Casi la mitad de los mayores institucionalizados sufre disfagia
La disfagia se define como la “dificultad para hacer pasar el bolo alimentario desde la boca hasta el estómago”. Tal y como señalan desde Albertia, la forma más común de disfagia es la orofaríngea, provocada por alteraciones neuromusculares que causan debilidad o incoordinación muscular, siendo su presencia habitual en determinadas enfermedades del sistema nervioso central.
Así, diferentes estudios muestran una prevalencia de disfagia del 28-73% tras un ictus, hasta el 84% en demencias severas y del 52% en enfermos de Parkinson. A ello hay que unir el propio proceso de envejecimiento, que favorece la aparición de disfagia, demostrándose su presencia en el 40-50 % de los mayores institucionalizados.
La disfagia ocasiona una ingesta deficiente de nutrientes y líquidos provocando de manera directa desnutrición y deshidratación. Otra repercusión clínica importante es el aumento del riesgo de obstrucciones de la vía respiratoria y de aspiraciones pulmonares, frecuentes desencadenantes de neumonías e infecciones respiratorias de vías bajas.