Un artículo de Sanitas Mayores

La demencia es uno de los síndromes geriátricos que más preocupan tanto a profesionales del sector residencial como al conjunto de la sociedad en general. En nuestro país, una de cada cuatro personas de más de noventa años padece esta enfermedad, una cifra que se prevé aumentará en los próximos años debido, principalmente, al incremento de la esperanza de vida de la población.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), España es el tercer país del mundo con más casos de demencia, solo precedido por Francia e Italia. Los números hablan por sí solos: cerca de 700.000 mayores de 40 años padecen alzhéimer en España, una de las formas de demencia más comunes, y se estima que en 30 años este número supere los dos millones.


Estas impactantes cifras del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social han convertido la demencia en uno de los principales problemas entre las personas de avanzada edad. Por ello, la investigación y el estudio sobre los tratamientos para mitigar o minimizar los efectos de esta enfermedad se ha potenciado enormemente en los últimos años. Las terapias, basadas en su mayoría hasta el momento en la utilización de psicofármacos con el fin de controlar conductas inadecuadas, han dado paso a nuevos modelos y tratamientos, con la racionalización de estos medicamentos como punto de partida para mejorar la calidad de vida de los pacientes.

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El empleo de terapias no farmacológicas y el uso racional y adecuado de los psicofármacos mejora exponencialmente el nivel de vida de las personas con demencia

En la actualidad, se ha demostrado que, para el manejo de la patología, el uso de terapias no farmacológicas y hacer un uso racional y adecuado de los psicofármacos mejora exponencialmente el nivel de vida de las personas mayores, aumentando su sociabilización y participación en actividades que reducen el impacto negativo de la enfermedad en su día a día. Esta fue una de las principales conclusiones que se extraen del estudio realizado por el Dartmouth Institute for Health Policy and Clinical Practice, de la Universidad de Dartmouth, y Sanitas Mayores, en el que participaron 1.600 residentes de 45 centros a los que, tras analizar individualmente cada uno de los casos, se les redujo la administración de psicofármacos.

Los resultados han sido evidentes y abren nuevas puertas en la investigación de tratamientos. El estudio reflejó de manera rápida en los residentes grandes mejoras, mostrándose más sociables y proactivos a participar en numerosas actividades de terapias no farmacológicas. Estas terapias se basan en el uso de agentes primarios no químicos, que inciden de manera positiva en el estado anímico de los mayores. Existen diversos tipos, pero actualmente las más extendidas son la terapia con música, la terapia asistida con animales o el acompañamiento terapéutico, que mejoran capacidades cognitivas y aumentan el bienestar emocional de la persona con demencia.

Otro de los beneficios reflejados en el estudio fue la reducción en el número de caídas sufridas debidas a las alteraciones provocadas por los psicofármacos. Un resultado muy positivo dado que las caídas en personas mayores constituyen uno de los síndromes geriátricos más extendidos, por la elevada incidencia en este sector de la población, que acarrean enormes problemas derivados como la reducción de movilidad o la pérdida de autonomía  o, en los casos más graves, un aumento de mortalidad.

La racionalización de psicofármacos y sujeciones químicas en pacientes con demencia, especialmente el control del uso de benzodiacepinas y antipsicóticos, ha demostrado su efectividad. Teniendo en cuenta que estos medicamentos son los más utilizados en España para evitar alteraciones conductuales en los pacientes, es imprescindible plantear una nueva situación y dar paso a nuevas formas de tratamiento. Nuestros mayores son parte imprescindible de la sociedad y merecen recibir el mejor trato posible. El avance en la investigación y desarrollo de terapias para combatir los efectos de la demencia debe ser una prioridad y el sector residencial de estar preparado y debe saber adaptarse a una situación que, por desgracia, será cada vez más común entre la población.