Un artículo de Alfredo Toledo Ivaldo, MD, MBA – Uruguay

Un fenómeno que, en mayor o menor medida se está dando en todo el mundo, es que la proporción de personas mayores crece con mayor rapidez que cualquier otro grupo etario. La esperanza de vida aumenta, lo que significa el envejecimiento global de la población mundial. Ese envejecimiento puede y debe considerarse por un lado un avance y por otro, un gran desafío, pues supone una mayor exigencia social y económica para que las personas mayores tengan una adecuada calidad de vida, siendo este el verdadero reto a enfrentar en los próximos años.

Transición demográfica

En las próximas décadas de este nuevo siglo, muchos países, por ejemplo la gran mayoría de los países de América Latina y el Caribe, enfrentarán los efectos de sus respectivos procesos de transición demográfica.
La disminución de la fecundidad y de la mortalidad que han experimentado y seguirán experimentando muchos países en todo el mundo, impacta la estructura por edades y lleva a la “verticalización” de la clásica “pirámide de edades” provocando una notable reducción de la base y un incremento del vértice de la misma.

Envejecimiento

La reducción de la mortalidad a edades tempranas y la prolongación del promedio de vida constituyen logros de gran importancia y trascendencia para la humanidad. No hay duda que entre los éxitos más resonantes del siglo pasado cabe destacar el aumento de la longevidad, la disminución de la fecundidad y el mejoramiento de la salud, todo lo cual ha favorecido una transición demográfica de rapidez inédita. Pero el envejecimiento poblacional no solo debe ser valorado como un éxito sino que requiere un esfuerzo enorme de las sociedades para hacer frente a una población adulta creciente.

El envejecimiento, lejos de agotar los recursos o ser una carga para la sociedad, debe ser una acumulación de capital humano, social, económico y ambiental

 
Para enfrentar los retos planteados por esta nueva estructura demográfica que genera nuevas demandas, es necesario que los países cuenten con información y conocimientos actualizados sobre la situación de los adultos mayores, sus requerimientos y como resolver los mismos preservando por sobre todas las cosas su calidad de vida.
En América Latina y el Caribe el envejecimiento, aún con distintos ritmos de avance, es un proceso generalizado, todos los países de la región marchan hacia sociedades más envejecidas. La población de 60 años y más está aumentando sostenidamente en todos los países, lo cual lleva a un aumento tanto en el número de personas adultas mayores como en el peso de los mismos en la población total. En este contexto, los adultos mayores van adquiriendo un peso poblacional cada vez más significativo.

“Estamos en medio de una revolución silenciosa que va más allá de la demografía, con importantes repercusiones económicas, sociales, culturales, psicológicas y espirituales”
(Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, octubre 1998).

Envejecimiento activo y saludable

La sociedad en general continúa relacionando la vejez y los mayores con la enfermedad, la dependencia y la falta de productividad, en muchas ocasiones haciendo caso omiso de su experiencia y su sabiduría.
La mejor definición es la adoptada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que define el envejecimiento activo como “el proceso por el que se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez”. Esta definición no sólo contempla el envejecimiento desde el punto de vista de la atención sanitaria, sino que incorpora todos los factores de las áreas social, económica y cultural que impactan durante el proceso de envejecimiento de las personas.
El envejecimiento activo y saludable debe considerarse un objetivo primordial tanto por la sociedad en su conjunto como por los responsables políticos, intentando mejorar la autonomía, la salud y la productividad de los mayores.
Que el medio físico, el barrio, la comunidad tenga en cuenta a los mayores puede ser determinante en el hecho de que dichas personas sean dependientes o independientes. Por ejemplo, es más probable que una persona mayor sea física y socialmente activa si puede ir a pasear con seguridad en parques y plazas bien iluminados y acceder al transporte local con facilidad. Las personas mayores que viven en zonas inseguras o contaminadas salen menos de casa y, por tanto, son más propensas al aislamiento y a la depresión, así como a que su estado físico sea peor y tener mayores problemas de movilidad.
En el terreno laboral, es necesario apoyar la contribución activa y productiva de las personas mayores, tanto en trabajos remunerados como sin remunerar (el hogar, el cuidado de niños o de otros mayores) y en labores de voluntariado (en colegios, comunidades, organizaciones públicas, museos y empresas privadas). Estas actividades mantienen y aumentan sus contactos sociales y su bienestar mental, a la vez que hacen que se sientan reconfortados por su contribución a la sociedad.

El sector Salud

La nueva situación demográfica mundial requiere una fuerte intervención del sector Salud porque no se trata solamente de vivir más años sino que el objetivo es que los mismos permitan una vida plena, asociada al concepto de “calidad de vida” el máximo tiempo posible.
Las investigaciones acerca de la longevidad han comprobado que entre los factores que contribuyen a lograr el buen envejecimiento se destacan la prevención de enfermedades y discapacidades, el mantenimiento de un alto grado de actividad física y de las funciones cognoscitivas, y la participación constante en actividades sociales y productivas.
La salud de las personas de edad es un elemento clave para el desarrollo socioeconómico de los países. La nueva realidad poblacional plantea un reto importante para la salud pública en un momento en que la persistencia de la pobreza en países que todavía se enfrentan con los problemas básicos del desarrollo, genera mayores presiones sobre sistemas sanitarios que ya están de por sí muy sobrecargados.
La mayoría de los países de América Latina y el Caribe atraviesan una etapa intermedia de transición demográfica. Las inversiones en el ámbito de la salud de los niños y los adolescentes siguen teniendo una gran prioridad para la salud pública, mientras que a las necesidades sanitarias de las personas de edad y al establecimiento de infraestructuras para una sociedad que va envejeciendo rara vez se les presta la atención necesaria.
Si bien las enormes dificultades que plantean las necesidades sanitarias, sociales y económicas de las personas mayores varían de país en país, un principio común para la acción es la necesidad de concentrarse en la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y la disminución de la dependencia de las personas de edad.
Los cambios que acompañan al envejecimiento progresan gradualmente y las diferencias individuales son significativas. Por ejemplo, el rendimiento físico de una persona de 70 años de edad que se mantiene en forma puede ser similar al de una persona de 30 años que no se mantiene en forma.
Durante el proceso de envejecimiento capacidades intelectuales como el tiempo de reacción, la velocidad de aprendizaje y la memoria, disminuyen de forma natural. Sin embargo, esto puede compensarse con un incremento de la sabiduría, de los conocimientos y de la experiencia. Es más frecuente que la falta de actividad práctica, la falta de motivación y de confianza, el aislamiento y la depresión, sean causa de la disminución del rendimiento cognitivo que el envejecimiento en sí mismo.
Uno de los mitos sobre el envejecimiento gira sobre la idea de que adoptar un estilo de vida saludable en la vejez es demasiado tarde, pero esto no es así. Realizar una actividad física adecuada evitando la vida sedentaria, llevar una alimentación sana, no fumar, el consumo prudente de alcohol y el uso correcto de los medicamentos en la vejez, pueden evitar enfermedades y el declive funcional, pueden fomentar las relaciones sociales, prolongan la longevidad y mejoran la calidad de vida.
Las cuestiones sanitarias relacionadas con el crecimiento del grupo poblacional de más edad abarcan aspectos importantes que hacen a la equidad. Ante todo, la salud en la vejez depende mucho de los modos de vida, la exposición a factores de riesgo y las oportunidades de acceso a la protección y la promoción de la salud en el transcurso de la vida.
Sin embargo, la posibilidad de contar con una atención sanitaria integral de buena calidad varía mucho entre los distintos estratos socioeconómicos. Sin estrategias nacionales para tratar cada uno de estos factores con justicia, las desigualdades de calidad de vida y bienestar de las personas de edad de diferentes clases socioeconómicas no harán sino ahondarse en la vejez.

Calidad de vida

Este crecimiento demográfico de las personas adultas presenta grandes desafíos para la vida de las personas que van más allá de la simple adición de años, ya que adquieren dimensiones muy complejas y multifacéticas. Este aumento en la longevidad si bien es celebrado por la sociedad en su conjunto y por sus miembros individuales, tiene repercusiones profundas para las cuestiones relativas a la calidad de vida y al envejecimiento saludable, a la edad y la integración social, a la situación de las mujeres de más edad y al fomento del apoyo y la seguridad colectiva durante toda la vida.
Las personas de edad participan cada vez más activamente en la sociedad, aportan su contribución y están cambiando la idea de que simplemente dependen de los demás. Por ejemplo, en la mayoría de los países africanos el cuidado de los huérfanos de las víctimas del VIH/SIDA ha recaído principalmente en las personas de edad.

Los adultos mayores están adquiriendo un peso poblacional cada vez más significativo

 
Nuestra meta social debe ser la promoción del buen envejecimiento, para ello debemos implementar acciones no solo de protección de las personas adultas sino también tratando de que las mismas continúen aportando al bienestar de la sociedad en general y al suyo propio. El reconocimiento de las necesidades como grupo poblacional es fundamental para el desarrollo de planes y programas que busquen optimizar las funciones de los adultos mayores y mantener su calidad de vida.
El proceso de envejecimiento repercute sensiblemente sobre varios factores del desarrollo y el funcionamiento de las sociedades, y también sobre el bienestar relativo no solo de las personas de edad sino de los grupos más jóvenes. De esos factores, los más importantes son los sistemas de pensión y jubilación; la composición de la población activa y las modalidades de participación en la misma; los arreglos en cuanto a familia y hogar; las transferencias intrafamiliares de una generación a otra; y las condiciones de salud de las personas de edad. Todos los países, en grados diferentes y en distintos momentos, tendrán que incluir el tema de las repercusiones del envejecimiento de la población entre sus asuntos prioritarios en los ámbitos de la salud pública y la economía.

Políticas públicas

Durante la mayor parte del siglo pasado, la política en materia de envejecimiento fue formulada pensando en una sociedad joven. En lo sucesivo, las políticas relacionadas con las personas de edad, las más jóvenes y las de edad intermedia deberán formularse teniendo presente una sociedad que envejece y en la que muy pronto una de cada tres personas tendrá más de 60 años.
El apoyo social de familiares, amigos, vecinos o voluntariado, las oportunidades para la educación y el aprendizaje durante toda la vida (y especialmente en la actualidad, en el área de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación) y la protección frente al abuso tanto físico, sexual, psicológico y económico, son fundamentales para mejorar la salud, la independencia y la productividad en la vejez. Evitar la soledad, el aislamiento social, el analfabetismo y la falta de educación y el abuso disminuye enormemente los riesgos de discapacidad y muerte prematura en las personas mayores. Y para ello son fundamentales las políticas públicas.
Para lograr una “cultura del envejecimiento activo” es necesaria la interacción de factores tanto de índole sanitario, económico, del entorno físico, personales, conductuales y por supuesto sociales.
Para el fomento del envejecimiento activo, los sistemas sanitarios y sociales públicos y privados deberían colaborar en la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades, estableciendo programas de educación nutricional y de salud bucal y programas de ejercicio para el mantenimiento o recuperación de la movilidad y fuerza.
La comunidad internacional y las comunidades nacionales y locales deben comenzar de inmediato a ajustar y alinear sus infraestructuras, normas, planes y recursos teniendo en cuenta la actual realidad demográfica.
Si se realizan inversiones sensatas con antelación, podrá lograrse que el envejecimiento lejos de agotar los recursos o ser una carga para la sociedad, pase a ser una acumulación de capital humano, social, económico y ambiental.
El reconocimiento de la singularidad que se conforma a lo largo de la vida de cada persona es una consideración fundamental para motivar a las sociedades as que acojan las contribuciones de sus ciudadanos de más edad. El conjunto de conocimientos, sabiduría y experiencia que suele acompañar a la edad avanzada forma parte de un saber interior que no se puede intercambiar, vender ni robar. Por el contrario, se debe activar, ampliar y utilizar en todas las coyunturas, los ámbitos y los espacios de la sociedad, así como en las ventanas de nuestra imaginación creadora.
Para desarrollar un envejecimiento positivo, activo y saludable, la sociedad debe proporcionar a los mayores oportunidades para que puedan ser independientes, para que gocen de buena salud y para que sean productivos. Asimismo es importante que disfruten de una mayor seguridad y comodidad, fomentando el bienestar y creando entornos ambientales más propicios y favorables. Hay que pensar más en capacitar que en discapacitar, considerando a los mayores como participantes y contribuyentes activos de la sociedad.
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