Un artículo de Ismael Enfeddal García,
psicólogo de Amavir Leganés y Amavir Alcorcón

Las Terapias No Farmacológicas (TNF) son aquellas intervenciones que, como su propio nombre indica, se llevan a cabo sin el uso de fármacos; refiriéndonos a terapias que, desde hace varias décadas, se vienen utilizando para mejorar la calidad de vida del paciente o cuidador. Estas intervenciones terapéuticas pueden ser tan efectivas, en algunos casos, como el uso de fármacos a la hora de aliviar los principales síntomas de las personas con demencia y, dentro del ámbito de la psicogerontología, constituyen la metodología principal de intervención con nuestros residentes.

Estas terapias, por su parte, están destinadas a todos los residentes tanto con deterioro cognitivo como hacia aquellos que no lo tienen, ajustándose una metodología que se desarrollará acorde al perfil de cada persona o de cada grupo de residentes de forma homogénea, a través del establecimiento de una rutina y de unos horarios, así como de un entrenamiento mediante diferentes actividades en función del perfil del equipo técnico de cada centro.

En este sentido, cabe recalcar que las Terapias No Farmacológicas cuentan con un abordaje multidisciplinar, al trabajarse en nuestras residencias desde varios grupos de profesionales como terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, psicólogos y animadores socioculturales.

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Las Terapias No Farmacológicas contribuyen a la mejora o mantenimiento de los estándares de calidad de vida de las personas mayores

Ventajas de las Terapias No Farmacológicas

Dentro de los principales beneficios que constituyen el uso de las Terapias No Farmacológicas, destacamos el aumento o mantenimiento de los estándares de calidad de vida para nuestros residentes, así como el mantenimiento de unos niveles óptimos de autonomía en las actividades diarias.

Por otro lado, mediante las mismas impedimos la desconexión con su entorno, limitamos su estrés y evitamos reacciones psicológicas anómalas, mientras ayudamos a ralentizar la evolución de la enfermedad.

Clasificación de Terapias No Farmacológicas

Es importante destacar la distinción de dos grandes grupos diana en este tipo de intervenciones. Por un lado, las que se realizan con residentes y, por otro, la existencia de terapias orientadas a los cuidadores, formales e informales, de personas mayores con y sin deterioro.

Las Terapias No Farmacológicas destinadas al residente se pueden dividir en dos grandes categorías que se clasifican en el ámbito cognitivo y conductual:

  1. ESFERA COGNITIVA: esta esfera se plantea en base al perfil de cada residente y coincide con los protocolos que llevamos desde el Grupo Amavir, dividiéndose en tres grandes apartados:
  • Estimulación cognitiva: en este caso, nos referimos a aquellas dinámicas encaminadas a la estimulación de las diferentes funciones cognitivas del individuo (memoria, lenguaje, atención, etc.) y de la optimización de su rendimiento. De manera transversal, con píldoras de orientación a la realidad para ubicar en espacio-tiempo al residente al principio y al final de la dinámica.
  • Reminiscencia: nos referimos a dinámicas enfocadas al trabajo con personas mayores con y sin deterioro a través de componentes de la memoria autobiográfica, poniendo énfasis en el vínculo con residentes mediante la expresión de emociones vinculadas a la temática en cuestión. Se persigue además como hilo conductor el repaso de historia de vida del residente.
  • Estimulación multisensorial: a medida que el deterioro de las personas con demencia avanza, el tipo de intervención ha de ajustarse a su perfil. Por ello, en este caso, el trabajo se enfoca desde la estimulación a través de los sentidos. Dentro de esta metodología, la estimulación sensorial a través de la música es una de las estrategias que mejor funcionan, debido al componente vinculado a las emociones que la música despierta en el residente, consiguiendo de esta manera conectar al residente con el entorno próximo a través de los sentidos, la música y las emociones.
  1. ESFERA CONDUCTUAL: la Sintomatología Psiquiátrica y Conductual asociada a la Demencia (SPCD) se define como el conjunto de síntomas y signos que pueden aparecer en el individuo con demencia y conllevan un sufrimiento personal. Se agrupan en síntomas psicológicos, como depresión o ansiedad; y signos conductuales, como apatía, agitación motora o agresividad (Olazarán-Rodríguez, Agüera-Ortiz y Muñiz-Schwochert, 2012).

Desde Amavir, trabajamos con el modelo “Guiados por ti” para gestionar este tipo de situaciones, haciendo una intervención mediante el análisis conductual de la situación problemática a través de un modo “ABC”, con el objetivo de esclarecer qué antecedentes o motivos están desencadenando la conducta problemática en el residente.

Determinando el posible origen del problema, el objetivo es utilizar diferentes estrategias conductuales y/o ambientales con el fin de intervenir para tratar de gestionar la situación que, en definitiva, está generando un malestar en el propio individuo.

De manera transversal, el concepto de validación tiene especial relevancia, puesto que se trata de estrategias a través de las cuales hemos de comunicarnos y comportarnos con personas con deterioro. Igualmente, debemos contemplar el marco teórico de la atención centrada en la persona para poder gestionar de manera efectiva las alteraciones de conducta de nuestros residentes.

A través del conocimiento de su historia de vida, podremos vincular con ellos, ofreciéndoles un espacio en el que confíen y se sientan seguros, contemplando aspectos como su dignidad y conseguir que mantengan niveles óptimos de autonomía en el contexto residencial. Todo ello con una actitud empática y una visión holística del individuo que contemple su marco biopsicosocial, con especial importancia de la comunicación verbal y no verbal.

Cuidadores de personas con demencia

A la hora de intervenir de manera no farmacológica con cuidadores, los últimos datos ofrecen evidencia empírica para determinar que la reducción del impacto psicológico sufrido por este sector de la población se lleva a cabo a través de programas con múltiples componentes terapéuticos como la psicoeducación, acompañada de elementos terapéuticos desde las técnicas cognitivo-conductuales, así como las de tercera generación y aquellas basadas en mindfulness (Cheng et al., 2020; González-Fraile et al., 2020).