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Un artículo de José Manuel Díaz
Coordinador General SIAPSH – www.grupo5.net

La convivencia natural que se da en la sociedad entre las distintas generaciones constituye un valor fundamental para su desarrollo, aportando cada una de las personas a la misma, sin distinción de la edad ni otras cuestiones sociodemográficas. La perspectiva intergeneracional permite descubrir la forma de mejorar y favorecer las relaciones entre las personas de diferentes generaciones, así como también beneficiar con su práctica a toda la comunidad.
En los tiempos actuales la sociedad debe afrontar desafíos cada vez más complejos y nos coloca en la tesitura de desarrollar mecanismos y estrategias que nos permitan dar respuesta a las necesidades del momento de una manera más enriquecedora. La asunción de este desafío proporciona especial protagonismo al papel de la ciudadanía, contemplando todos los sectores de la sociedad.
Por este motivo, es esencial contar con la participación de todos y todas en la transformación social que requiere la construcción de sociedades más consistentes y saludables y, en este sentido, atender al factor intergeneracional puede ser imprescindible para implementar un cambio real.

El envejecimiento activo se sustenta, entre otros elementos, en la intergeneracionalidad

 

Los espacios de convivencia en los que interactúan personas de diferentes generaciones contribuyen a la diversidad e integración de esta perspectiva y a la capacidad de todas las personas, engrandeciendo el diálogo y la cooperación entre los diferentes grupos de edad, así como la cohesión grupal. Debemos ser conscientes de que toda la ciudadanía participa en la sociedad con los mismos derechos y deberes, independientemente de las diferencias de edad, generación o capacidad.
Esto supone el desarrollo de sociedades que integren a todas las edades, fomentando espacios donde se produzcan el encuentro y la interacción intergeneracional, y así se complementen y potencien para promover una sociedad más inclusiva en términos de equidad y justicia, y más progresistas. Por tanto, la intergeneracionalidad puede funcionar como un medio para el desarrollo y aprovechamiento del potencial de todas las personas y una oportunidad para que puedan aprender una de otras, a la vez que se fomentan valores como la participación y la solidaridad.
Por ello, recobra gran importancia promover espacios de encuentro entre las personas mayores y jóvenes para que puedan desarrollar proyectos conjuntos, así como también las políticas sociales deben contemplar elementos orientados a apoyar iniciativas de fortalecimiento de las relaciones intergeneracionales.
El envejecimiento activo se sustenta, entre otros elementos, en la intergeneracionalidad, porque con frecuencia se olvida que cumplir años con unas buenas condiciones de salud implica también acumular conocimientos, experiencias y valores que las nuevas generaciones pueden aprovechar. Las relaciones tradicionales que se establecen entre distintas generaciones son las que se producen entre nietos/as y abuelos/as, aunque este tipo de realidades es inusual fuera de estos espacios debido a que las percepciones y actuaciones suelen ser distintas en ambos grupos de edad y las apreciaciones de la sociedad también cambian en relación con las personas jóvenes y mayores.
Esto refleja la existencia de muchos estereotipos sobre la vejez que no se corresponden con la realidad puesto que ambos grupos de la población no son homogéneos. El intercambio de conocimiento intergeneracional constituiría el modo en que las personas de distintas edades pueden aprender mutuamente, constituyéndose como un proceso de enriquecimiento y crecimiento conjunto, y permitiría superar dichos estereotipos. Asimismo, el reconocimiento recíproco y la solidaridad entre las generaciones actúan contra las desigualdades y discriminación por razones de edad.
En las políticas educativas actuales, uno de los pilares fundamentales es el de crear valor basado en el crecimiento del conocimiento, potenciar el papel de la ciudadanía en sociedades inclusivas, garantizar que todas las personas tengan acceso al aprendizaje permanente y puedan actualizar sus capacidades durante toda la vida, poniéndose el enfoque en la transferencia del conocimiento a través de enfoques intergeneracionales. Del mismo modo, se pone de relieve que las políticas de aprendizaje están integradas en una política social y económica más amplia e influye en ellas, poniendo de relieve que la transmisión de conocimiento intergeneracional tiene un papel clave en la superación de los principales desafíos de crecimiento y desarrollo a los que se tiene que enfrentar la sociedad actual.
La transformación que ha ido experimentando nuestra sociedad en los últimos años, incrementándose el número de personas mayores implica la preservación y activación de la participación de este sector de la población. La mayor esperanza de vida y la posibilidad de ejercer una ciudadanía activa por parte de las personas mayores, donde cada vez se vive más años y en mejores condiciones, requiere de esfuerzos encaminados a conseguir una sociedad donde las personas mayores y sus aportaciones estén más apreciadas e integradas para el beneficio de toda la sociedad.
Los programas y las acciones dirigidas a promover la intergeneracionalidad deben tener como elemento primordial el intercambio solidario, enmarcándose en los valores que se dan de forma natural entre las generaciones que conviven en una familia. Esta realidad vivencial contribuye además a favorecer la toma de conciencia en relación con la responsabilidad ciudadana y el espíritu cívico, lo que contribuye a involucrar a más gente en la acción comunitaria y a crear sociedades más participativas y responsables. Para que se de la intergeneracionalidad no sólo se requiere que los grupos de la sociedad estén juntos, sino que es importante hacer y hacerse juntos, y que ese hacer supere la mera interacción y pase a la relación.