Un artículo de Eloy Ortiz Cachero, Director Residencia Sierra del Cuera


“Si uno está solo, la alegría no es nada”
José Saramago


Estas palabras del escritor portugués José Saramago, premio nobel de literatura en el año 1998, nos hacen ver al ser humano como un ser social. Es indudable que las personas necesitamos afecto y compañía, pero también ser partícipes en la comunidad en la que vivimos. No obstante, creo esencial, que en el análisis de las relaciones interpersonales, debemos partir de la certeza de que la situación de cada persona no puede ser considerada una cuestión de casualidad, sino que cada uno de nosotros somos destinatarios de una trayectoria singular, cuya identidad se ha configurado a través de una multitud de relaciones y momentos compartidos.

Los psicólogos consideran que alguien está solo cuando no mantiene comunicación con otras personas o cuando percibe que sus vínculos sociales no son satisfactorios. Desde esta manera de ver las cosas, podemos decir que la soledad es en primer lugar, el resultado de unas relaciones sociales deficientes; en segundo lugar, que en sí misma constituye una experiencia subjetiva, ya que uno puede estar solo sin sentirse solo o sentirse solo cuando se halla en grupo; y por último, puede llegar a generar malestar.

La soledad puede ser un fenómeno permanente a lo largo del tiempo o durante períodos temporales breves asociados a diferentes circunstancias. En definitiva, podríamos conceptualizarla como una experiencia que tiene lugar cuando la red social de una persona es deficitaria en calidad y cantidad.

geriitaricarea soledad
Se deben poner medidas para prevenir o paliar la soledad de las personas mayores

Me parece importante también hacer hincapié y definir las diferentes “formas de soledad”. De esta guisa, hablamos de soledad objetiva: que hace referencia a la falta de compañía (permanente o temporal). Nos referimos a ella cuando hablamos de personas que viven solas. No siempre implica una vivencia desagradable, ya que puede, tengámoslo en cuenta, ser una experiencia buscada y enriquecedora. En segundo lugar, la soledad subjetiva: que está presente en personas que se sienten solas. No obstante, como ya he comentado anteriormente, el sentirse solo no significa forzosamente estar solo.

Ésta que acabo de describir es la clasificación clásica, sin embargo, mi opinión y la de otros es que tendríamos que hablar de otras dos formas de soledad. La soledad social, que hace referencia a un déficit en el soporte social, y en segundo lugar, la soledad emocional, que alude a la cercanía o intimidad con otro. Implica la ausencia de relaciones de apego, es decir, relaciones especialmente significativas para la persona.

De todos los estados psíquicos, tal vez la soledad es uno de los que en algún momento todo ser humano ha experimentado o experimentará. Es un problema real que puede aparecer en cualquier momento de nuestro ciclo vital. Personalmente, me parece que hay soledad en nuestros niños del siglo XXI enganchados a la informática, hay mucho de soledad en la llamada “movida” juvenil, y también en las personas mayores. Quizás, muchas veces, sea consecuencia de la existencia de “muros” que impiden abrir una ventana a la luz de la esperanza, muros de soledad familiar, social y existencial.

Aunque acabo de comentar que la soledad no es exclusiva de las personas de edad avanzada, mi interés va a centrar a partir de ahora la cuestión planteada en este grupo etario. Diferentes estudios señalan que muchas personas mayores se sienten frecuentemente solas. Simplemente un dato: en España hay casi cinco millones de personas que viven solas, siendo el 40% mayores de 65 años.

Si consideramos además, que a la soledad la pueden acompañar el nerviosismo, la angustia, la irritabilidad, el aislamiento e incluso la depresión, podremos entender que es el principal temor de carácter no físico que manifiestan las personas en la última fase de su ciclo vital. 

Además, el constructo soledad no es igual o no significa lo mismo en todas las personas mayores. Para la mayoría es un sentimiento de vacío y tristeza, para otros es haber perdido a personas queridas, no tener a nadie a quien acudir, carecer de un grupo de amigos, no tener familia o tenerla lejos…. Es decir, la soledad para las personas mayores guarda una estrecha relación con la “compañía de otras personas”, pero no personas indiferenciadas, sino personas concretas, “personas queridas” con las que están unidas afectivamente.

En este sentido, podemos considerar como circunstancias que precipitan estos sentimientos en las personas mayores: el deterioro de las relaciones familiares, el aislamiento social y la menor participación en actividades que les son placenteras.

Entonces, ¿cómo afrontar adecuadamente la soledad? Opino que debemos intentar alcanzar tres objetivos fundamentales en la intervención, a saber:

  • El primero ha de ser establecer lazos interpersonales, es decir, hemos de “acompañar” o lo que es lo mismo ofrecer compañía
  • También deberemos ayudar en la “adaptación”,  favoreciendo la acomodación del comportamiento a la nueva forma de vida
  • Y, finalmente, brindar “apoyo social”, lo que significa satisfacer las necesidades sociales a través de la interacción con otros

Deseo hacer a continuación algunas consideraciones en cuanto a la importancia del Voluntariado en la cuestión que nos ocupa. Creo, que el Voluntariado, con su labor, además de proporcionar acompañamiento afectivo y favorecer una mejora de la autoestima, va a conseguir que las personas mayores ganen en seguridad.

Las personas de edad se sienten más solas en ocasiones especiales, por la noche o cuando se sienten más frágiles como consecuencia de la enfermedad. Sin duda alguna, uno de los recursos con los que las personas mayores cuentan a la hora de paliar los efectos de la soledad, es precisamente, el Voluntariado, que si mi apreciación es la adecuada, consiste en trabajar desde la comunicación y la compañía en el terreno emocional, subjetivo y personal.

Para fomentar el trabajo voluntario con personas mayores habría que hacer visible el mundo de los mayores que viven solos. Lo que quiero decir, es que sería necesario conocer las necesidades de estas personas, su predisposición al apoyo, para con posterioridad ofrecer diversas maneras de colaboración. Por lo tanto, será muy importante dar respuesta a algunas preguntas:

  • ¿Cómo y en qué momentos se siente solo/a?
  • ¿Cómo vive su soledad?: con serenidad, con angustia…
  • ¿Habla de este sentimiento con alguien?
  • ¿Qué hace para evitar estar solo/a?

En conclusión, la soledad de las personas mayores constituye un problema lo suficientemente importante como para que se deban poner medidas que la prevengan o, al menos, la atenúen. Dice un anónimo español que “la gente está sola porque construye paredes en lugar de puentes”. En estos puentes está el punto de partida para generar acciones mediadoras capaces no de evitar la soledad, porque tal vez ella es parte inherente al ser humano, pero sí de intentar controlarla.

Parece ser, entonces, que el sentimiento de soledad se da cuando las relaciones sociales conquistadas por una persona son menos numerosas o satisfactorias de lo que ella desearía. Pero, quien sabe, quizás como escribió Borges: “la verdadera soledad es cuando ni siquiera hay nadie en el espejo”.