Un artículo de Elena Carrascosa,
presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos (CGCOP)

A partir de cierta edad, es muy importante crearse ciertos hábitos y costumbres que seguiremos durante el resto de nuestra vida. Si, por ejemplo, creamos la costumbre de salir a caminar durante una hora todos los días, es difícil que pasados los años dejemos de practicar esta actividad. Es recomendable practicar ejercicio todos los días, ya sea caminando o realizando una actividad acorde a nuestro estado de salud y edad. Lo importante es mantener una dinámica y permanecer activos.

Es importante que las personas mayores cuiden su salud. Por tanto, debemos promover prácticas de higiene y salud personal y prevenir el empeoramiento de situaciones por falta de movilidad. Un alto porcentaje de personas mayores necesita visitar a un profesional de la Podología periódicamente, algo necesario para tener calidad de vida y poder potenciar el envejecimiento activo y saludable.

El profesional de la podología puede poner un tratamiento adecuado a cada caso de pie geriátrico

El pie es un indicador del estado general de salud: hay enfermedades sistémicas, como la diabetes, la artrosis y la gota, que se manifiestan en esta región anatómica.

Pie diabético con mala vascularización y alteraciones ungueales.

Las afecciones de los pies son causa frecuente de incapacidad, y veremos trastornos de la marcha, inmovilidad prolongada y caídas recurrentes si esos problemas en los pies de las personas mayores no son tratados de manera adecuada por un experto, como el podólogo.

Pie con una lesión en el segundo dedo.

El pie no solo soporta el peso del organismo, sino que también realiza los movimientos necesarios para caminar y correr. Otra de sus funciones clave es la colaboración en el mantenimiento del equilibrio. Sin embargo, a pesar de su importancia, su higiene y cuidado a menudo quedan relegados a un segundo plano.

La edad geriátrica es una etapa vital en la que una buena salud podológica puede contribuir notablemente a una mejor calidad de vida. Los programas de atención a las personas mayores deben contemplar los cuidados podológicos. Resultan fundamentales para el anciano que mantiene así la dignidad y la calidad de vida. Es necesario proporcionar cuidados podológicos básicos, imprescindibles para que sigan siendo personas activas. En el anciano, lo más importante, más que la estética del pie, es el alivio del dolor, que puede condicionar enormemente la movilidad.

Para entender las características típicas del pie geriátrico hay que saber que con el paso de los años tiene lugar una atrofia de las células fibroadiposas del pie, sobre todo la zona del talón, lo que condiciona un apoyo excesivo sobre el hueso calcáneo (el del talón); al mismo tiempo, tiene lugar una disminución en la movilidad de las articulaciones, debido a los cambios degenerativos del cartílago, a lo que hay que unir cierto grado de atrofia muscular. Con una exploración y diagnóstico realizado por un profesional de la podología, se puede poner un tratamiento adecuado a cada caso.

Pie diabético con mala vascularización y alteraciones ungueales

Las personas con diabetes deben tener especial atención y cuidados del pie. Una complicación en el pie de un paciente con diabetes supone un grave riesgo para su salud.

Entre las enfermedades del pie que más comúnmente se atienden en una consulta podológica, podemos incluir:

  • Hiperqueratosis (durezas) y helomas (popularmente conocidos como callos)
  • Alteraciones osteoarticulares, como dedos en garra, dedos en martillo, juanetes o espolón calcáneo.
  • Alteraciones derivadas de una patología degenerativa articular, como artrosis, artritis reumatoide o gota.
  • Alteraciones ungueales (en las uñas), como onicogrifosis o engrosamiento de la lámina ungueal, uñas encarnadas y onicomicosis (hongos).

Para tratar las alteraciones de la piel, como pueden ser helomas o hiperqueratosis, está contraindicado el uso de callicidas, parches adhesivos y otros fármacos sin receta ni prescripción podológica. Tampoco se aconsejan remedios caseros ni el uso de instrumentos afilados. Es el podólogo quien realizará un correcto diagnóstico de la causa que provoca estas alteraciones y pondrá tratamiento adecuado en cada caso.

La excesiva sequedad de la piel provoca la aparición de grietas que, con frecuencia, se presentan en los talones. Pueden ser sumamente dolorosas, además de una fuente de infección. Por tanto, al igual que otras alteraciones ya mencionadas, pueden dificultar la movilidad.

Muy importante es la educación sanitaria podológica: se debe prestar especial atención a la higiene y cuidado de los pies. El lavado debe hacerse con agua templada y jabones neutros. No conviene añadir sal al agua, ya que causa un efecto negativo al deshidratar la piel.

Tras el lavado es de gran importancia secar bien los pies, especialmente los espacios interdigitales (entre los dedos). Posteriormente, pueden usarse productos antisépticos y desodorantes, así como cremas hidratantes, evitando en este caso aplicarlas entre dedos. Las uñas deben cortarse de forma recta, nunca más allá de donde termina la yema del dedo; se evita, de esta forma, la aparición de la conocida uña encarnada.

Para una persona mayor no vale cualquier calcetín. Debe ser firme pero sin apretar y debmos elegir siempre fibras naturales en detrimento de las sintéticas. Desaconsejamos las fibras sintéticas porque no favorecen la transpiración. Las fibras naturales como el algodón o la lana consiguen un grado alto de comodidad, no fomentan el mal olor y, por lo general, suelen durar bastante. El elástico ha de sujetar con firmeza, pero sin dejar marca ni apretar de manera excesiva, porque podría dificultar la circulación sanguínea. Este factor es clave a la hora de comprar calcetines para personas con diabetes o con problemas circulatorios.

En cuanto al calzado, los zapatos de tacón alto, así como de punta estrecha, no son los más adecuados, ya que su uso continuado se asocia a diversas deformidades ya mencionadas; lo más recomendable es un calzado ligero, cómodo y flexible, sin costuras y cuyo tacón no supere los 3-4 cm; es conveniente no usar los mismos zapatos todos los días. Se debe evitar caminar descalzo, ya que el pie puede sufrir cualquier lesión o infección, especialmente peligrosas en la persona diabética.

Como conclusión, podemos decir que la prevalencia de patologías del pie es sumamente alta en la población mayor. Hay que ser conscientes de la importancia de incluir un profesional de la podología en los equipos que se encargan de la evaluación de los pies de los pacientes geriátricos.

El podólogo debe ser quien realice las recomendaciones relacionadas con el calzado, realice un estudio biomecánico para tratamiento con plantillas o proponga el abordaje quirúrgico que corresponda según la alteración diagnosticada.

Incluir profesionales de la podología en los equipos de atención primaria reduciría gran parte de los problemas derivados de alteraciones en los pies de los pacientes. Por tanto, repercutiría de manera muy positiva en su calidad de vida. Mantener una actividad física moderada también contribuye de manera positiva al envejecimiento activo.

Es necesario garantizar la protección, dignidad y asistencia a los mayores en el caso de que ya no puedan mantenerse y protegerse de forma autónoma. La seguridad es una conquista tanto social como individual, algo que compete al Estado y a la persona. Para lograr el objetivo del envejecimiento activo es necesario un trabajo multidisciplinar, coordinado, con medidas tanto desde el sector sanitario y social, como desde la educación, el empleo o la economía. Un sistema sanitario que invierte en prevención siempre es más rentable a largo plazo.