Es habitual que, con el paso de los años, los patrones del sueño vayan cambiando. El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente entre los adultos mayores y uno de los factores de riesgo desencadenante de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson.

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El 40% de los mayores de 60 años experimentan insomnio, despertares frecuentes y sueño fragmentado

Coincidiendo con el Día Mundial del Sueño, la Asociación de Empresas de Servicios para la Dependencia (AESTE) alerta de las alteraciones del sueño, como el insomnio, y la importancia que tiene el descanso en las personas mayores, siendo imprescindible cuidar la calidad del mismo, por el efecto que puede llegar a tener en su memoria, atención y funciones cognitivas.

Y es que el 40% de los mayores de 60 años experimentan insomnio, despertares frecuentes y sueño fragmentado. Sin embargo, aunque el sueño se vuelve más superficial, las necesidades continúan siendo similares a las de edades más tempranas, siendo recomendable dormir entre 7 y 8 horas al día, por lo general y dependiendo del estilo de vida de la persona.

Los principales efectos del insomnio que pueden experimentar las personas mayores durante el día son:

  • irritabilidad
  • falta de concentración
  • pérdida de memoria
  • cansancio excesivo
  • ansiedad

En este sentido, para evitar futuras enfermedades relacionadas con los trastornos del sueño desde AESTE se señala que “es fundamental establecer un horario regular de acostarse y levantarse; evitar el consumo de estimulantes como café o té antes de dormir; realizar ejercicio de forma regular; y evitar medicamentos que puedan generar dependencia”.

También se ha demostrado que la falta de sueño impacta negativamente en la calidad de vida. “El descanso es vital para la salud física, pero también para una buena salud mental, ayudando a reducir síntomas de ansiedad o depresión en los adultos mayores”, afirman desde la entidad. 

Además de afectar al bienestar de las personas, la falta de sueño tiene un efecto enorme en el cerebro, relacionado directamente con en el funcionamiento cognitivo y siendo señal de alerta de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.

Por último, AESTE señala que la relación entre el sueño y el funcionamiento cognitivo es bidireccional, ya que las alteraciones del sueño en calidad y cantidad y la interrupción del ritmo sueño-vigilia ocurren con más frecuencia en adultos mayores con deterioro cognitivo.