El ictus es una de las principales amenazas para la salud pública: es la segunda causa de muerte en el mundo, la segunda causa deterioro cognitivo en la población adulta y la primera causa de discapacidad en Europa. Cada año se producen en España alrededor de 120.000 nuevos casos de ictus según la Sociedad Española Neurológica (SEN).
Aunque el riesgo cero de sufrir un ictus no existe, sí se puede prevenir siguiendo unas hábitos saludables con controles regulares y actuando sin demora ante los primeros signos. Desde el Hospital Universitario Los Madroños, centro de referencia en el campo de la neurorrehabilitación, la Doctora Elena Orcajo, médico rehabilitador de la Unidad Avanzada de Neurorrehabilitación del centro, destaca seis aspectos clave sobre el ictus que tener en cuenta.

Control de la presión arterial, colesterol y glucosa en sangre
Aunque el ictus no puede evitarse por completo, sí se puede reducir mucho el riesgo de que aparezca, mediante hábitos cotidianos sostenidos en el tiempo. “Sabemos que el control de la presión arterial, el colesterol y la glucosa en sangre son determinantes a la hora para prevenir un ictus, pero estos valores, aun cuando están alterados, no siempre producen síntomas evidentes”, comenta la Dra. Orcajo.
Por eso, es recomendable realizar controles periódicos con gestos sencillos como tomarse la tensión en casa o en la farmacia, aprovechar los reconocimientos médicos laborales y, por supuesto, acudir al centro de salud para revisiones y seguimiento, cumpliendo adecuadamente los tratamientos que nos haya podido prescribir el médico.
Alimentación basada en productos frescos
La alimentación es importante. Más que seguir una dieta concreta que no pueda mantenerse en el tiempo, conviene priorizar los productos frescos (frutas, verduras, legumbres, pescado, aceite de oliva…) y evitar en lo posible los alimentos precocinados o los ultraprocesados, que suelen contener demasiada sal, azúcares y grasas poco saludables. Importante evitar el tabaco y el consumo de alcohol.
Actividad física que se puedan mantener en el tiempo
En cuanto a la actividad física, no es necesario realizar deporte de alta intensidad. Lo ideal es encontrar actividades que resulten agradables y que se pueden realizar con regularidad. “No es lo mismo andar porque ‘nos lo ha dicho el médico’, que salir a caminar cada día con un amigo, pasear al perro, escuchar un pódcast mientras nos movemos o coger la bici para registrar en las redes sociales más kilómetros que tu vecino”, especifica la Dra. Orcajo, que recomienda dormir alrededor de ocho horas cada noche.
Ante cualquier señal no esperar a “ver si se me pasa”
Las primeras horas son determinantes. Reconocer los síntomas y actuar rápido puede cambiar por completo el pronóstico. Los signos más frecuentes son:
- la pérdida repentina de fuerza en un lado del cuerpo (brazo, pierna o cara, con desviación de la boca)
- dificultad para hablar o entender
- pérdida de visión
- mareo intenso
- confusión súbita
Ante cualquiera de estos síntomas, lo primero es buscar asistencia sanitaria y no esperar a “ver si se me pasa”. Se debe intentar llamar al 112, y en el caso de tener dificultad para hablar, muchos servicios de emergencias pueden localizar la llamada automáticamente. En la medida de lo posible, hay que mantener la calma y no intentar conducir ni desplazarse solo.
El ictus no siempre está asociado a la edad
Tradicionalmente el ictus se ha asociado a personas mayores, y es cierto que la edad es uno de los principales determinantes de riesgo no modificables. Sin embargo, en los últimos años se están registrando cada vez más casos en personas jóvenes, incluso menores de 50 años.
“Esto se relaciona, en parte, con hábitos de vida poco saludables como el sedentarismo, el sobrepeso o el consumo de tabaco y alcohol, pero también con factores que pueden pasar desapercibidos y que ante un chequeo rutinario dan la cara”, comenta la médico rehabilitador del Hospital Universitario Los Madroños.
La Dra. Orcajo advierte que la presión arterial, el colesterol o la glucosa pueden estar alterados sin producir síntomas, por lo que muchas personas desconocen que tienen un riesgo vascular elevado hasta que el problema ya se ha manifestado. Además, en algunos casos, el ictus en personas jóvenes puede deberse a malformaciones vasculares cerebrales, trastornos de la coagulación o problemas cardíacos no diagnosticados.
El estrés por sí solo no causa un ictus, pero puede actuar como potenciador de algunos factores de riesgo
Vivir situaciones de tensión puede favorecer la subida de la presión arterial, el insomnio, aumentar el apetito por alimentos poco saludables o llevarnos al consumo de tabaco y alcohol. Todo ello, con el tiempo, contribuye a dañar el sistema cardiovascular y por tanto la salud.
“Más que eliminar completamente el estrés, algo que parece imposible en la vida actual, lo importante es aprender a gestionarlo. Por fortuna estamos en una sociedad donde cada vez se la da más importancia a la salud mental y hay herramientas para afrontar el estrés como el ejercicio, técnicas de respiración, meditación, pero, sobre todo, hay que ser capaces de decir ‘basta’ y reordenar nuestras prioridades poniéndonos nosotros y nuestra salud en el número uno de la lista”, concluye la Dra. Orcajo.