/p>En España unos 8 millones de personas sufren dolor crónico, una enfermedad que tiene un importante impacto psico-orgánico en las personas que lo padecen. De hecho, se ha llegado a promover el reconocimiento mundial del tratamiento del dolor como un derecho fundamental de los seres humanos. Así, «la ausencia de dolor debería ser vista como un derecho de los pacientes y el acceso a la terapia analgésica como una medida del respeto a este derecho», afirma el Dr. Juan Pérez Cajaraville, jefe de la Unidad de Dolor de HM Hospitales.
Geriatricarea dolor Pérez Cajaraville HM Hospitales
“La ausencia de dolor debería ser vista como un derecho de los pacientes”, afirma el Dr. Pérez Cajaraville

Su tratamiento, como el dolor en sí mismo, también es complejo y aunque se dispone de un importante arsenal terapéutico “continúa siendo una asignatura pendiente del sistema sanitario”, comenta el Dr. Pérez Cajaraville. De hecho, en ocasiones, el dolor, sobre todo el crónico, llega a hacerse resistente al conjunto de los analgésicos disponibles.
“En estos casos, hay que recurrir a otros medios terapéuticos que van desde el uso de la misma medicación cambiando la vía de administración a bloqueos nerviosos hasta medidas más agresivas como las neuroquirúrgicas”, detalla. Estas técnicas constituyen lo que se conoce como “cuarto escalón terapéutico” y deben ser realizadas en una Unidad de Dolor.
Tal y como matiza el Dr. Pérez Cajaraville, “el término dolor se usa para describir un rango muy amplio de sensaciones, desde la molestia de un pinchazo, golpe o pequeña quemadura hasta las sensaciones anormales de síndromes complejos, por ejemplo, del llamado dolor del miembro fantasma”De hecho, el dolor es muy subjetivo y cada uno “lo vive a su manera”.
Desde la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor se define como “una experiencia desagradable, sensorial y emotiva, asociada con un daño que sufre el organismo”. Y es que el dolor puede ser tanto el síntoma de una enfermedad como una enfermedad en sí mismo.
La definición de dolor como “experiencia desagradable”, subraya el Dr. Pérez Cajaraville, hace referencia a un conjunto muy amplio de sentimientos entre los que se incluyen sufrimiento, ansiedad, depresión y desesperación. Tal llega a ser en ocasiones la magnitud del dolor que “puede incluso abocar al suicidio, advierte este especialista.
En este sentido, la subjetividad del dolor es tal y tan diversa la forma en que cada individuo lo experimenta que resulta muy complejo cuantificarlo. “Hoy en día no disponemos de ninguna prueba o forma objetiva que nos permita valorar la intensidad de dolor en nuestros pacientes, por ello, debemos tratarlos según lo que ellos sientan y no sobre lo que nos parezca”, comenta el jefe de la Unidad de Dolor de HM Hospitales.
Por ello, en los pacientes que llegan a las Unidades de Dolor la medición debe realizarse siguiendo un procedimiento dinámico, que comienza con una buena historia clínica, la exploración del paciente y la evaluación de pruebas complementarias para poder llegar, siempre que sea posible, a un diagnóstico.
Además, se emplean instrumentos que han sido diseñados específicamente para valorar el dolor partiendo, por ejemplo, de la observación conductual y fisiológica. No obstante, existe unanimidad al considerar que lo que dice el paciente es la fuente de mayor validez y fiabilidad.
Diversos estudios coinciden en subrayar que existe una tendencia entre los profesionales sanitarios a infravalorar el dolor de sus pacientes, lo cual “conduce a pautas analgésicas insuficientes y, en consecuencia, a tratamientos inadecuados”, ya que “lo que no se detecta, no se trata”, afirma el Dr. Pérez Cajaraville.