Un artículo de la Dra. Elia Martínez,
especialista en Medicina Interna y Oncología Médica. Máster en Cuidados Paliativos.
Servicio de Oncología Médica Hospital Universitario de Fuenlabrada.
Vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL)

El hecho de que la población tiende a un envejecimiento progresivo con un incremento de la esperanza de vida es un fenómeno perfectamente documentado. A su vez, evitar la muerte y cronificar la enfermedad haciendo uso de todas las oportunidades que aporta la ciencia y la tecnología es, hoy por hoy, un fin indiscutido de la medicina, y no distingue entre personas jóvenes y mayores. El criterio “edad” no debe ser nunca una razón de exclusión en la asistencia médica.

geriatricarea atención paliativa
La atención paliativa domiciliaria permite atender las necesidades en el entorno habitual del paciente facilitando la labor del los cuidadores

Pero incompleto queda ese fin de la labor médica si no somos capaces de acompañar a nuestros pacientes en la toma de decisiones, no mitigamos los síntomas físicos, psíquicos y emocionales y no atendemos sus necesidades en la esfera social.

Incompleto queda si medicalizamos la muerte, si la alejamos de la vida cotidiana y, sobre todo, si junto con el ejercicio de cronificación de una patología, no controlamos los síntomas que se derivan de la misma.

Los ancianos que ven mermada su autonomía personal requieren una atención constante, continuada y, a ser posible, amable.

Una atención amable hace referencia a la integración de la asistencia personalizada y humanizadora teniendo en cuenta las preferencias de estos pacientes y de sus familias en pro de armonizar ese difícil equilibrio entre beneficencia y no maleficencia.

Atención y cuidado están en vías de organizarse, porque es evidente que hemos asistido a un cambio en el rol del cuidador en la sociedad, antes centrado de forma plena en la propia familia, en la vecindad, en la comunidad… y hoy, evidentemente, profesionalizado en la mayoría de los casos.

La medicina paliativa busca la atención de todos los síntomas que afecten al paciente, no solo en las etapas cercanas a la muerte, sino en otras mucho más precoces, en las que puede combinarse con tratamientos activos frente a cualquiera que sea su patología de base.

La medicina paliativa busca una atención amable. ¿Y cómo podemos llevar a cabo esa atención en los domicilios de nuestras personas mayores? ¿Puede hacerse siempre?

Afortunadamente, aunque aún se encuentran en vías de desarrollo para llegar a toda la población que los necesita, contamos con equipos de cuidados paliativos de atención domiciliaria.

Están constituidos por profesionales médicos, de la enfermería, la psicología y el trabajo social y permiten atender las necesidades paliativas en el entorno habitual del paciente, facilitando la labor de los cuidadores “no profesionales”. La solicitud de asistencia por estos equipos puede llevarse a cabo desde Atención Primaria o desde Atención Hospitalaria, a través de los equipos de soporte de Cuidados Paliativos que existen en los hospitales de agudos. Generalmente, las visitas de estos equipos no son diarias, pero el contacto telefónico puede serlo, si así es preciso.

Las necesidades de los pacientes con patología incurable pueden permanecer muy estables durante tiempo o comenzar a ser dinámicas en otras fases, sumando síntomas y empeoramiento, a veces de forma más o menos rápida. Por eso, debemos ser capaces de lidiar con la incertidumbre y educar a las familias a vivir con ella, a la vez que se les enseña a detectar signos de alarma.

Orientar a los cuidadores del enfermo en las diferentes actuaciones puede variar, desde cambios sencillos de medicamentos, ajustes de dosis o realización de curas, a decisiones de mucha más complejidad, como valorar un ingreso en Unidades de Cuidados Paliativos por necesidades específicas que no pueden ser abordadas en domicilio, evitando así el paso del paciente por los servicios de Urgencias de hospitales de agudos.

No todos los pacientes pueden permanecer en su domicilio con garantía de confort en todas las esferas hasta su fallecimiento, pero en ocasiones pueden pasar temporadas concretas que repercuten muy positivamente en su bienestar. Poder participar del cuidado es muy reconfortante. Reconocer la imposibilidad de llevarlo a cabo es muy honesto y humano.

Cualquiera de las actitudes ante la enfermedad es igual de respetable, solo es preciso desarrollar la comunicación entre los profesionales y los pacientes y allegados para trazar una adecuada planificación anticipada que nos permita hacer lo más fácil posible el objetivo de alcanzar la excelencia en esa difícil labor que es la de cuidar.