Un artículo de Evelyn O’Donnell,
estudiante en prácticas del Master Psicología General Sanitario. Universidad UNIR
Supervisado por Giovanna Cisneros Gálvez,
psicóloga general sanitaria Cognitiva Unidad de Memoria Chamartín

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar en el que el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede manejar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de manera productiva y fructífera, y es capaz de contribuir a su comunidad.

Uno de los problemas que pueden atentar contra nuestra salud mental es el deterioro cognitivo. El padecer deterioro cognitivo conlleva la afectación en alguna o varias de las áreas del cerebro (memoria, lenguaje, atención, funciones ejecutivas, etc.) lo que provoca la aparición de dificultades e interferencia en la realización de sus actividades de la vida diaria.

Todo este panorama puede generar cambios en el estado de ánimo, incluyendo depresión, ansiedad, irritabilidad y agitación/alteración. Dichos cambios emocionales pueden ser una respuesta a la dificultad de realizar las tareas cotidianas, que en su estado previo no conllevaban problemas al llevarlas a cabo. También, puede aparecer la apatía, pérdida de interés y motivación en actividades que antes eran importantes.

La dificultad para recordar eventos, comprender información y participar en actividades de ocio puede llevar a la pérdida de interés en el entorno. La disminución en la capacidad para comunicarse y relacionarse con el medio (recordar nombres y rostros, seguir una conversación) puede limitar la integración social y generar sentimientos de aislamiento. Pasar mucho tiempo solo, favorece los sentimientos de tristeza y desconexión de nuestro mundo.

El diagnóstico temprano de un deterioro cognitivo y no pasar por alto las señales de alerta, permite organizar el cuidado, con el paciente y la familia. La identificación anticipada ayuda a disminuir la falta de información, la vulnerabilidad y el estrés al que se ven sometidos el entorno.

Es importante que las familias conozcan la enfermedad, sus causas, síntomas y posibles tratamientos. El asesoramiento puede ayudar a aclarar dudas, a entender la evolución y a tomar decisiones informadas. Algunas recomendaciones pueden ser mantener una dieta equilibrada, actividad física, descanso adecuado, estimulación cognitiva y promover la participación en actividades sociales.

Los centros de estimulación cognitiva ofrecen terapias y actividades para mejorar las habilidades cognitivas, así como apoyo para familiares. Los grupos de apoyo para familias ofrecen un espacio para compartir experiencias comunes.

Como estudiante de Psicología, me encuentro realizando prácticas de formación en Centro de estimulación cognitiva, donde se realizan terapias y actividades para trabajar las diferentes capacidades cognitivas, así como apoyo para familiares. Algunos de los beneficios emocionales que aporta la estimulación cognitiva es el aumento de la autoestima, la confianza, fomento de la autonomía, pertenencia a un grupo, etc.

Además de ello, estoy viviendo el valor de la estimulación cognitiva en el enlentecimiento de la evolución del deterioro cognitivo, realizando fichas de trabajo y otras actividades personalizas que ayudan a mantener la función cerebral activa, estableciendo nuevos circuitos neuronales y fortaleciendo las conexiones sinápticas.