Un artículo de Carlos Martín Lorenzo
Médico especialista en Geriatría
Director Médico del Centro Sociosanitario Hermanas Hospitalarias de Palencia

La soledad es un sentimiento subjetivo de carácter negativo “sentirse solo”, mientras que el aislamiento social es la medida objetiva de la falta de relaciones sociales “estar solo”.En las personas mayores, con una expectativa vital cada vez más alta, la finalización de la etapa laboral, la pérdida o distanciamiento de los seres queridos por fallecimiento, separación o abandono del hogar familiar, son algunas de las causas más comunes que desencadenan la sensación subjetiva de soledad.

Existen factores socioculturales predisponentes, como son el género, el nivel educativo, la ubicación y las características de la vivienda, la red de apoyo familiar y social, la situación económica y la posibilidad de acceso a los servicios sanitarios y sociales.

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El colectivo de personas mayores es uno de los más afectados por la soledad, especialmente en aquellas que han tenido una dedicación prolongada o exclusiva a una relación de cuidados de otra persona enferma o dependiente, lo que ha favorecido que su soledad se perpetúe en el tiempo.

La soledad no deseada repercute en la salud física y mental. Son frecuentes el dolor asociado a problemas musculoesqueléticos, la hipertensión arterial y los trastornos digestivos, con una tendencia a la automedicación. En el ámbito psíquico encontramos con más frecuencia problemas psicosomáticos, trastornos afectivos y deterioro cognitivo.

La soledad también afecta a la calidad y esperanza de vida libre de enfermedad, a través de varios factores de riesgo como el sedentarismo, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, descuido de la higiene personal, alimentación inadecuada y malos hábitos de sueño. Otros riesgos asociados a la soledad en las personas mayores son la menor utilización de recursos sanitarios, el mayor riesgo de institucionalización y la muerte en soledad. Debemos combatirlos con el fomento de unos hábitos y estilo de vida saludables

La soledad no deseada puede considerarse un nuevo síndrome geriátrico que afecta a un número creciente de personas mayores en los países desarrollados, con una disminución de la red de apoyo familiar y social que acaba afectando a su autonomía y autoestima.

En la etapa que vivimos de crisis sanitaria y confinamiento social, la soledad no deseada ha emergido como la punta de un iceberg, con un trasfondo de problemas que la agravan. Su abordaje en profundidad requiere de la acción conjunta y coordinada de recursos del ámbito sanitario y social.

Tenemos la oportunidad de estructurar más el llamado espacio Sociosanitario, para dar respuesta a las necesidades de apoyo y asistencia a personas con un perfil que combina envejecimiento, cronicidad, dependencia y problema social, mediante servicios orientados a dar respuesta en su entorno a las nuevas necesidades de una sociedad envejecida en la que las personas mayores reclaman el protagonismo y la participación social que les corresponden, en base a la filosofía del “envejecimiento activo”.