Un artículo del Dr. David A. Pérez Martínez,
Patrono de la Fundación Alzheimer España (FAE)
Jefe del Servicio de Neurología. Hospital 12 de Octubre de Madrid

La Enfermedad de Alzheimer (EA) es uno de los grandes problemas socio-sanitarios a los que se enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Actualmente se estima que cerca de 50 millones de personas sufren alguna causa de demencia, siendo la EA su principal causa. Las expectativas para las próximas décadas son pesimistas. Con el envejecimiento poblacional previsto se espera que en el año 2050 hasta 130 millones de personas sufran este tipo de patologías. Por lo tanto, la necesidad de buscar evidencias sobre la utilidad de intervenciones que prevengan o reduzcan el riesgo de Alzheimer es acuciante.

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La aparición del deterioro cognitivo en edades tardías es un fenómeno complejo y multifactorial

Las evidencias de que las demencias, y la EA en particular, pueden ser prevenidas son relativamente recientes. Diversos estudios observacionales han demostrado que la aparición del deterioro cognitivo en edades tardías es un fenómeno complejo y multifactorial que depende de la presencia de diversos factores de riesgo balanceados con otros factores de prevención. De hecho, diversos estudios estiman que el control de todos estos factores podría evitar o retrasar la aparición de EA y otras demencias entre un tercio y la mitad de los casos.

Posiblemente los factores de riegso mejor estudiados asociados a la EA son los factores de riesgo vascular. Tanto la hipertensión arterial, como la hipercolesterolemia y la Diabetes Mellitus (DM) se asocian con la demencia vascular y la EA. La hipertensión arterial parece ser el factor más importante, especialmente en las edades medias de la vida y va reduciendo su efecto a medida que el sujeto envejece. Es más, en sujetos ancianos, la hipotensión arterial podría comportarse inversamente como un factor de riesgo para el deterioro cognitivo.

El estilo de vida y la actividad física son elementos con una creciente evidencia. Muchos de ellos son difíciles de recoger en los estudios epidemiológicos y de cuantificar, especialmente el ejercicio físico. No obstante, sabemos que su beneficio se extiende a lo largo de toda la vida. En sujetos jóvenes y de edad media, mantener niveles elevados de ejercicio fisico previene el deterioro cognitivo al envejecer. Y el ejercicio en sujetos ancianos, e incluso con deterioro cognitivo, previene su aparición o enlentece su progresión.

El ejercicio tiene, además, un efecto sinérgico mejorando el control de la glucemia en el diabético y la tensión arterial en el hipertenso. No está claro cuanto es el ejercicio suficiente; pero no parece que sea necesario hacer ejercicio de manera intensiva. El objetivo debe centrarse en evitar el sedentarismo y caminar o hacer ejercicio ligero de manera diaria.

La actividad intelectual y el grado de educación son factores muy estudiados desde hace décadas. A mayor nivel educativo, menor riesgo de demencia. Menor es la evidencia asociada a otras actividades intelectuales, pero la participación en actividades sociales, culturales y aficiones parece aportar beneficios. En sujetos mayores, los programas que engloban actividad física e intelectual son factores de prevención para el deterioro cognitivo. Los bailes de salón, por ejemplo, o las actividades musicales entrañan beneficios cognitivos y emocionales.

En general, facilitar la interacción social, evitar el aislamiento y los sentimientos de soledad son intervenciones que deberían asegurarse durante toda la vida. Este ha sido uno de los elementos más perjudiciales que ha producido la pandemia por la Covid-19. El confinamiento y la falta de visitas ha generado una segunda “pandemia” de síntomas emocionales y cognitivos. El empleo de las tecnologías de la información debería intentar reducir este efecto, pero es un reto al que nunca nos hemos enfrentado antes.

En los últimos años ha tomado un interés creciente el tipo de dieta. Afortunadamente, las mayores evidencias se encuentran asociadas a la dieta mediterránea que es la dieta tradicional de gran parte de nuestro país. Aunque no existe una única fórmula para definir la dieta mediterránea, por consenso se entiende que hablamos de una dieta rica en fruta, verduras, frutos secos, pescado y aceite de oliva. Además, modera o reduce la ingesta de carne roja. Esta combinación de nutrientes se asocia a una menor tasa de deterioro cognitivo y demencia en sujetos mayores.

En nuestro entorno, el estudio PREDIMED, que analizaba la adherencia a la dieta mediterránea entre más de 7.000 participantes, presentó claros beneficios a los que seguía dicha dieta con mejores puntuaciones en los test cognitivos. Sin embargo, no hay evidencias suficientes en el campo de la prevención para los suplementos alimentarios o el uso de antioxidantes o polivitamínicos. El conjunto de la dieta y su efecto global parecen relacionado con el beneficio, no por elementos separados o suplementos específicos.

Como conclusión, se podría decir que existe un estilo de vida neurosaludable que incluye medidas e intervenciones diversas. Fomentar el ejercicio físico regular, una dieta equilibrada de tipo mediterránea y actividades intelectuales interesantes son elementos clave para asegurar un envejecimiento neurosaludable. Las intervenciones deberían asegurarse a lo largo de toda la vida. Empezando por la infancia al mantener una adecuada escolarización y estimulación precoz, para seguir con el fomento del ejercicio físico y la dieta neurosaludable en edades medias de la vida.

Finalmente, los mayores deberían tener una vida rica en interacción social, aficiones y ejercicio físico junto a un control adecuado de los factores de riesgo vascular. Estos programas multidisciplinares han demostrado beneficio en diversos análisis como en el estudio FINGER realizado en Finlandia. Todo ello nos proporciona la conclusión que el envejecimiento saludable es el producto de múltiples intervenciones y requiere de un esfuerzo para generar un ecosistema de intervenciones que ayuden a nuestros mayores a envejecer con calidad de vida.

Sobre el autor:

El Dr. David Pérez es neurólogo, jefe del servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre y Profesor de Neurología de la Universidad Complutense de Madrid. Así mismo es miembro del patronato de la Fundación Alzheimer España y participa en diversos estudios clínicos en el tratamiento y prevención de la enfermedad de Alzheimer. Ha publicado más de un centenar de trabajos científicos y ha participado en numerosos libros de neurología clínica.