,4%; por fricción un 0,9%; combinadas un 1,5%; y laceraciones un 0,9%.

El estudio concluye que las úlceras por presión son nosocomiales, producidas mayoritariamente en hospitales y otras instituciones, hecho que “pone de manifiesto que es necesario mejorar los programas de prevención, los conocimientos y motivación de los profesionales y los recursos puestos a su disposición”.

En este sentido, los expertos coinciden en señalar que este tipo de lesiones deberían abordarse desde la prevención, teniendo en cuenta la valoración integral del paciente; los cuidados de la piel; el manejo de la presión valorando los cambios posturales, los dispositivos de presión etc.; los cuidados nutricionales y los cuidados generales del enfermo.

Centrándonos en los cuidados nutricionales, un documento técnico del mismo GNEAUPP de 2011 ya establece una relación entre las úlceras por presión y la nutrición, determinando que una correcta ingesta nutricional tiene un papel fundamental en la prevención y también en el tratamiento de este tipo de lesiones.

El informe, titulado “Nutrición y heridas crónicas”, vincula nutrición con cicatrización. En este sentido, haciéndose eco de la investigación hasta el momento en la materia, remarca: “hay algunas pruebas de que la malnutrición está directamente relacionada con la gravedad y la incidencia de las úlceras por presión. Una ingesta calórico-proteica reducida, la deshidratación y una reducción de la albúmina sérica pueden disminuir la tolerancia de la piel y el tejido subyacente a la presión, fricción y a las fuerzas de cizalla, lo que aumenta el riesgo de escisión de la piel y reduce la cicatrización de la herida”.

El documento también constata que la pérdida de masa magra unida a la inmovilidad puede incrementar el riesgo de sufrir úlceras por presión hasta un 74%. Y relaciona la malnutrición con un mayor riesgo de sufrir infecciones.

En este contexto, se hace aún más imprescindible, si cabe, detectar el riesgo de desnutrición en los pacientes. Entre las buenas prácticas recomendadas por los expertos, figuran la realización de cribados nutricionales a las personas que tengan riesgo de sufrir lesiones por presión y la valoración nutricional integral de los adultos en riesgo de desnutrición o desnutridos.

Las prácticas sugeridas también pasan por la elaboración de planes nutricionales individualizados que tengan en cuenta la optimización de la ingesta tanto calórica, como proteica. Se recomienda proporcionar entre 30 y 35 kilocalorías por kilogramo de peso por día a los adultos y entre 1,2 y 1,5 gramos de proteínas por kilogramo de peso por día.

A las personas que sufren lesiones por presión también se les puede ofrecer añadir a su dieta habitual alimentos enriquecidos o suplementos alimenticios con alto contenido calórico-proteico para favorecer el tratamiento de las úlceras.

Los expertos coinciden: la nutrición es un pilar básico para tratar las úlceras por presión. Actuando de forma preventiva en materia de nutrición se puede contribuir a minimizar el posible impacto de estas lesiones. Las úlceras por presión, muchas veces invisibilizadas, afectan significativamente a la calidad de vida de las personas que las sufren. Es, por tanto, un problema de salud que debe valorarse.