Con motivo de la celebración el 29 de octubre del Día Mundial del Ictus, la Fundación Casaverde, dedicada a la investigación, formación y sensibilización sobre enfermedades neurológicas, difunde el «Decálogo del Ictus».

Tal y como indican desde Fundación Casaverde, el ictus es una patología que presenta un constante aumento de su prevalencia, con elevadas tasas de mortalidad, y supone alrededor del 4% del gasto total sanitario en España, la mayoría originado en la fase aguda hospitalaria. Una vez superada la fase aguda, los protocolos se adaptan a los recursos y no al revés, lo que conlleva un alto grado de indefinición. El «Decálogo del Ictus» de la Fundación Casaverde es el siguiete:

  • El ictus se está convirtiendo en la enfermedad del siglo XXI con una prevalencia cada vez mayor. Es la primera causa de muerte en mujeres, segunda en hombres y primera causa de discapacidad

  • Los ictus están aumentando en los grupos de edad más jóvenes, lo que supone un enorme impacto en cuanto a los años de vida perdidos ajustados por la calidad de vida, repercusión social y familiar

  • Es necesario trabajar en políticas de promoción de la salud toda vez que los factores de riesgo que provocan la enfermedad son controlables en un 80%

  • Es fundamental organizar los sistemas de atención de tal manera que el paciente pueda percibir e identificar los síntomas de forma inmediata, recibir el tratamiento adecuado en el menor tiempo posible, teniendo acceso al recurso asistencial más adecuado
geriatricarea ictus casaverde
La intervención precoz del rehabilitador permite diagnosticar la discapacidad, comenzar la intervención rehabilitadora adecuada, prever los recursos futuros y apoyar la integración social del paciente
  • Desde la aprobación a finales de 2008 de la Estrategia en Ictus del Sistema Nacional de Salud (SNS), la organización y atención sanitaria al ictus han mejorado de forma significativa, aunque la disponibilidad y acceso a las Unidades de Ictus y rombectomía sigue siendo irregular por territorios, lo que pone de manifiesto una deficiente equidad para acceder al mejor tratamiento en fase aguda

  • Gracias a la puesta en marcha del Código Ictus se ha conseguido que la mayoría de los pacientes que sufren un ictus sean atendidos con la mínima demora en centros con Unidades de Ictus, reduciendo significativamente los tiempos de atención, lo que permite aumentar de forma muy importante el número de sujetos tratados con trombólisis intravenosa, pasando del 3% inicial hasta alcanzar un 20% de los pacientes con infarto cerebral atendidos en urgencias. La mortalidad se ha reducido en más de un 50% de los casos

  • La atención primaria es el ámbito idóneo para el seguimiento y control de los pacientes crónicos, sin olvidar su aportación a la coordinación asistencial con atención especializada en el ámbito hospitalario y la continuidad de cuidados como un recurso esencial de la recuperación y la adaptación, ganando en funcionalidad
  • Más allá de la fase aguda, los objetivos de salud a alcanzar en la atención de un paciente que ha sufrido un ictus son la reducción del grado de discapacidad y la necesidad de adaptación del paciente a su entorno próximo, así como la preservación del máximo potencial funcional y la prevención de la aparición de otro episodio de ictus
  • En el ámbito de la neurorrehabilitación en la fase postaguda, los factores claves son la continuidad y coordinación asistencial, los programas de atención individualizados y los equipos de neurorrehabilitación altamente especializados e interdisciplinares, que permitan una atención de temprana, intensiva y de calidad
  • La intervención precoz del rehabilitador permite diagnosticar la discapacidad, comenzar la intervención rehabilitadora adecuada, prever los recursos futuros y apoyar la integración social y/o laboral del paciente (Ministerio de Sanidad y Política Social, 2009). Se trata de una intervención coste-efectiva. Aun siendo la rehabilitación una de las partidas con mayor peso en el coste directo sanitario del ictus, si no invertimos en ella, los costes totales serían mucho mayores, dado que el gasto económico de la atención a la enfermedad se incrementa conforme aumenta la discapacidad y dependencia. Por lo tanto, la rehabilitación debe verse como una inversión, no como un gasto