Un artículo de Rosa Matilla Mora
Terapeuta ocupacional experta en Geriatría
Colabora en la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) en varios Grupos de Trabajo
Responsable de los contenidos del portal web terapia-ocupacional.com

El concepto de autonomía en la persona mayor va intrínsecamente ligado al de calidad de vida. La autonomía puede referirse a varios aspectos pero a los que yo voy a aludir aquí, como terapeuta ocupacional, son los relacionados con las actividades de la vida diaria en su vertiente de autocuidados.

La T.O. es la disciplina que abarca el tratamiento de las personas que presentan déficit en las tareas básicas de autocuidados como son la alimentación, el aseo personal, higiene corporal, movilidad general (caminar, subir y bajar escaleras, etc.), vestido, etc. Otro tipo de actividades de la vida diaria son las que denominamos instrumentales, estas exigen mayor capacidad psicofísica por parte del sujeto como es la preparación de alimentos, el manejo de dinero, cuidado del hogar, uso de transportes, etc.

Cualquier episodio que ocasione a la persona mayor una lesión e inmovilización consecuente va a incidir negativamente en el funcionamiento global de dicha persona. Cuanto mayor sea el periodo de inmovilización peores consecuencias traerá consigo. De ahí la importancia de que la persona entre cuanto antes a participar en un programa de rehabilitación adaptado a su problema en particular.

Después de pasar por varias de las estructuras asistenciales, como pueden ser unidad geriátrica de agudos, unidad de media estancia y hospital de día, el mayor llega a su domicilio y las tareas o actividades que venía desempeñando en su casa ahora las realiza otro miembro de la familia. Esta situación tiene como consecuencia que tenemos a un individuo añoso sin ocupaciones, sintiéndose un estorbo para los que le rodean, quienes equivocadamente, queriendo cuidar a su anciano, le van anulando como persona.

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Especialmente en la cocina es importante que la persona valore realmente sus capacidades para que no haga más de lo que puede

La T.O. en geriatría, con su dedicación a aumentar la participación de la persona mayor en las actividades que le interesan y que dan sentido a su vida, tiene un papel relevante en la recuperación funcional del mayor en su entorno.

Los terapeutas ocupacionales forman parte de los equipos multidisciplinares geriátricos domiciliarios debido a la intervención que efectúan en cuanto a la valoración y entrenamiento de las competencias del mayor dentro de su ambiente.

No es lo mismo entrenar una habilidad en un departamento de terapia ocupacional que poner en práctica dicha habilidad en el hogar. Probablemente, el hogar del anciano cuente con mayores impedimentos o, al menos, diferentes demandas de las que tenía en la sala de terapia ocupacional del hospital. Además, durante el tratamiento, el paciente ha tenido al terapeuta ocupacional a su lado para guiarle en la actividad, dándole pautas, asistiéndole o simplemente supervisando cómo lo hace. Cuando llega a casa esta persona, no tiene al terapeuta con el que poder compartir la nueva situación de tener que adaptarse a las nuevas rutinas. Por otro lado la familia, ante el temor de que recaiga, no le permitirán hacer casi nada.

El terapeuta ocupacional en el domicilio va a trabajar con el enfermo y con la familia o cuidador contratado como elementos humanos. Además debe hacer una valoración del ambiente físico donde va a vivir el mayor, para intentar en la medida de lo posible, reducir al máximo las barreras arquitectónicas y estudiar la necesidad de ayudas técnicas.

El trabajo del terapeuta ocupacional con la persona mayor va orientado a aumentar su actividad en general. También informa y muestra a la familia lo que es capaz de hacer sin ayuda y aleccionar de que deben dejarle que lo haga aunque tarde más tiempo. Este aspecto es muy importante y es donde los terapeutas ocupacionales solemos hacer más hincapié pues en la sociedad en donde estamos inmersos, se nos exige rapidez continuamente y este es el último paso que hay que exigir al mayor.

En definitiva, lo que perseguimos es otorgar dignidad y consideración a la persona mayor como miembro del grupo al que pertenece.

Tras una valoración exhaustiva de la situación funcional, del estado mental y del estado afectivo, el terapeuta ocupacional planificará conjuntamente con el paciente las actividades que tiene previstas realizar en el tratamiento, con el objetivo de conseguir un aumento de la funcionalidad global dentro de su entorno, aspecto que incidirá positivamente en su estado afectivo pues pocas sensaciones deben ser más desagradables que la de sentir que uno no vale para nada.

Los terapeutas ocupacionales utilizamos unas escalas de valoración para determinar los riesgos que pueden entrañar una determinada actividad. Por ejemplo las actividades de cocina son muy rehabilitadoras, porque exigen un elevado funcionamiento tanto físico como mental, además tienen un factor placentero, ¿quién no disfruta con un suculento plato?, y un aspecto social de compartir con los otros lo cocinado.

Dichas escalas miden la capacidad para percatarse y saber eliminar los peligros como pueden ser: un cuchillo afilado en mitad de la encimera; una pequeña cantidad de líquido desparramado por el suelo; un desagüe atascado con un grifo goteando; una puerta de un armario abierta a la altura de la cabeza; el control de los fuegos o el horno; control de los aparatos eléctricos; el que pueda haber un trapo caído en el suelo; un cajón abierto; un cable eléctrico colgando encima del fregadero, etc.

La seguridad en la realización de las actividades de cocina es el aspecto que más nos preocupa y dentro de esto es verdaderamente importante que la persona valore realmente sus capacidades para que no haga más de lo que puede. Aquí me estoy refiriendo a la propia resistencia de la persona en cuanto a gasto de energía. Muchas veces observamos como se esfuerzan por terminar una actividad que no se puede quedar a medias a costa de un sobreesfuerzo físico que luego traerá consecuencias negativas.

El terapeuta ocupacional tiene un papel esencial durante el entrenamiento valorando la capacidad real de desempeño comenzando con actividades menos exigentes y aumentando paulatinamente la dificultad de las tareas.

Tendremos en cuenta:

1. El usuario es capaz de leer y/o de seguir verbalmente las indicaciones de los productos alimentarios.

2. Puede organizar los utensilios, conseguir todas las cosas necesarias para planear una tarea de comida.

3. Reconoce las situaciones peligrosas y puede corregir sus errores.

4. Maneja con toda seguridad las cosas potencialmente peligrosas ( p. e. cosas calientes, cortantes). Sabe y puede seguir los procedimientos necesarios si ocurre alguna urgencia.

5. Sitúa correctamente los utensilios ( pone hacia adentro el mango de los cazos) y usa apropiadamente el equipo (agarradores para los mangos calientes) para prevenir daños.

6. Es capaz funcionalmente para alcanzar, echar, agitar, mezclar, etc. ¿Qué puede interferir con la función?

7. Es capaz de concentrarse para poder seguir la secuencia ordenada y poder completar la tarea.

8. Es capaz de limpiar todo adecuadamente después de cocinar.

9. Puede el usuario cocinar con seguridad sin ser atendido.
¿Qué nivel de infraestructura necesita?

10. ¿Necesita algún equipamiento específico?
Listado de cosas

11. Altura para alcanzar las cosas con seguridad:

12. Habilidad para transportar cosas dentro de la cocina.

Fuente: Queen Ann Heathcare. Seattle. Washington. EEUU

Hay que tener en cuenta que la actividad de cocina exige un funcionamiento cerebral y físico elevado además es importante porque contempla el aspecto nutricional de la persona.

La terapia ocupacional en el domicilio del paciente mayor 

Rosa Matilla Mora rosa@nulltst.es