Un artículo de Marta Lorenzo Revuelta e Inmaculada González Allende, Fundadoras y CEOs de Sumando Vida, socio de Cluster SIVI


Entrar en los hogares de las personas es la mayor muestra de confianza, por eso es tan importante valorar y profesionalizar los cuidados domiciliarios a personas mayores.

En los últimos años hemos registrado un gran incremento de la longevidad a nivel mundial y, cuando hablamos de personas mayores, el 87,3% prefiere envejecer en su casa y recibir allí cuidados sociosanitarios, además la mayoría reconocen que sólo podrán lograr esa permanencia si cuentan con el apoyo de una tercera persona.

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La formación de los trabajadores es clave para garantizar la prestación de un servicio de calidad

La Organización Mundial de la Salud (OMS), resalta la importancia del sitio donde vivimos mientras se envejece: hacerlo en un lugar conocido aumenta los niveles de confianza, independencia y autonomía. El deseo de continuar en el hogar se entiende por el apego emocional que se mantiene con la casa familiar y todo lo que supone: recuerdos, vivencias, eventos biográficos relevantes…

Además, evita el desarraigo con el entorno habitual, promueve la continuidad de las relaciones sociales con amigos y familiares, ofrece intimidad, especialmente cuando hablamos de cuidados y fundamentalmente garantiza mayor equilibrio mental y emocional.

Actualmente, es todavía complejo conciliar los servicios sanitarios y los servicios sociales en entornos domiciliarios, por lo que se hace fundamental establecer una organización coordinada para poder ofrecer soluciones de máxima calidad a las personas que desean permanecer en su hogar.

Uno de los problemas con el que nos encontramos para organizar los cuidados sociosanitarios de larga duración está en las dificultades por construir un sistema estructurado para la profesionalización de los cuidados.

La alta demanda de cuidados domiciliarios va en aumento con la llegada de la generación del baby boom a la jubilación y, por tanto, la oferta de servicios domiciliarios a personas mayores también. Pero cuando hablamos de cuidados a personas mayores es importante recordar que no todo vale.

La formación de los trabajadores en cualquier ámbito es la que suele garantizar la prestación de un servicio de calidad. En los profesionales dedicados al sector sociosanitario esta cuestión es todavía más importante y cierta, ya que a parte de los conocimientos teóricos es vital poseer habilidades sociales para ofrecer unos cuidados integrales basados en la profesionalidad, humanidad, protección de la intimidad de la persona, respeto y dignidad.

No debemos naturalizar el trabajo de los cuidados y atención a personas mayores como una cualidad femenina y alejándola de desarrollos formativos dedicados a la adquisición de nuevas habilidades. Tampoco debemos intensificar el aspecto vocacional de los cuidados y de las personas mayores en detrimento de su profesionalización.

Hay que diferenciar entre una atención profesional centrada en la persona y una atención basada en el paternalismo, está última fundamenta los cuidados domiciliarios en el modelo tradicional justificado por estereotipos y en la infantilización de la persona.

Los comportamientos de los profesionales marcarán la calidad y profesionalidad de los cuidados, además podrán favorecer la dependencia o independencia de cada persona: observar para conocer a la persona y promocionar su independencia, respetar sus gustos, deseos y preferencias, intervenciones que favorezcan su autonomía, conocer y respetar decisiones, fomentar la continuidad de su proyecto de vida

Debemos prestigiar y valorar el trabajo de los cuidados domiciliarios a personas mayores, ofreciendo reconocimiento social y profesional, trabajando para acabar con la precariedad laboral de este sector, que desde hace unos años atrás ha sufrido una importante degradación.

Las personas mayores son el tesoro de la sociedad, cuidémoslos con el
respeto y dignidad que merecen.