Un artículo de Ana Belén Marín Prada, psicóloga de Los Nogales Pacífico,
y Yolanda Peregrín Valverde, psicóloga de Los Nogales Puerta de Hierro

La soledad, el aislamiento social y una mala salud mental son dificultades que con frecuencia acompañan al envejecimiento demográfico y que tienen importantes implicaciones en la salud y el bienestar de la población. Esta problemática se ha agravado considerablemente tras el inicio de la pandemia.

En Europa, cerca del 12% de las personas mayores declara tener niveles altos de soledad y/o de aislamiento social. En España, esos valores son significativamente más altos, situándose en un 20% y un 25% respectivamente.

Por otro lado, la salud mental es uno de los factores que más contribuyen a la calidad de vida en las personas mayores, por lo que una mala salud mental está estrechamente asociada con la soledad y el aislamiento social. En España, una de cada cuatro personas mayores de 65 años sufre depresión y presenta una calidad de vida hasta un 17% menor que las personas sin este problema de salud mental.

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La salud mental, que se ha deteriorado por la pandemia, es uno de los factores que más contribuyen a la calidad de vida en los mayores

En 2020, el Consejo General de la Psicología de España alertó de que unos diez millones de españoles podrían estar en riesgo de presentar algún problema psicológico debido al confinamiento. Según diferentes estudios, los efectos en la salud mental de la Covid-19 más prevalentes son:

  • depresión en un 31,4%
  • ansiedad en un 31,9%
  • insomnio en un 37,9%
  • estrés en un 41,1%

De igual manera, uno de los mayores miedos experimentados fue al aislamiento social y estados emocionales negativos como preocupación, tristeza, soledad, pesimismo, nostalgia, inquietud, incertidumbre, desesperación e impotencia.

Comparando por grupos de edad, las diferentes investigaciones ponen de manifiesto que las estrategias de distanciamiento social y aislamiento tomadas en la pandemia han supuesto para las personas mayores un alto coste emocional y social, especialmente para aquellos más dependientes o con patologías neurodegenerativas previas.

Como consecuencia de los cambios de rutinas, las restricciones en sus actividades cotidianas y la limitación total del contacto con sus familiares y amigos, muchos adultos mayores en España han sufrido en estos años pérdidas a nivel cognitivo y físico-funcional, niveles altos de ansiedad y depresión, así como un incremento del sentimiento de soledad grave percibida, incrementándose el porcentaje hasta el 35%.

Pero, como se apuntaba al inicio, la pandemia solo ha agravado una problemática que ya existía y que precisa de medidas específicas de intervención. En este sentido, su abordaje requiere acciones a todos los niveles (individual, comunitario e institucional), con la interacción de investigadores, administraciones públicas, profesionales de la asistencia social y sanitaria y del entorno asociativo, así como de la dotación de recursos suficientes a estas necesidades.

Estrategias para afrontar la soledad no deseada y el aislamiento social

  • Desarrollar mecanismos de detección precoz de los problemas de soledad y aislamiento social en personas mayores mediante una adecuada coordinación de los servicios sociales y sanitarios y la creación de figuras profesionales dedicadas a ello.
  • Emprender programas de apoyo para las familias que contemplen, entre otras cuestiones, tiempos de respiro y formación en cuidados de personas mayores y autocuidados, con el objetivo de facilitar la conciliación laboral y familiar y fortalecer las redes familiares de las personas mayores.
  • Facilitar la puesta en marcha de programas de apoyo social comunitario, de educación permanente y de promoción de relaciones intergeneracionales, a través, por ejemplo, de organizaciones de participación social y comunitaria, con el fin de mitigar la soledad y el aislamiento social entre personas mayores.
  • Impulsar la utilización de tecnologías de cuidados a distancia y desarrollar acciones para reducir la brecha digital entre las personas mayores por medio de las tecnologías de la información y de la comunicación virtual, con el fin de facilitar las relaciones sociales y el fortalecimiento de sus redes.

Estrategias para abordar la salud mental de las personas mayores

  • Fomentar la evaluación y detección precoz del malestar emocional de las personas mayores, particularmente de depresión y ansiedad, además de déficits sensoriales, dotando a los profesionales de los servicios sociosanitarios de los conocimientos y recursos necesarios para ello.
  • Organizar actividades integrales y multidimensionales que estimulen las capacidades físicas, cognitivas, psicológicas y sociales, adaptadas a las especificidades y condiciones de cada persona, con especial atención a aquellas más vulnerables.
  • Desarrollar intervenciones sobre la enfermedad crónica y el malestar emocional orientadas a la mejora del estado de salud general de las personas mayores, promoviendo la continuidad del cuidado y la acción de equipos multidisciplinares que trabajen por mantener niveles óptimos de estado funcional, prevenir enfermedades y controlar, revertir o retrasar el deterioro físico, sensorial y cognitivo.
  • Fomentar las intervenciones orientadas a capacitar a las personas mayores para que participen de forma activa en todas las fases de los programas de cuidado y promoción de la salud física y mental, contribuyendo a que se sientan valoradas, útiles y tengan un propósito de vida.

La soledad y mala salud mental, que con frecuencia padecen las personas mayores en estos momentos, demandan la adopción de medidas urgentes que involucren a toda la sociedad, siempre con la implicación, participación y protagonismo de las propias personas mayores para así promover un buen estado de salud y calidad de vida.