Cuidar de las personas mayores en sus propios hogares, rodeados por el entorno familiar, sigue siendo la alternativa preferida por la mayoría de las personas. No obstante, estar a cargo de los cuidados de una persona mayor dependiente puede generar agotamiento físico, emocional y mental generando el “síndrome del cuidador quemado” o “burnout”.

El “síndrome del cuidador quemado” es más habitual cuando la persona cuidada padece alguna enfermedad crónica, como Alzheimer, Demencia, ELA o Parkinson, lo que puede llegar a generar problemas importantes en la relación del núcleo familiar y en la propia salud de aquellos que deciden responsabilizarse del cuidado.

En este sentido, desde Cuideo, empresa especializada en servicios para el cuidado de las personas mayores a domicilio, recomienda cuatro consejos para prevenir los riesgos para la salud tanto física como mental de los familiares que deciden asumir el rol de cuidador.

1. Conocer el punto en el que se encuentra la enfermedad del familiar

Entender la enfermedad, su evolución y la forma en la que afecta a la persona en cuestión es de vital importancia, pues permite anticiparse a los cambios progresivos que se irán produciendo, así como también comprender mejor las decisiones y actitudes que hay que adoptar en cada situación.
Además, asimilar las dificultades a las que el familiar afectado se enfrenta es muy importante, ya que de esta forma se regulan las expectativas y, en definitiva, se relativiza la sensación de frustración que puede derivarse de la interacción con él.

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El “síndrome del cuidador quemado” es habitual en cuidadores de personas que padecen alguna enfermedad crónica, como Alzheimer, Demencia, ELA o Parkinson

2. Pedir ayuda emocional siempre que se necesite

Hay veces en las que el cuidador se ve tan desbordado, se bloquea y no sabe ni qué hacer ni qué decir. En estos casos, lo mejor es poder expresar abiertamente todo aquello que siente, sus frustraciones, temores y resentimientos, con algún familiar cercano, amigo, compañero de trabajo o incluso con algún profesional experto. Todas estas comunicaciones favorecerán la relajación y el estado anímico de la persona que cuida al dependiente, así como también su relación intrafamiliar.

3. No dejar de lado la vida privada ni los momentos de desconexión

El desgaste físico y emocional que experimenta una persona que convive y cuida de alguien dependiente es tan profundo que puede derivar en serios problemas de salud, tales como taquicardias, depresión, insomnio o irritabilidad, entre otros. En este sentido, es fundamental dedicarse tiempo a uno mismo para desconectar y hacer lo que más nos gusta.
El ejercicio físico como el yoga o el pilates es el aliado perfecto en estos casos, ya que permite tener un mayor control de la respiración, eliminar toxinas, apaciguar las tensiones diarias y mantener la fuerza muscular.
Además, la vida social y personal facilitará también la desconexión y permitirá recargar fuerzas para volver a los cuidados con mayor energía y vitalidad. Puede parecer un tópico, pero nunca hay que olvidar que cuidar de nosotros mismos es fundamental para poder cuidar de los demás.

4. Pedir ayuda a los profesionales del cuidado de mayores

Es importante saber en qué momento hay que recurrir a ayuda profesional con tal de mejorar la calidad de vida de la persona mayor y evitar así que el entorno familiar caiga en el “síndrome del cuidador quemado”. En los últimos años, han surgido numerosas plataformas de cuidadores a domicilio con amplia experiencia en patologías y demencias que pueden ser de gran ayuda.

En este sentido, Cuideo ofrece un servicio de calidad adaptado a las necesidades reales de cada uno y permite a las personas envejecer en su hogar de manera segura y sostenible. “Como parte del servicio, también realizamos un seguimiento continuado con las familias y cuidadores para atender sus necesidades y resolver cualquier tema de forma rápida y eficiente”, indica Roberto Valdés, cofundador y consejero delegado de Cuideo.