Un artículo de Vicente Pérez Cano,
Director de CONFEMAC (Confederación Estatal de Mayores Activos) y Profesor de la Universidad Pablo de Olavide

Internet ha revolucionado el mundo en los últimos veinte años. Está tan presente en todo lo que hacemos que se puede decir que nos ha cambiado la vida. Para las personas nativas digitales es algo absolutamente natural, espontáneo y además sencillo. Han nacido y se han criado en la red. Los menos jóvenes nos hemos tenido que adaptar, pero las ventajas son tan grandes que hoy sería difícil encontrar a alguien dispuesto a prescindir totalmente de esta valiosa ayuda después de haberla utilizado.

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Ni la edad ni los estudios son el problema para disfrutar de las ventajas que ofrece Internet, es una cuestión de actitud

Sin embargo muchas personas, a partir de ciertas edades, no quieren o no se ven capaces de utilizarlo y esto tiene sus consecuencias, la llamada brecha digital, que es la actual forma de analfabetismo.

Así como la falta de alfabetización clásica limitaba a las personas y les hacía dependientes de quienes sabían leer y escribir, el analfabetismo de hoy es más limitante, si cabe, porque afecta a casi todos los asuntos de la vida cotidiana: solicitar una cita médica, realizar una gestión bancaria, comunicarse con otras personas, obtener informaciones necesarias… Y eso es muy empobrecedor.

Aún hay quien piensa que la edad o la falta de formación es un impedimento, pero eso no es cierto porque hay mayores-jóvenes que se niegan a aprender y mayores-muy-mayores que se manejan con total normalidad. Lo mismo sucede con el nivel previo de estudios. Ni la edad ni los estudios son el problema. La clave está en la actitud.

Lo mismo que un altísimo porcentaje de personas mayores han aprendido a usar WhatsApp con normalidad, también son capaces de aprender a utilizar otras aplicaciones. Es cuestión de adoptar una actitud de curiosidad para seguir descubriendo y disfrutando de otras herramientas que nos facilitan una vida más cómoda.

Quien piensa que Internet le puede aportar algo positivo y deja a un lado sus miedos, se familiariza rápidamente con esta herramienta y descubre una ventana que le acerca a todo un mundo de posibilidades para aprender, curiosear, relacionarse, disfrutar. Gracias a Internet muchas personas mayores han amortiguado los efectos del confinamiento con videollamadas con sus hijos y nietos que viven en otros países o ciudades, o con los amigos, incluso tomándose su tradicional aperitivo de los domingos a través de la tablet, como nos contaba un matrimonio -76 y 79 años- que no ha querido dejar esa costumbre con sus “compadres” de toda la vida.

Por tanto, cabe pensar que si otros han aprendido ¿por qué yo no voy a ser capaz? Porque Internet no es un enemigo. Internet es una herramienta que da independencia y facilita seguir creciendo hasta límites insospechados. Hoy más que nunca, conviene tomar conciencia de que para envejecer activamente, Internet es una herramienta amiga.