Un artículo de Pilar Amigó, Núria Mallén, Roser Martí, Anna Pons,
Dietistas-Nutricionistas del Col·legi de Diestistes-Nutricionistes de Catalunya (CoDiNuCat

El aumento de la esperanza de vida es uno de los grandes éxitos de los avances en el sector sanitario, farmacéutico y científico tecnológico. Estos avances, unidos a la mejora en los hábitos de vida y las comodidades del mundo moderno, han logrado que la esperanza de vida se haya incrementado, durante el último siglo, a un ritmo de cuatro años por década.

En la actualidad el promedio de vida en España alcanza los 82,8 años, lo que sitúa nuestro país entre los cuatro más longevos del mundo por detrás de Japón, Suiza y Singapur.

Seguir unos hábitos alimentarios adecuados pueden prevenir la aparición de ciertas enfermedades y facilitar el control metabólico

Sin embargo, este aumento de la esperanza de vida implica el crecimiento de la morbilidad asociada a la degeneración celular, a la desnutrición y al cambio de necesidades en este último periodo de la existencia, que conlleva un importante aumento de los recursos económicos destinados a paliar estas problemáticas.1

Esta situación, que crece con el tiempo y crecerá más aún con la llegada de los bayboomers a la edad adulta mayor, requiere de la presencia del Dietista-Nutricionista en el ámbito geriátrico, en los centros y residencias y centros sociosanitarios, como forma de prevenir y controlar el estado de salud de los adultos mayores.

Es bien sabido que los hábitos se adquieren durante la infancia y permanecen a lo largo de toda la existencia. Nuestras generaciones, con hábitos alimentarios “de cuchara”, alimentos de proximidad y técnicas culinarias “de toda la vida” saben que la alimentación es primordial.

Pero muchas veces esta alimentación viene influida por determinados factores como puede ser: la economía, la soledad, las minusvalías, problemas en la compra o variedad de alimentos y otras circunstancias familiares, psicológicas y personales.

Llegar a ser adultos mayores, apoyándonos en 4 pilares: ausencia de enfermedad, independencia física, bienestar psíquico y buena cobertura social, es lo más importante en este periodo de la vida. Sin embargo, no todos pueden mantener esos 4 pilares, y es aquí donde llega la dependencia y la necesidad de unos buenos cuidados, entre los que destaca la alimentación, y donde la figura del dietista-nutricionista (D-N) es imprescindible, tanto en residencias o centros geriátricos como en la atención geriátrica domiciliaria, para ayudar en la mejora de la salud por medio de la alimentación adaptando los alimentos a las necesidades específicas de las personas mayores, teniendo en cuenta tanto patologías como cambios físicos que se producen en esta etapa.

A día de hoy existe suficiente evidencia científica que demuestra que unos hábitos alimentarios adecuados pueden prevenir la aparición de ciertas enfermedades e incluso, facilitar más el control metabólico, lo que produce una disminución en la atención sanitaria requerida (visitas médicas, gastos hospitalarios) y en el coste en de fármacos, así como una mejor calidad de vida.1 No olvidemos que nuestros mayores cuidaron de nosotros, ahora somos nosotros que debemos cuidar de ellos, de darles lo mejor en ésta etapa y con calidad.

Cabe destacar también la importancia de las complicaciones clínicas de la disfagia orofaríngea (DOF) que conllevan un aumento de la estancia hospitalaria, aumentando los gastos sanitarios y sociales tanto a corto como a largo plazo. El infradiagnóstico y un tratamiento inadecuado (principalmente nutricional) y/o insuficiente de la DOF supone un alto coste sanitario por la alta prevalencia de las complicaciones respiratorias y nutricionales (desnutrición), con una elevada morbimortalidad.

Bien conocidas son otras disfunciones fisiológicas, aparte de la DOF, en el adulto mayor: disminución de la masa celular activa, del metabolismo basal, agua corporal total (aumentando a susceptibilidad de deshidratación y afectando a biodisponibilidad de fármacos), consumo de oxígeno, función renal, masa ósea (riesgo de fracturas), actividad enzimática, hormona y respuesta inmunitaria.

A esto se suman problemas nutricionales frecuentes en esta etapa de la vida debido a ingestas pobres y/o alteraciones en la absorción: malnutrición proteico-calórica o desnutrición proteico-energética, déficits de minerales y vitaminas (calcio, hierro, B12, vitamina D, B6, ácido fólico), entre otros.

Además, en lo que respecta a la composición corporal, disminuye la masa magra y aumenta la grasa corporal lo que comporta un peso variable (obesidad sarcopénica) y un deterioramiento funcional y sensorial. Un aumento del porcentaje de grasa abdominal que puede conllevar HTA, dislipemia, DM2 o colelitiasis.

No olvidemos las enfermedades degenerativas, endocrinometabólicas, infecciones, neoplasias y enfermedades mentales.

La desnutrición es también un trastorno frecuente entre las personas mayores en la sociedad occidental. Según datos del estudio PREDYCES, que evalúa la prevalencia de la desnutrición hospitalaria y los costes asociados a España, una de cada cuatro personas ingresadas en los hospitales del Sistema Nacional de Salud presenta riesgo de desnutrición, con un coste añadido por usuario desnutrido de 5.829 euros, destacando la disfagia orofaríngea como uno de los factores principales asociados a la presencia de desnutrición1.

Se entiende por desnutrición el estado resultante de la falta de ingesta o ingesta insuficiente de nutrientes que altera la composición corporal (disminución de la masa libre de grasa) y la masa celular del cuerpo, que conduce a la disminución de la función física y mental, y en el deterioro de los resultados clínicos de la enfermedad. La desnutrición puede resultar del hambre, la enfermedad o el envejecimiento avanzado (por ejemplo, en las personas mayores de 80 años), por sí sola o en combinación2.

Así pues, la figura del D-N en la atención geriátrica domiciliaria ayudaría a una mejor calidad de vida derivada de la mejora del estado nutricional, por ello es importante que haya más profesionales sanitarios de la dietética y la nutrición en los centros y residencias y centros sociosanitarios, pero también para una buena atención individualizada y personalizada en la atención domiciliaria, tal como sucede en otros países, como por ejemplo Holanda3, así como formar parte del equipo multidisciplinar que trata al usuario.

El D-N podrá:

  • Valorar nutricionalmente al adulto mayor, adaptando y personalizando su alimentación, formándolo tanto a él como a sus cuidadores.
  • Intervenir en las buenas prácticas de MDA.
  • Informar al equipo pluridisciplinar responsable del adulto mayor (médico, enfermera, etc.).
  • Participar y colaborar en la indicación del soporte nutricional artificial domiciliario: selección de la fórmula, elección de la vía de acceso (enteral y/o parenteral) y de la técnica de administración.
  • Realizar el seguimiento, el control y la evaluación del estado nutricional del adulto mayor.
  • Planificar el seguimiento, la seguridad y control del soporte nutricional a domicilio o del paso a otras formas de alimentación.
  • Valorar la presencia de disfagia orofaríngea y adaptar la dieta e hidratación para disminuir el riesgo de infecciones respiratorias y neumonías aspirativas.
  • Además, en el “certificado de profesionalidad de atención sociosanitaria a personas dependientes en domicilios” pueden intervenir D-N, como profesionales sanitarios formadores, ya que se ofrece consejo alimentario en planificación de dietas, cocina y seguridad alimentaria.

Por todo ello, la evaluación del estado nutricional en la persona mayor es imprescindible y la planificación de una alimentación individualizada, personalizada y adaptada es primordial.

Bibliografía:

1 Fundamed. 2019. Grupo de Trabajo: Situación de la disfagia orofaríngea en España. Desde el cribado al abordaje nutricional

2 Disminució de la despesa sanitària associada a la incorporació del dietista-nutricionista en l’atenció primària de salut. CoDiNuCat, 2019.

3 Cederholm T, Barazzoni R, Austin P, Ballmer P, Biolo G, Bischoff SC, Compher C, Correia I, Higashiguchi T, Holst M, Jensen GL, Malone A, Muscaritoli M, Nyulasi I, Pirlich M, Rothenberg E, Schindler K, Schneider SM, de van der Schueren MA, Sieber

C, Valentini L, Yu JC, Van Gossum A, Singer P. ESPEN guidelines on definitions and terminology of clinical nutrition. Clin Nutr, 2017 36:49-64.