Las personas mayores son especialmente vulnerables a diversas disfunciones visuales que pueden impactar en su calidad de vida, según advierte el Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León. La detección temprana y los hábitos saludables son clave para preservar la visión en la edad adulta.

El Colegio de Ópticos-Optometristas de Castilla y León (COOCYL) ha puesto en marcha una nueva campaña sobre la Salud Visual en las distintas etapas de la vida, dedicada en esta ocasión a las personas mayores, abordando los principales retos y consejos en torno a la visión que deben tener en cuenta los ciudadanos a medida que cumplen años.

Las personas mayores tienen mayor riesgo de padecer disfunciones oculares y visuales relacionadas con la edad, como cataratas, glaucoma, degeneración macular o retinopatía diabética, y con una visión reducida. También aumentan las probabilidades de experimentar caídas, aislamiento social o disminución de su independencia.

Por ello es tan importante llevar un control periódico con los profesionales de la visión y asegurar la detección precoz de cualquier anomalía para tratarla a tiempo y asegurar la mejor salud visual posible con las correcciones, terapias y pautas de comportamiento adecuadas para cada caso.

Geriatricarea problemas de visión en adultos mayores
Las personas mayores son especialmente vulnerables a diversas disfunciones visuales que pueden impactar en su calidad de vida

De hecho, según datos de la Fundación Salud Visual (FUNSAVI), 8 de cada 10 mayores de 60 años tienen problemas visuales y/u oculares, y por ello es vital saber cuándo y cómo buscar ayuda profesional, porque con exámenes oftalmológicos y optométricos regulares se pueden evitar o retardar muchos de estos problemas que, inevitablemente, crean dependencia y afectan gravemente a la calidad de vida.

Ana Belén Cisneros, vicedecana de COOCYL, declara que “existen una serie de enfermedades oculares cada vez más prevalentes que pueden cambiar la visión de forma permanente, por lo que cuanto antes se detecten y se traten, más probable es que se pueda conservar la visión”.

Enfermedades más prevalentes y cómo detectarlas

La degeneración macular asociada a la edad (DMAE) afecta a la mácula (el centro de la retina sensible a la luz) y provoca la pérdida de visión central, por lo que se complican actividades como leer, conducir, ver la televisión o reconocer rostros. Es importante estar alerta ante distorsiones visuales, necesidad de luz más intensa para tareas en visión de cerca, dificultad para adaptarse a los niveles más bajos de luz o notar visión y puntos borrosos.

Por otro lado, las cataratas son áreas turbias u opacas que se generan por la edad en el cristalino, normalmente transparente, y pueden causar visión borrosa, así como una disminución de la sensibilidad al contraste o a la capacidad de ver en condiciones de poca luz.

Afecta a más del 50% de las personas mayores de 70 años, y las primeras señales de alarma pueden ser la visión borrosa, el aumento de la dificultad en visión nocturna, mayor sensibilidad a la luz o al resplandor, cambios frecuentes en las lentes prescritas, decoloración o amarillamiento de los colores o visión doble de un solo ojo.

La retinopatía diabética aparece en personas con diabetes como resultado del daño progresivo en los diminutos vasos sanguíneos que nutren la retina y, en su forma más grave, puede causar ceguera. De hecho, es la principal causa de pérdida visual no recuperable en los países industrializados en pacientes entre los 50 y los 70 años de edad. Entre sus síntomas también se encuentra la visión borrosa o su pérdida progresiva, así como zonas de la visión oscuras o vacías.

El glaucoma, que afecta ya al 3% de la población española, se produce por un daño en el nervio óptico con pérdida de la visión periférica, y si no se trata a tiempo, también puede causar ceguera, Tiene un alto componente genético, por lo que hay que extremar la vigilancia si se tienen antecedentes familiares con la enfermedad.

El ojo seco también se vuelve más común con la edad, ya que los cambios hormonales hacen que los ojos produzcan menos lágrimas o que se evaporen más rápidamente. Molestias, escozor, quemazón, sensación de sequedad y de arenilla, e incluso fluctuación de la agudeza visual, pueden alertarnos de este problema.

Ana Belén Cisneros explica que “todas estas alteraciones visuales suponen un obstáculo añadido para los mayores y aumenta su exposición a sufrir accidentes, por lo que es crucial estar atento a las señales de alerta y acudir a tu óptico-optometrista de confianza”.

Hábitos saludables para mantener una buena salud visual

En el caso de la dieta, hay que aumentar la ingesta de frutas y verduras, como el brócoli, col rizada, naranjas y mandarina, que contienen luteína y zeaxantina, muy beneficiosas para los ojos. Es importante también la vitamina C, presente en vegetales y frutas, y la vitamina E, que se encuentra en el aceite vegetal y en frutos secos.

En relación a los estilos de vida, los mayores no deben olvidar el uso de gafas de sol de forma habitual, descansar cada 10 minutos cuando se lea para reducir la tensión y aliviar la fatiga ocular, y controlar la presión arterial alta, porque podría estar dañando los ojos sin que nos demos cuenta.

“Acudir a las revisiones programadas por el óptico-optometristas es crucial, ya que la graduación puede cambiar a medida que envejecemos y si no se corrige, podríamos agregar un estrés adicional a nuestros ojos”, asegura la vicedecana de COOCYL.

Crece la prevalencia de la baja visión

Aunque el envejecimiento no es una causa en sí misma de la baja visión, ya que puede ser causada también por lesiones oculares y cerebrales, así como por ciertos trastornos genéticos, lo cierto es que es más prevalente en personas mayores, debido, fundamentalmente, a las enfermedades mencionadas con anterioridad.

En el caso concreto de España, hay unos dos millones de personas con baja visión y su incidencia ha crecido notablemente en las últimas décadas, precisamente por el aumento de la esperanza de vida. La sufren aquellas personas que suelen tener una agudeza visual igual o menor a 0,3 y/o una pérdida de campo visual de menos de 20 grados. Además, puede ir acompañada de pérdida de sensibilidad al contraste, anomalías en la visión del color y visión nocturna, y aumento de la sensibilidad a la luz.