Un artículo de Enrique Monsalvo San Macario,
Especialista en Enfermería Familiar y Comunitaria. Enfermero del Colegio de Enfermería de Madrid (CODEM)
Vocal de Cuidado Comunitario, Sociedad científica Madrileña del Cuidado (SOCMAC). Miembro Grupo Investigación MISKC (UAH)

Los estilos de vida son un componente de alto impacto en la salud de las poblaciones tal y como identificó Lalonde. Sin embargo, parece ser que además de destinar pocos recursos a este determinante de salud, si descartamos a la población infantil, parece que queda aún más relegado al olvido.

En este artículo se pretende devolver la importancia para la salud de los estilos de vida, así como la relación que tiene con el cuidado de las personas, focalizando en la etapa de adulto mayor como caracterizadora de algunas de los matices de la relación de la persona y su cuidado.

Hablar del estilo de vida o de los hábitos saludables puede resultar, en muchas ocasiones, un tema ambiguo o confuso por la gran variabilidad en el foco de atención a lo largo de los años.

Los estilos de vida saludables (o que conducen a la salud) se definen según la Organización Mundial de la Salud como “una forma de vida que se basa en patrones de comportamiento determinados por la interacción entre las características personales, las condiciones de vida socioeconómicas y ambientales que tienen un profundo efecto en la salud”. Es decir, es la forma en que las personas interaccionan consigo mismas y con el entorno (social y ambiental). 

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Los estilos de vida son un componente de alto impacto en la salud de las poblaciones

Partiendo de esta base, resulta sencillo pensar que el estilo de vida (o forma de vivir) está íntimamente relacionado con el cuidado, que está definido por Collière como el acto para mantener la vida mediante la satisfacción de un conjunto de necesidades indispensables. En este sentido, tanto la definición de la OMS como la de la teórica enfermera inciden en que van a existir distintas formas de llevar a cabo ese cuidado (o estilo de vida) en función de las distintas características de las personas y su interacción con el entorno. 

Es por ello, que la caracterización de la persona resulta de interés en la comprensión e identificación de cómo son sus cuidados. Esta área de conocimiento se ha desarrollado en diversos modelos conceptuales de cuidado, como la teoría de Autocuidado de Orem, y posteriormente desarrollado en el Modelo de Vulnerabilidad de Cuidado de la Persona, de Fernández Batalla.

Este modelo conceptual se basa en la idea de que la persona es un ser esencialmente vulnerable, ligado a su necesidad intrínseca siendo la forma de enfrentarse a esa vulnerabilidad la toma de decisiones que llevan a actos de cuidado para la supervivencia, que a su vez van dando forma a dicha persona, a lo largo del tiempo y que repercute en la capacidad y necesidad de la persona en el siguiente momento.

La forma de entender la vulnerabilidad de las personas, bajo este marco referencial, se basa en la necesidad (entendiendo que a mayor necesidad mayor vulnerabilidad) y en la competencia (siendo inversamente proporcional, es decir, donde a menor competencia mayor vulnerabilidad presenta la persona). Partiendo de estos principios, la etapa vital de la ancianidad va a repercutir positivamente en la vulnerabilidad de la persona, debido a caracterizarse por ser una etapa de progresivo decaimiento de las funciones y capacidades vitales.

Además, dado que este aumento de vulnerabilidad es progresivo y mantenido en el tiempo, va a generar un aumento de fragilidad, definido como un déficit acumulado consecuente a la disminución de la capacidad. Esta mirada supone un reto en el cuidado de las personas de edad avanzada pues la fragilidad supone una disminución de la capacidad de recuperación ante la más mínima lesión o deterioro, pues los sistemas corporales se encuentras en un equilibrio inestable, cobrando especial sentido los cuidados dirigidos a la promoción de la salud y la prevención de la alteración.

Por ello, la vulnerabilidad se constituye como resultado del pasado de la persona (cómo se ha ido cuidando) y repercute en la aparición de potenciales problemas de cuidado.

Sin embargo, además del cuidado de la propia persona, es necesario aproximarnos a cómo incorporar los fundamentos del autocuidado (el cuidar_me) en el cuidado al otro (el cuidar_te).

En este sentido, cuidar de una persona supone asumir sus diversos pasados para llevar a cabo acciones en el presente que repercuta en sus posibles futuros; y podemos aproximarnos desde la Triangulación Taxonómica definida por González Aguña como método de observación de la realidad del cuidado desde tres perspectivas:

  • la situación de la persona (pasado)
  • la acción (presente)
  • y el propósito vital (futuro)

Desde la gestión temporal del cuidado, la etapa vital de la ancianidad se caracteriza por confluir dos situaciones: una gran cantidad disponibilidad de pasado (que conforma una caracterización de persona muy anclada a sus hábitos de vida) y una relativa poca cantidad de futuro (ligado a la aproximación al final de la vida, debido a la edad).

Por todo ello, la atención a este grupo poblacional debe asentarse en personalización de los cuidados, manteniendo como eje vertebrador a la propia persona, conociendo sus cuidados habituales de forma que sirvan como sistema basal con el que integrarse con el resto del sistema.

En relación a los objetivos planteados desarrollados del plan de cuidados establecido para dicha persona, resulta necesario dar valor a aquellos que para ella suponen mayor vinculación o pertenencia con respecto a su etapa vital, siendo por tanto los objetivos de prevención de nuevas dolencias o alteraciones fundamentales pues repercutirán en mayor medida a la idea de persona que está conformada por todos sus pasados, así como minimizar objetivos a plazos excesivamente prolongados en el tiempo que requieran de una energía -y tiempo- elevados por parte de la persona para llevarlos a cabo.

En definitiva, la aproximación a los hábitos de vida de en ancianidad supone un viaje de constantes idas y venidas a lo largo del continuo vital de la persona: conocer su pasado, cómo se ha ido conformando, así como los objetivos vitales y recursos disponibles para llevarlos a cabo es un complejo recorrido que requiere el arte de cuidar al otro.

Bibliografía de consulta:

Collière, M. (1993). Promover la vida. Madrid: McGraw-Hill-Interamericana de España.

Fernández Batalla, M., Monsalvo San Macario, E., González Aguña, A., & Santamaría García, J. M. (2018). Diseño de un método de análisis para el cálculo de la vulnerabilidad como predictor de la fragilidad en salud. Ene Rev Enfermería, 12(1), 786.

Fernández Batalla, M. (2018). La persona en el continuo del cuidado: formalización de las variables básicas del cuidado implicadas en la trayectoria de salud. [Tesis doctoral] Universidad de Alcalá.

González Aguña, A., Fernández Batalla, M., Gasco González, S., Cercas Duque, A., Jiménez Rodríguez, M. L., & Santamaría García, J. M. (2020). Taxonomic Triangulation of Care in Healthcare Protocols: Mapping of Diagnostic Knowledge From Standardized Language. CIN, 39(3), 145-153.

González Aguña, A. (2021). El lenguaje normalizado como representación del conocimiento: la variable del cuidado, base para el desarrollo de sistemas basados en conocimiento. [Tesis doctoral] Universidad de Alcalá.

Lalonde, M. (1974). A new perspective on the health of Canadians: a working document.

Monsalvo San Macario, E., & Fernández Batalla, M. (2017). Formalización del equilibrio como motor del cuidado. Ene Rev Enfermería, 11(3), 737.

Orem, D. (1993). Modelo de Orem: conceptos de enfermería en la práctica. Barcelona: Ediciones Científicas y Técnicas.

Organización Mundial de la Salud (OMS). (1998). Promoción de la Salud – Glosario. Ginebra: Ministerio de Sanidad y Consumo.

Santamaría García, J. M. (2008). Investigación deductiva, representación lógica e implementación computacional sobre las limitaciones de acción del autocuidado según el modelo de Dorothea Orem. [Tesis doctoral] Universidad de Alcalá.

Santamaría García, J. M., et al. (2010). Apuntes sobre el cuidado 1.1: por qué es y cómo es (2ª ed. ed.). Departamento de Metodología e Innovación del Cuidado (FUDEN).

Santamaría García, J. M., & Jiménez Rodríguez, M. L. (2016). Los Axiomas del Cuidado: Bases para su aprehensión conceptual. Grupo MISKC_ENE.