Un artículo de Irene Suárez,
logopeda especializada en geriatría social,
y Sabela Uceira,
neurologopeda experta en otología neurológica en Clínica Rehasalud de A Coruña

El aumento de la esperanza de vida lleva indirectamente a un incremento del riesgo de sufrir un ictus y, en consecuencia, a un mayor número de personas que conviven con sus secuelas. A medida que la población envejece, las patologías cerebrovasculares se vuelven más frecuentes, no solo por el deterioro natural de los sistemas vasculares, sino también por la acumulación de factores de riesgo asociados a la edad, como la hipertensión, la diabetes o las enfermedades cardíacas.

Asimismo, el aumento de supervivencia post-ictus (fruto de los avances médicos y de un acceso más rápido a unidades especializadas) provoca un crecimiento notable de la prevalencia de personas que requieren atención rehabilitadora.

geriatricarea Estimulacion Electrica Transcraneal
La Estimulación Eléctrica Transcraneal se realiza mediante un gorro con electrodos que permite modular la excitabilidad de la corteza cerebral de una manera suave y controlada


Diversos estudios muestran distintas prevalencias de esta patología en edades geriátricas, rondando entre el 4 y el 8% en personas mayores de 70 años. Estos porcentajes, sumados a la progresión demográfica del envejecimiento, exigen reforzar la atención terapéutica post-ictus y potenciar la búsqueda de programas de rehabilitación no farmacológicos que fomenten la recuperación funcional y la autonomía personal.

La rehabilitación ya no puede entenderse como un proceso exclusivamente físico o centrado únicamente en las primeras semanas tras el evento; cada vez más investigaciones subrayan la importancia de intervenciones continuadas y multidisciplinares que acompañen al paciente en todas las etapas de su recuperación.

Cabe destacar que las secuelas pueden ser físicas y/o cognitivas, encontrando posibles dificultades a nivel de funciones ejecutivas (memoria, atención, planificación de tareas, etc.), del lenguaje, de la deglución, del movimiento o del desarrollo de actividades de la vida diaria.

Estas alteraciones afectan no solo a la capacidad funcional, sino también a la calidad de vida, al bienestar emocional y a la participación social. Por ello, dependiendo de las características del paciente debe seleccionarse la terapia más adecuada a sus circunstancias, necesidades y objetivos, integrando la labor de profesionales como logopedas, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y neuropsicólogos.

En este contexto, dentro de las estrategias actuales de recuperación tras un ictus, comienzan a conocerse y consolidarse los beneficios de la estimulación eléctrica transcraneal (tDCS). Se trata de una técnica no invasiva que se coloca en la cabeza mediante un gorro con electrodos, con la finalidad de modular la excitabilidad de la corteza cerebral de una manera suave y controlada.

Aunque su uso no es nuevo en el ámbito de la neurociencia, en los últimos años ha adquirido un protagonismo creciente gracias al aumento de la evidencia científica y a su accesibilidad creciente dentro de programas de neurorehabilitación clínica.

Ofrece múltiples ventajas: es indolora, segura y con escasos efectos secundarios. Además, destaca por su capacidad para potenciar los beneficios de otros tratamientos (tanto farmacológicos como terapias físicas, cognitivas o del lenguaje), actuando como un facilitador que prepara el cerebro para un aprendizaje o recuperación más eficaz. De esta forma, el trabajo posterior del profesional adquiere mayor impacto y los progresos pueden verse acelerados.

Dentro del desarrollo de esta técnica en el tratamiento post-ictus pueden describirse diferentes protocolos, seleccionados según el momento evolutivo de la lesión y las secuelas predominantes. Los más habituales incluyen la intervención en pacientes post-ictus crónico, post-ictus agudo y los programas específicos para afasia crónica.

En todos ellos, diversos estudios certifican su uso como positivo en la rehabilitación, optimizando la actividad de diferentes áreas corticales y favoreciendo la reorganización neuronal necesaria para la recuperación.

Esta neurorehabilitación con tDCS permite destacar varios puntos clave que contribuyen a la mejora global del paciente:

  1. Rehabilitación motora: la tDCS puede mejorar la función y el movimiento del lado afecto al aumentar la capacidad de activación de las áreas motoras. 


  2. Afasia: resulta especialmente relevante en trastornos del lenguaje, ya que estimula zonas responsables de la producción y comprensión verbal, mejorando la repetición, la fluidez, el ritmo y la denominación. 


  3. Función cognitiva: tiene un potencial importante para mejorar la atención, la memoria de trabajo y otras funciones ejecutivas alteradas tras el ictus. 


  4. Sinergia terapéutica: la tDCS no sustituye otras intervenciones, sino que potencia su efecto, haciendo que las sesiones de fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional o neuropsicología sean más efectivas. 


En definitiva, la tDCS se presenta como una herramienta prometedora dentro del abordaje integral del paciente post-ictus, aportando un valor añadido en un contexto donde la personalización de la rehabilitación es clave para alcanzar mayores niveles de recuperación y autonomía.