Un artículo de Brenda Borrelli,
Profesora Universitaria de Educación Física (Universidad de Flores),
Licenciada en Actividad física y Deporte (Universidad de Flores),
Especialista en Intervención y Gestión Gerontológica (Universidad Nacional Tres de Febrero)
y Doctoranda en Investigación Gerontológica (Universidad Maimónides)

La situación mundial actual de aislamiento social, determinada por los gobiernos de los distintos países en respuesta al COVID-19, derivó en la necesidad de adaptar muchas de las prácticas de ejercicio físico al formato virtual. Por esta razón, resulta oportuno profundizar en la temática, centrándonos en el colectivo de personas mayores que viven solas: su acceso a la virtualidad, sus hábitos de vida y las consecuencias de la situación de aislamiento sobre la salud, las propuestas de ejercicio físico disponibles y los recaudos a considerar para que las mismas aporten beneficios.

Las consecuencias de esta nueva realidad, nos invitan a reflexionar sobre su nivel de adhesión al ejercicio físico en la modalidad virtual, considerando que el acceso a la misma implica disponer de ciertos recursos tecnológicos (teléfono celular, computadora [ordenador], conexión a internet) y el conocimiento necesario de cómo utilizarlos.

Por otra parte, es importante considerar si antes de marzo realizaban ejercicio físico de manera sistemática, o si por el contrario llevaban una vida más bien sedentaria. Y también conocer qué actividad física está realizando en la actualidad, dentro de su vivienda (tareas domésticas, ejercicios que elige aleatoriamente, videos desde internet, etc.). Esa información es importante al momento de planificar las sesiones de ejercicio.

El contexto actual de las personas mayores

Las personas mayores llevan más de tres meses de reclusión domiciliaria. Una gran proporción llevaban una vida más o menos activa y la actual situación de aislamiento alteró sus rutinas generando un sedentarismo forzado o cuanto menos una merma en actividad física. Ello ha derivado en un desacondicionamiento físico o desentrenamiento.

Mujica y Padilla (2000) lo definen como una «pérdida parcial o completa de las adaptaciones anatómicas, fisiológicas y de rendimiento provocadas por el entrenamiento como consecuencia de una reducción o cese del entrenamiento.» Y lo caracterizan según el tiempo de merma o cese del entrenamiento en de corto período (menos de 4 semanas de estímulos insuficientes) o de largo período (más de 4 semanas de estímulos insuficientes).

Este fenómeno ha sido estudiado principalmente en deportistas, pero resulta interesante y necesario considerar la realidad de los mayores en la actualidad. Muchos de ellos pueden percibir cambios corporales como mareos, debilidad muscular, aumento de la frecuencia cardíaca y dificultad respiratoria ante actividades que anteriormente podían realizar sin esfuerzo. «La pérdida de fuerza y masa muscular en personas mayores está directamente relacionada con una reducción en la autonomía de movimiento y en la capacidad para realizar tareas de la vida cotidiana.» (Izquierdo, et al., 2008).

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El responsable de la actividad física virtual debe tener contacto con cada participante para disponer de una aproximación diagnóstica al estado físico y psico emocional de la persona

Si bien abunda la información sobre los beneficios del Ejercicio Físico, es apremiante visibilizar los recaudos a considerar y la necesidad de un profesional que los prescriba adaptados a las particularidades de cada individuo. Hoy encontramos en la web infinidad de propuestas de movimiento masivas, populares y para todas las edades en la misma sesión. Por este motivo es importante reflexionar sobre unas nuevas consideraciones a la hora de proponer la práctica de ejercicio físico a personas mayores en el ámbito hogareño.

En palabras de Mahecha Matsudo y Molina (2017), «es crucial desarrollar estrategias de salud centradas en el concepto trascendental que es la ʻindependencia y autonomíaʼ, por ello es importantísimo intervenir en estrategias educativas tempranas».

Consideraciones prácticas

Como primera medida, resulta muy recomendable que el responsable de la actividad física virtual realice contacto telefónico o audiovisual con cada participante, porque va a ser el canal que permita una aproximación diagnóstica al estado físico y psico emocional de la persona. Si son alumnos que participaban de sus clases presenciales, tanto mejor, porque el profesional lo conoce y tiene un registro de ellos. Si en cambio, la persona es nueva, habrá que ahondar en las preguntas de su historia clínica a fin de poder tomar los recaudos necesarios para que la actividad no revista peligro.

Asimismo, se sugiere algún medio de comunicación semanal (por ejemplo, un grupo en WhatsApp), a fin de acompañar a los participantes, canalizar inquietudes o dudas y también convocar a otros profesionales de la salud en caso de sospecha de alguna alteración funcional. Ese contacto, a su vez, va a construir o preservar un vínculo con la persona, propiciando tareas educativas, retroalimentación en cuanto a la ejecución de los ejercicios, evacuar dudas y un rato de compañía para los participantes.

Los nuevos formatos virtuales de implementación de propuestas de ejercicio físico para personas mayores en sus hogares, demandan que el responsable de la actividad redoble sus esfuerzos para que cada participante pueda regular la intensidad del ejercicio a sus posibilidades. Para ello, una herramienta económica y muy útil: la escala OMNI-Global Session in the elderly (Da-Silva et al., 2013), que de forma sencilla permite valorar el esfuerzo en sesiones multicomponente, y asociarlo a gráficos.

Su implementación sería una acción pertinente, para garantizar un marco de seguridad a la hora de proponer ejercicios, donde cada participante pueda reconocer sus límites, y mantener el esfuerzo que realiza ante la ejecución de los ejercicios dentro de un área metabólica acode a sus posibilidades.

Una sesión multicomponentes debería incluir estímulos en la movilidad articular, la flexibilidad, el equilibrio, la coordinación, la fuerza muscular, la resistencia al esfuerzo, la postura, y además la propiocepción como estrategia para conocerse y cuidarse mejor. Todo ello desde una progresión metodológica pensada para cada participante, donde, desde un formato virtual grupal, se contemplen las individualidades.

También se sugiere desde la propuesta que se realice, intentar abordar y enriquecer aspectos no solo físicos o corporales, sino también cognitivos, sociales, emocionales, a fin de incrementar la Reserva Humana (Zarebski, 2011) de quienes participan. Es decir, contemplar al individuo en su totalidad, recordando que las personas mayores sufren la soledad, y la sesión de ejercicio debe armonizar con las premisas sugeridas para transitar un Envejecimiento Activo; definido como «el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad, con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen». OMS (2002).

Y por último, recordar a los participantes de la sesión virtual aspectos fundamentales a considerar para su propia seguridad: despejar el espacio donde va a realizar la clase, es decir, vigilar que no haya alfombras móviles o cables en el suelo, que puedan provocar una caída, considerar una distancia prudencial con los muebles si tienen bordes filosos. Dejarse una silla cerca, una jarra con agua y un vaso, ropa y calzado adecuados para la actividad, cuidar la buena iluminación del lugar (si es natural mucho mejor) y la temperatura (ni excesivamente caluroso ni demasiado frío).

En conclusión, todas las consideraciones anteriores deberían posibilitar crear sesiones de ejercicio enriquecidas, seguras, saludables, adaptadas a los participantes, multicomponentes, con complemento de contenido educativo (como lecturas recomendadas o explicación de algún contenido anatómico, por ejemplo). Donde la virtualidad nos motive a redoblar esfuerzos, para seguir trabajando de manera comprometida y responsable. 

Sin descuidar el impacto del probable desacondicionamiento físico, la posible merma en las relaciones sociales, las preferencias motrices de la persona, su nivel de sensibilidad corporal, las emociones que le despierta la actividad (garantía de adhesión o abandono) y el vínculo que podamos entablar como profesionales del movimiento. Porque «el ejercicio consigue bombear las sustancias químicas del cerebro, como BDNF (Brain-derived neurotrophic factor), un link biológico crucial entre el pensamiento, las emociones y el movimiento» Pellicer Royo (2015).

Bibliografía

Da Silva-Grigoletto, M.E., Viana-Montaner, B.H., Heredia, J.R., Mata, F., Peña, G., Brito, C.J., Vaamonde, D., García-Manso, J.M. (2013). Validación de la escala de valoración subjetiva del esfuerzo OMNI-GSE para el control de la intensidad global en sesiones de objetivos múltiples en personas mayores. Kronos XII(1), 32-40.Izquierdo (2008).  Biomecánica y bases neuromusculares de la Actividad Física y el deporte. Buenos Aires; Madrid:  Médica Panamericana.
Mahecha Matsudo, S. (2017) Actividad Física y Ejercicio en salud y enfermedad.
Mujica, I. y Padilla, S. (2000). Detraining: loss of training-induced physiological and performance adaptations. Part I: short term insufficient training stimulus. Sports Med. 30(2): 79-87, Aug 2000
OMS (2002). Envejecimiento activo: Un marco político. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 37(2), 74-105.
Pellicer Royo, I. (2015). NeuroEF. La REVOLUCIÓN de la Educación Física desde la NEUROCIENCIA. España: Inde.
Zarebski (2011). El futuro se construye hoy. La Reserva Humana, un pasaporte hacia un buen envejecimiento. Bs AS: Paidós.