Un artículo de Imma Playà Pujols, Directora Fundació Agrupació

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), el envejecimiento activo y saludable es el proceso por el que se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez. La biología, la genética y la capacidad de adaptación son tres factores fundamentales que determinan cómo envejece una persona.

Cuando hablamos de envejecimiento, deberíamos diferenciar a las personas de 65 a 80 años de las mayores de 80, porque las necesidades, las capacidades y las expectativas no son las mismas. De la misma manera que no tratamos igual a un/a joven de 17 años que a un adulto de 40.

Para poder tener un envejecimiento activo y saludable se necesita un compromiso y una asunción de responsabilidades individuales y comunitarias

La esperanza de vida de la población se sitúa por encima de los 80 años, como término medio. Las mujeres viven más, pero la mayoría en peores condiciones de salud. El incremento de la esperanza de vida es una buena noticia y supone un desafío para el individuo y la sociedad, porque tenemos que transformar el «estar» en el «ser».

No podemos conformarnos en añadir años a la vida, sino vida a los años. Se trata de no ser sujetos pasivos sino participativos en todos los ámbitos de la sociedad, pero esta no es una decisión únicamente personal, debe ir apoyada y promocionada desde la familia, el entorno laboral, la salud, la participación en temas culturales, sociales, políticos, organizaciones sin ánimo de lucro, los medios de comunicación y todo el entramado que forma la sociedad.

Nos encaminamos a un futuro inmediato donde el grupo de población mayoritario serán las personas mayores de 65 años, ¿Estamos preparados para esta realidad a nivel individual y comunitaria? Creo que a nivel individual ha habido grandes cambios en los últimos años. Las personas mayores de 65 años de hoy, no tienen nada que ver con las de hace sólo unas décadas. El nivel formativo, cultural, familiar, económico, social y sus expectativas de cómo quieren afrontar esta etapa vital difiere mucho de sus antepasados. Hoy, la franja de mayores de 65 a 80 años reivindican ser protagonistas de su proyecto vital.

A nivel comunitario creo que no estamos preparados para este reto y no se trata únicamente de recursos, es un tema más profundo que afecta al ADN social. Aún hoy vemos que se trata y se habla a los mayores como si fueran niñ@s. Muchas veces, si una persona mayor va al médico acompañado de un familiar, el médico da las explicaciones al acompañante, me refiero a casos en los que la persona mayor conserva sus capacidades cognitivas. Leemos o vemos en los medios de comunicación un lenguaje y unas imágenes, que favorecen el edadismo o discriminación por razones de edad. Los presentan como una fuente de gasto, de carga familiar y de inactividad.

Sería conveniente, y justo, presentarlos como unos activos muy relevantes actores en el soporte familiar, especialmente en el cuidado de los niet@s, incluso de personas con dependencia, también han contribuido con sus pensiones y sus ahorros a salvar la economía de sus hij@s cuando han tenido problemas laborales. No podemos olvidar que son un colectivo muy implicado en temas de voluntariado y de participación en asociaciones.

A nivel laboral tampoco estamos mucho mejor. Se viven grandes contradicciones, por un lado hablamos del talento, de la experiencia, de fomentar que las personas estén trabajando hasta la edad legal de la jubilación, esto es la teoría. La realidad de las empresas, sin generalizar, es que utilizan planes de jubilación anticipados, no aprovechan, en el buen sentido de la expresión, el talento y el «know how» de los trabajadores seniors, no crean equipos mixtos de diferentes edades, no tienen planes de mentoría reales.

A nivel familiar es complicado porque hay una estructura muy diferente a la que teníamos hace años. Las familias no viven en un mismo domicilio, ni siquiera muchas en la misma ciudad o territorio, y el acompañamiento familiar se hace cada vez más complicado. A nivel de urbanismo, nuestras ciudades y muchas viviendas no están preparadas para que nuestros mayores puedan vivir de una manera autónoma. Existen muchas barreras arquitectónicas y pocos espacios adaptados a las necesidades de estas personas. A nivel soci-sanitario, falta más coordinación entre servicios sanitarios y sociales, faltan más recursos en equipamientos, en servicios a la persona y en prestaciones para personas con algún grado de dependencia.

Para poder tener un envejecimiento activo y saludable, tiene que haber un compromiso y una asunción de responsabilidades individuales y comunitarias. A nivel individual, debemos practicar hábitos saludables: alimentación, actividad física, relaciones sociales, higiene del sueño, cuidado de nuestra salud física y mental, actitud de aprendizaje durante toda nuestra vida, y también tener un proyecto vital.

De la misma manera que cuando somos jóvenes nos planteamos nuestro futuro a nivel formativo, laboral, y personal. ¿por qué no hacemos lo mismo cuando nos hacemos mayores? Cuando aún tenemos capacidad para tomar decisiones deberíamos pensar en nuestro futuro, para evitar que otros tengan que asumir esta responsabilidad. Es importante poder pensar en cómo queremos vivir nuestra vejez, qué disponibilidad de recursos tendremos, qué proyectos tenemos para después de la jubilación, qué intereses nos mueven.

Este plan no se construye de un día para otro, necesita un análisis y una planificación para poder liderar esta etapa vital. No afrontarlo es claudicar, es dar por hecho que la vejez es una etapa donde nuestros derechos y obligaciones están mermados. Pero no podemos dar toda la responsabilidad a la persona. Para tener un envejecimiento activo y saludable necesitamos de la complicidad y el apoyo de toda la comunidad, con políticas valientes que den respuesta a las necesidades de las personas mayores.

Dejemos de utilizarlas para fines políticos cuando interesa y empecemos a considerarlas parte activa y productiva de nuestra sociedad. Tenemos un gran reto por delante que debemos afrontar todos juntos, dejando atrás los individualismos y los intereses partidistas. Si lo hacemos, construiremos una sociedad más justa y solidaria.