Un artículo de Susana Valladolid, gerente de la Asociación de Empresas de Servicios para la Dependencia (AESTE)

Nos encontramos en un contexto social en el que hablar de atención domiciliaria al adulto mayor debe ser una prioridad en cualquier programa político, puesto que la esperanza de vida de los españoles es cada vez más elevada y el papel del adulto mayor está cobrando una relevancia clave en el contexto social y económico.

Es urgente un cambio en el modelo de cuidados que incluya unos servicios de proximidad fuertemente desarrollados y profesionalizados, que permitan que las personas mayores puedan realmente decidir ser cuidados en casa a través de unos servicios que supongan un verdadero acompañamiento durante toda esa etapa, en la que el cuidado se empieza a revelar como una necesidad, pero en la que la persona mayor aun quiere y puede permanecer en su domicilio.

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El modelo de atención domiciliaria al adulto es un modelo de futuro que puede suponer una revolución en el mundo de los cuidados

Las necesidades de cuidados de larga duración de la población crecerán drásticamente en las próximas tres décadas, sobre todo, los relacionados con la dependencia, lo que supone un enorme reto para las arcas públicas y una gran oportunidad para situar al sector en el lugar que debería ocupar, y a los servicios de atención domiciliaria como un recurso básico.

Todos los agentes implicados en el sector coinciden en la necesidad de que el nuevo modelo de atención sea un modelo centrado en la persona, que potencie la dignidad en los cuidados, se aleje de la estigmatización que actualmente acompaña al envejecimiento y, por encima de todo, proteja la autodeterminación y libertad de elección de las personas usuarias.

El cambio social que estamos viviendo, ha puesto de manifiesto la gran diversidad de necesidades y de formas de envejecimiento que se observan en nuestra sociedad. Por eso, es prioritario que se tengan en cuenta esas diferencias existentes entre las diversas formas de afrontar el envejecimiento que confluyen en nuestro país, y se desarrollen prestaciones y servicios, acordes a las necesidades y preferencias actuales de las personas.

El sector de los cuidados, y con más razón el de los cuidados en el domicilio, tiene el futuro más cierto de todos los que hay en España, ya que el envejecimiento en este país es una evidencia, por lo que además de apostar por la atención a la cronicidad, se debe tener en cuenta el amplio abanico de servicios existentes que permitan adaptarse a las diferentes necesidades asociadas a la edad.

Es precisamente en este contexto, en el que la potencialización de los servicios de atención domiciliaria y teleasistencia, se revela como la mejor alternativa, ya que se  trata de servicios con un valor añadido muy elevado que deben ponerse en alza y que, hasta ahora, han sido grandes desconocidos debido, probablemente, a la ignorancia de su contenido por una gran parte de la sociedad y a una configuración no del todo correcta, por lo que no se le ha dado la relevancia que merecen y que, además, se ha puesto de manifiesto en el convulso escenario que se ha producido durante los últimos años.

El modelo de atención domiciliaria al adulto es un modelo de futuro, que bien enfocado y financiado, podría suponer una revolución en el mundo de los cuidados, además de convertirse en un gran foco de empleo.

Un sistema suficientemente desarrollado de atención domiciliaria en sus diferentes versiones es, precisamente, la vía para poder garantizar antes de ser usuario de una residencia y, por tanto, pasar a ser institucionalizado, las personas mayores que lo requieran, o que así lo decidan, puedan permanecer en sus casas, sintiéndose plenamente atendidos.

No obstante, debe producirse una verdadera transformación de estos servicios, que comience con un cambio de concepto y mayor profesionalización de los mismos, que se enfoque desde el propio domicilio y preferencia o, necesidades de los usuarios de los mismos, y que supere el actual concepto de servicios domiciliarios, existiendo en España,  empresas muy profesionalizadas con la suficiente experiencia para poder cubrir la demanda que se ha puesto en evidencia y cuya tendencia seguirá en alza.

Si queremos que los mayores se encuentren realmente atendidos y dispongan de un sistema de cuidados de calidad, que además les permita acceder a los servicios desde una plena libertad, y, además, haya inversión, debe ponerse en marcha un alto nivel de control que garanticen que las empresas prestadoras de servicios cuenten con la suficiente cualificación y especialización necesaria no pudiendo permitirnos como sociedad incurrir en deficiencias que pudieran poner en peligro las verdaderas necesidades de los mayores de nuestro país.

Por tanto, y a modo de conclusión, entendemos que las necesidades y la continua adaptación a las diferentes etapas del envejecimiento deben ser, sin duda, el centro de las políticas sociales, debiendo existir unos servicios acordes a cada momento de la vida y entre los que el propio usuario pueda ir eligiendo en función de las necesidades que más se adaptan a su momento actual y que, además, les permitan disponer de los apoyos necesarios para poder permanecer en su propio entorno.

Es en ese transcurso, cuando los servicios de proximidad se erigen como el futuro de los cuidados previos, por lo que es realmente urgente que se les del valor y visibilidad que se me merecen, a través de una inversión que permita que los mismos pueden implantarse de una manera definitiva y por supuesto, pueden ser prestados desde la profesionalidad como premisa, alcanzando el reconocimiento social que se merecen.

Todo cambio de  modelo, como todo cambio social, necesita de un apoyo público, profesional y político para llevarse a cabo en el que el  principal reto debe ser conseguir una mejora real de la calidad asistencial que se presta a los usuarios, además de dotarla de especialización, incorporación de nuevas tecnologías en el domicilio e  incorporación de nuevos perfiles profesionales. Lo que puede resumirse en una nueva cartera de servicios, que debe ser puesta a disposición de los ciudadanos de una manera urgente, en el que la persona y sus preferencias sean el punto de partida y en el que todas las posibilidades que incorporan los servicios de ayuda a domicilio sean explotadas al 100%.