
Un artículo de Ana Soto Ruíz,
Técnico Superior en Audiología Protésica en Audika España
Cuando pensamos en enfermedades crónicas como la diabetes, las patologías cardiovasculares o las enfermedades autoinmunes, solemos preocuparnos principalmente por sus efectos sobre órganos vitales como el corazón, los riñones o el sistema nervioso. Sin embargo, también pueden tener un impacto significativo en otro órgano que a menudo pasa desapercibido en este contexto: el oído.
Estas enfermedades alteran funciones esenciales como la circulación sanguínea, el metabolismo o la respuesta inmunológica, repercutiendo sobre las delicadas estructuras del oído interno y del nervio auditivo. A ello se suma, en muchos casos, la exposición a medicamentos potencialmente ototóxicos que agravan el riesgo de daño auditivo.
Entender esta conexión es fundamental para adoptar una estrategia integral de cuidado de la salud auditiva en personas con enfermedades crónicas. Prevenir la pérdida auditiva o detectarla a tiempo es clave para preservar la calidad de vida.

El oído: un órgano sensible a los cambios sistémicos
El oído interno, responsable de transformar las vibraciones sonoras en señales nerviosas que el cerebro puede interpretar, es un sistema altamente vascularizado y sensible. Requiere un aporte constante de oxígeno y nutrientes, así como un entorno bioquímico estable para su correcto funcionamiento.
Cualquier alteración en la circulación sanguínea, en los niveles de glucosa, en el equilibrio inmunológico o en el estado inflamatorio del organismo puede influir en su funcionamiento. Además, el nervio auditivo es especialmente vulnerable a procesos degenerativos y tóxicos.
Algunas enfermedades crónicas alteran estos equilibrios, por lo que las células ciliadas de la cóclea y el nervio auditivo pueden sufrir daños, en ocasiones irreversibles. Además, la inflamación sistémica sostenida y ciertos tratamientos farmacológicos pueden acelerar este deterioro. Es por ello que el cuidado de la audición debe formar parte del seguimiento médico habitual en pacientes con enfermedades crónicas.
Diabetes: una amenaza silenciosa para la audición
Entre las enfermedades crónicas, la diabetes mellitus, especialmente cuando está mal controlada, es uno de los factores de riesgo más relevantes para la pérdida de audición. Según diversos estudios, las personas con diabetes tienen hasta el doble de probabilidades de presentar pérdida auditiva en comparación con la población general.
La desregulación de los niveles de azúcar tanto altos como bajo con el tiempo pueden dañar los vasos sanguíneos pequeños y afectar a la transmisión de señales desde los nervios del oído interno al cerebro. De este modo, las personas con diabetes, especialmente cuando no logran un control adecuado de la glucemia, pueden experimentar síntomas de pérdida auditiva. Por ello, es aconsejable incluir revisiones auditivas periódicas en el seguimiento médico ya que un diagnóstico precoz puede evitar un deterioro progresivo de la audición.
Enfermedades cardiovasculares y salud auditiva
El oído interno es extremadamente sensible a cualquier alteración en la circulación sanguínea. Por ello, las enfermedades cardiovasculares también suponen un riesgo importante para la salud auditiva.
Las personas con enfermedades cardiovasculares tienen un riesgo aumentado de padecer pérdida auditiva súbita o progresiva, sobre todo en frecuencias altas debido a la reducción del flujo sanguíneo que afecta al oído interno. Son dos órganos comunicados por el sistema vascular: si falla uno, es más probable que el otro presente problemas.
Por ello es muy importante controlar la presión arterial, los niveles de colesterol y mantener un estilo de vida cardiosaludable para proteger el corazón y también la audición.
Enfermedades autoinmunes: un enemigo invisible
Algunas enfermedades autoinmunes, como el lupus eritematoso sistémico, la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple, pueden desencadenar procesos inflamatorios que afectan directamente al oído interno. En estos casos, el sistema inmunitario ataca por error los tejidos del propio organismo, incluyendo las células ciliadas y el nervio auditivo.
Los efectos más habituales que pueden producir en el sistema auditivo este tipo de enfermedades son la vasculitis, una inflamación de los vasos sanguíneos que irrigan el oído interno, la producción de anticuerpos que atacan las células ciliadas o la inflamación directa del nervio auditivo.
Los medicamentos ototóxicos: una amenaza añadida
El tratamiento de muchas enfermedades crónicas requiere del uso de medicamentos que, si bien son imprescindibles, pueden tener efectos secundarios sobre la audición. Ciertos medicamentos son potencialmente ototóxicos, es decir, pueden causar daño en el oído interno o en el nervio auditivo.
Dentro de los medicamentos con riesgo ototóxico se encuentran algunos antibióticos como los aminoglucósidos, los fármacos quimioterápicos como el cisplatino, los diuréticos de asa o los antiinflamatorios no esteroideos (AINES), en uso prolongado o en dosis altas.
Proteger la salud auditiva para vivir mejor
En conclusión, todas las funciones del organismo están interconectadas, así que, si notamos un cambio en nuestra audición, no lo dejemos pasar ya que la prevención y el diagnóstico precoz permiten mejorar nuestra calidad de vida.
Incorporar la revisión auditiva a los controles médicos habituales es un paso clave. A partir de los 55 años, y especialmente en pacientes con enfermedades crónicas, se recomienda realizar una audiometría anual. Además, es fundamental ofrecer acompañamiento emocional y asesoramiento personalizado.