Un artículo de Míriam Sorribas Cateura,
Neuropsicóloga y Coordinadora de Proyecto de Vida (Fundació Vella Terra)
Los procesos de duelo en la gente mayor a menudo son múltiples y comportan una sensación de estrés y confusión. El duelo no tan solo se entiende como una pérdida en sí mismo, sino también denominamos duelo a cualquier proceso de cambio que, en general, vive la persona. Y la vejez, comporta ya de por si, un cambio constante en referencia a muchos aspectos de las diferentes esferas vitales que engloban a una persona.
En general, la mayoría de las personas mayores son capaces de afrontar la pérdida de un ser querido y adaptarse, de mejor manera que una persona más joven, a la soledad. Las experiencias vividas y el hecho de pasar por otras pérdidas comporta un bagaje personal que implica un mejor ajustamiento a las separaciones y a los cambios. El duelo derivado de la pérdida es una parte normal de la vida. No se tiene que «patologizar» pero tampoco despreciar el impacto.
Lo que complica la situación es, por un lado, que la persona normalmente tiene que afrontar más de un duelo a la vez y, en segundo lugar, que la mayor parte de las veces las personas mayores no disponen de recursos orientativos para poder detectar y hacer frente a procesos de duelo patológicos.
El proceso de envejecimiento en el duelo
A pesar de que existen muchas excepciones, el envejecimiento implica una mayor susceptibilidad o vulnerabilidad emocional en los deterioros fisiológicos, psicológicos y socioculturales. Los sistemas sensoriales se vuelven menos sensibles y agudos, los patrones de sueño de toda la vida cambian y hay una disminución en ciertos aspectos de la memoria. Por lo tanto, el proceso natural de envejecimiento comporta en general una pérdida de autonomía, de independencia.
Y, muchas veces, nos encontramos que la persona mayor reacciona de una manera exagerada ante una pérdida. Hay que tener en cuenta que esta reacción que uno puede tener por una pérdida actual puede ser consecuencia del recuerdo de otras pérdidas anteriores, convirtiendo el proceso de duelo en una escalada de dolor que, además, puede causar mayor susceptibilidad y debilitamiento.
Los procesos de duelo implican una elaboración personal que si no se realiza bien acaba comportando cambios emocionales y conductuales en el otro causando ansiedad y reforzando todavía más la sensación de desorientación vital, inseguridad emocional y descontrol.
Validación de los sentimientos
Cuando esto sucede es importante ayudar a la persona para que sea consciente de estos sentimientos, de los cambios de carácter y de rutina, muchas veces provocados por las emociones de tristeza y abatimiento. Generalmente, este tipo de duelo se alarga mucho en el tiempo y la persona reacciona de manera más rígida a su entorno.
A veces aparecen sentimientos de culpa, que aumentan el dolor. Es imprescindible, en estos casos, hablar de la pérdida y de las emociones que se relacionan, dando el espacio necesario para ser capaces de validar los sentimientos. Solo de este modo la persona se puede sentir empoderada y puede ajustarse. Siempre es más fácil y, seguramente mejor para la persona, ajustarse que aceptar los diferentes duelos en esta fase de la vida.