/p>>Un artículo de Ana Sanz Cañestro,
Responsable del departamento de Terapia Ocupacional de Los Llanos Vital

Los sentidos nos proporcionan la información vital que nos permite relacionarnos con el mundo que nos rodea de forma segura e independiente. Esto se produce a través de las sensaciones, que son el mecanismo que tiene el cuerpo para procesar todos los estímulos que nos llegan. Existen cinco sentidos: la vista, el gusto , el tacto, el olfato y el oído. Cada uno de ellos desempeña una función diferente, aunque todos se complementan.
A medida que vamos envejeciendo los sentidos se vuelven menos agudos, se requiere mayor estimulo para ser conscientes de la sensación. Se produce un cambio en la forma de recibir información, procesarla y enviar respuestas adecuadas al estimulo desencadenante. El envejecimiento puede afectar a todos los sentidos, pero el oído y la vista son con mayor frecuencia los más perjudicados.

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El envejecimiento puede afectar a todos los sentidos, pero especialmente al oído y la vista

 
Los cambios auditivos y visuales si no se diagnostican y tratan temprano repercuten directamente en el estilo y la calidad de vida que se tiene. Con frecuencia presentan dificultades para mantenerse alerta, comunicarse y relacionarse, disfrutar de las actividades, involucrarse en tareas o personas, sentirse incluido, seguros… Por ello se dejan de realizar actividades que antes eran habituales y significativas para las personas, y esto puede llevar a la perdida de autonomía y aislamiento social. Así, la persona experimenta una sensación de incomprensión de los individuos y de la sociedad.
La perdida de función visual y/o auditiva pueden acelerar el deterioro cognitivo. El cerebro tiene un límite, y cuando se esfuerza demasiado en comprender el mundo (desde intentar leer palabras hasta intentar entender un mensaje oral), es menos capaz de desempeñar otras tareas importante. Cuanto menos involucrada este la persona con el entorno, menor estimulación cognitiva recibe, disminuyendo así sus habilidades cognitivas. Si mejoras la visión/audición de las personas con problemas cognitivos, pueden funcionar mejor, y en aquellas que no lo presenten, prevenirlo.
El riesgo de discapacidad visual y auditiva en personas mayores aumenta progresivamente ya que la esperanza de vida cada vez es mayor. La recuperación varía según el momento de aparición, la precocidad, el carácter y comportamiento de la persona, del entorno, la familia y la ayuda profesional entre otras. El colectivo de mayores tiene unas necesidades muy específicas y apenas se dispone de propuestas de intervención dirigidas a ellos.
A la hora de evaluar las alteraciones sensoriales debemos conocer el impacto sobre las actividades cotidianas y el estilo de vida anterior, identificar las aéreas más problemáticas y significativas: preguntar cómo ha cambiado su vida, los planes de futuro, actividades que realiza, como las realiza, actividades que le resultan difíciles etc.
Los principales objetivos en estas patologías se dirigen a recobrar, fortalecer y mantener la capacidad, aumentado así su autoconfianza, seguridad e independencia y por otro lado promover y estimular el resto de sentidos.
La intervención del equipo rehabilitador tiene un papel fundamentar, ya que son ellos los que seleccionan el sistema de amplificación más adecuado, rehabilitan y conservan las posibilidades de autonomía funcional, tratan aspectos psicológicos para la persona y la familia, proporcionan claves sensoriales…
Para concluir, cabe destacar que es importante prevenir, diagnosticar y tratar los déficits sensoriales, ya que afectan a múltiples aspectos: cognitivos, emocionales, psicológicos, conductuales y físicos. Entre las diferentes estrategias existentes para tratar estas afecciones se incluyen modificar el desempeño, adquirir nuevas destrezas, adaptar el entorno, estimular al paciente, proporcionar ayudas técnicas o dotar de equipamiento técnico, con el objetivo de fomentamos su autonomía y su calidad de vida.