/p>La contaminación presente en la grandes ciudades es un factor que puede contribuir a aumentar el riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson, además de afectar el coeficiente intelectual, tal y como revela una investigación realizada por expertos de la Universidad del Valle de México y la Universidad de Montana.
Y es que, los autores de este estudio, liderado por la Dra. Lilián Calderón-Garcidueñas, afirman que la contaminación atmosférica podría llegar a afectar cerebro tras analizar las muestras comparativas de fluido cerebroespinal de un grupo de 58 niños expuestos a bajos niveles de contaminación con otros 81 menores residentes de la Ciudad de México (DF).
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La inflamación sistémica, factor relevante en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, es más habitual en las personas que viven en grandes urbes

Según revela esta investigación, los menores que residentes en Ciudad de México presentan un nivel significativamente más alto de autoanticuerpos que atacan a su propio cerebro, provocando inflamación sistémica, debido a que cuando una partícula de aire contaminado es inhalada o tragada pasa a través de las barreras respiratorias, gastrointestinales y la sangre que se dirige directamente al cerebro.
Tal y como explica la Dra. Calderón-Garcidueñas este fenómeno neuroinflamatorio es un común denominador en las personas que están expuestas a contaminantes y es un factor relevante los problemas cognitivos que afectan a la población. “El hipocampo está en relación con el sistema límbico, siendo el bulbo olfatorio y las alteraciones olfatorias parte de este sistema. Entonces, las lesiones se observan en el bulbo olfatorio, el lóbulo pre frontal y el hipocampo, explicarían porqué muchas de las personas expuestas a contaminantes se quejan de problemas de memoria”, afirma esta experta.
A destacar también que los niños de Máxico DF portadores de la variante del gen APOE épsilon 4, conocido por incrementar el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, muestran respuestas cognitivas mermadas en comparación con los niños portadores de la variante APOE épsilon 3, tales como déficit de memoria de corto plazo, coeficiente intelectual dentro de los límites normales pero de 10 puntos menos, infartos cerebrales, además de cambios en metabolitos clave del cerebro que se asemejan a los de las personas con Alzheimer.
“Una vez que los procesos inflamatorios se establecen en el cerebro, se activa una cascada inflamatoria que resulta en respuestas de defensa del cerebro, las cuales incluyen alteraciones en proteínas que son precisamente aquellas que participan en procesos neurodegenerativos como Alzheimer y Parkinson cuando se examinan muestras de autopsias”, comenta la Dra. Calderon-Garcidueñas.
Y si bien no se han diagnosticado casos de enfermedades neurodegenetaivas como Alzhaimer o Parkinson a temprana edad, los niños analizados presentaron alteraciones metabólicas y neuropatológicas similares a las descritas para estas enfermedades, además de lesiones que pudieran relacionarse con conductas agresivas.
“Padres y profesores se quejan de la falta de atención de los estudiantes, lo cual tiene serias repercusiones desde el punto de vista educativo. En este sentido, se debe tener en cuenta que en niños sanos se está evidenciando deficiencias olfatorias, los cuales se describen tempranamente en pacientes, que más tarde desarrollan Alzhaimer y Parkinson, alteraciones metabólicas cerebrales y sobre todo alteraciones cognitivas, incluyendo problemas de memoria”, advierte Dra. Calderón-Garcidueñas, que aboga por la prevención como única medida para solucionar este problema“El fenómeno neuroinflamatorio se puede disminuir considerablemente con el consumo de una dieta rica en antioxidantes. Sin embargo, ninguna medida será efectiva mientras la población siga constantemente expuesta a niveles de contaminantes superiores a las normas aceptadas y, por ende, persista el estado inflamatorio del que nos referimos”.
Y en este sentido, se debe estudiar “no sólo el número sino también la composición química, orgánica e inorgánica de las nanopartículas que pueden catalizar el desarrollo de enfermedades neurodegenetaivas, porque eso nos da una idea de qué tipo de partícula no estamos enfrentando”, concluye.