Un artículo de Daniela Carolina Almeida Heredia, estudiante de prácticas de Psicología de la Universidad San Francisco de Quito (Ecuador)
Revisado por Carlota Sáenz de Urturi Gómez-Centurión (M-31299), neuropsicóloga Cognitiva Unidad de Memoria Chamartín.

El duelo es el estado en el cual un individuo sufre la pérdida de una persona, un animal, objeto, o situación a la que estaba psicosocialmente vinculado y acostumbrado, por lo que este suele influir y tener reacciones adversas en diferentes aspectos importantes de la vida de la persona como son los afectivos, físicos, sociales, cognitivos o espirituales.

Algunas de los sentimientos que pueden presentarse son la culpa, la vergüenza y la desesperanza. Por otro lado, entre las reacciones físicas que pueden aparecer están la dificultad para dormir, el cambio en los hábitos de alimentación o los problemas psicosomáticos. Además, la persona puede experimentar reacciones sociales que están vinculadas con la ansiedad de relacionarse, cuya aparición dificulta volver a estar con familiares, amigos o salir de espacios seguros. Por otra parte, las reacciones emocionales pueden manifestarse con llantos, ira, sensaciones de vacío y más.

En general, se conoce que un gran porcentaje de las personas que acuden a psicoterapia lo hacen debido a la presencia de alguno de los signos de duelo. Es importante entender que el duelo es un proceso del todo natural y normal, cuyo objetivo es reconstruir el vínculo que se ha perdido.

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El duelo es un proceso del todo natural y normal que puede generar sentimientos de culpa, vergüenza o desesperanza

Como concepto general, el duelo suele ser un proceso que evoluciona, el cual es totalmente dinámico, por lo que va a ir avanzado y retrocediendo. De igual manera es importante mencionar que el duelo es algo propio, íntimo y activo y va a requerir de elaboración. Debemos entender que el duelo, como se mencionó antes, no es solo la pérdida de una persona con la que se tiene apego, que suele ser la situación más común, sino también existen diferentes tipos de pérdidas.

Están las pérdidas relacionales, las cuales involucran la muerte, rupturas amorosas, separaciones y más; las pérdidas personales, que son, por ejemplo, mutilaciones, enfermedades, pérdida de capacidades, fracasos, desilusiones; las pérdidas materiales, que son cosas o lugares, por ejemplo, la migración; y por último están las pérdidas evolutivas, que involucran en general a los ciclos de la vida.

Envejecer es parte del ciclo natural de la vida, que es continuo y progresivo, sin reversibilidad y constituye una etapa más de la vida. Se conoce que en cada etapa de la vida de las personas se sufren cambios, pérdidas y crisis, siendo especialmente frecuente en la etapa del adulto mayor. Estos aspectos suelen estar vinculados a como ven sus logros adquiridos a lo largo de la vida, sumando los deterioros físicos propios del ser humano y la edad (Rodríguez et al., 2007).

En este sentido, si la persona considera los aspectos que ha vivido durante su vida sintiéndose satisfecha y acepta de forma saludable esta etapa, esto ayuda mucho en la aceptación de los cambios como el de la muerte (Rodríguez et al., 2007). Por el contrario, si el adulto mayor siente que no ha logrado lo necesario, este entra en desesperanza, dando como resultado que no acepte los cambios que vienen con esta etapa de su vida, dificultando así el desarrollo adecuado de esta etapa (Rodríguez et al., 2007). De esta manera se generan sentimientos de ansiedad, desesperación y amargura. Ambos aspectos van a estar relacionados con la pérdida, cuya esencia va a repercutir en los diferentes aspectos mencionados anteriormente.

Los adultos mayores han vivido diferentes pérdidas y con ellos diferentes duelos a lo largo de la vida, sin embargo, se podría considerar que es en esta etapa en la que se sufren mayores pérdidas intrapersonales y pérdidas evolutivas. Tanto las pérdidas, el duelo y la muerte van a tener diferentes aspectos sociales, culturales y religiosos, dando como resultado diferentes maneras en las que se perciban o se afronten, sin embargo, se ha considerado que las personas que sufren un duelo siguen fases similares (Papalia & Martorell, 2017).

De acuerdo con Kübler – Ross, existen diferentes etapas del duelo y diferentes etapas de la aceptación de la muerte. Es importante mencionar que estas etapas no son lineales ni rígidas, no todos pasan por todas las etapas y no existe un orden establecido, más bien son cíclicas, refiriéndonos a que se puede volver a una etapa que ya se ha pasado (Papalia & Martorell, 2017).

La primera etapa es la negación, la cual se la observa como un medio natural de responder para la protección ante el impacto de la pérdida. La segunda etapa es la ira, que al igual que la negación constituye una respuesta natural, debido a que sentimos esta injusticia frente al hecho de haber pedido algo, los sentimientos de enojo afloran en gran magnitud. La tercera etapa es la negociación, misma que nos lleva a desear que esa pérdida no haya sucedido, buscando de alguna manera que sea diferente la situación. La cuarta etapa es la depresión, en donde todas las emociones que se arraigaban a las otras etapas se calman, y entra el dolor a un nivel más profundo. Por último, la quinta etapa es la aceptación, aquí se comienza a reconstruir la vida y encontrar nuevas esperanzas. Finalmente, se puede pensar en esa pérdida sin sentir aquel dolor intenso (Papalia & Martorell, 2017).

Se podría decir que los sentimientos y la longitud del duelo no cambian a lo largo de la edad (Nigel,1990), sin embargo, otros estudios han encontrado que los adultos mayores podrían llevar un duelo más intenso, debido a los sentimientos de pérdida junto con depresión, desesperación, tristeza y culpa asociados a la conciencia de la muerte (Kyoung & Hye, 2001).

Es importante también mencionar que en los adultos mayores se puede también dar el duelo complicado. El duelo complicado va a aparecer en el proceso de este (Worde, 2008), en donde diferentes factores influyen a que la persona no se adapte de forma correcta (Worde, 2008). Entre los factores que influyen en que una persona entre en un duelo complicado, están la edad, el género y la educación (Treml et al., 2020).

Según estudios, el hecho de que sea una mujer de edad adulta, con educación básica, es un predictor a que se dé el duelo complicado (Treml et al., 2020). Algunos de los síntomas que se presentan en el duelo complicado son “duelo agudo prolongado con anhelo intenso y tristeza; pensamientos y recuerdos frecuentes del difunto; y dificultad para comprender la dolorosa realidad e imaginar un futuro con propósito y significado, con un enfoque maladaptivo y comportamientos de evitación, pensamientos disfuncionales y perturbadoras emociones desreguladas” (Shear et al., 2014).

El proceso de duelo y la pérdida, como había mencionado antes es totalmente normal, y mediante el adecuado método de afrontamiento, se pueden sobrellevar sus etapas de una manera saludable. Existen dos formas de afrontarla, las pasivas y las activas. El afrontamiento activo es en donde la persona retoma la capacidad de seguir enfrentando el problema, aprendiendo de ella y tomándolo desde un ámbito positivo y natural. Por el otro lado, en el afrontamiento pasivo la persona se queda de cierta manera estancada y no genera un aprendizaje de ello.

En ambas situaciones es de suma importancia entender que el círculo o el sistema de apoyo del adulto mayor es uno de los peldaños más importantes en el duelo, ya que les ayuda a sobrepasar los cambios y los diferentes sentimientos que vengan con este. Entre los sistemas de apoyo más significativos están aquellos de orden familiar, social, filosóficos o religiosos.

Al efecto, considero que el apoyo de la familia y los amigos es de fundamental importancia para superar las fases de duelo, aunque también este apoyo, en ciertas sociedades, encuentra bastante apertura en el campo religioso, dada la formación que predomina en la misma; sin embargo, todos y cada uno de estos sistemas son muy valiosos y favorecen sobrellevar el duelo de una forma saludable.

Referencias

Kyoung, H. & Hye, K. Loss in the Elderly. (2001). Journal of Korean Academy of Nursing, 7(31), 1197- 1201.

Nigel, C. (1990). Grief in old age: A review of the literature., 5(2), 67–75. doi:10.1002/gps.930050203 

Papalia, D. Martorell, G. (2017). Desarrollo humano. McGraw-Hill.

Rodríguez, A. F. U., Orbegozo, L. V., & López, S. (2007). Actitud y miedo ante la muerte en adultos mayores. Pensamiento psicológico, 3(8), 109-120.

Treml, J., Linde, K., Engel, C., Glaesmer, H., Hinz, A., Luck, T., … & Kersting, A. (2020). Loss and grief in elderly people: results from the LIFE-Adult-Study. Death Studies, 1-10.

Worde, W. (2008). El tratamiento del duelo. Asesoramiento psicológico y terapia. Paidós.