Un artículo de Mònica Hernando,
neuropsicóloga de la residencia Cambrils Suite de Fundació Vallparadís

Introducción

El deterioro cognitivo representa uno de los mayores desafíos en el ámbito del envejecimiento. Su creciente incidencia, ligada al aumento de la esperanza de vida, lo convierte en un problema de gran impacto sanitario, social y familiar. Detectarlo de forma temprana es esencial para diseñar estrategias individualizadas de prevención e intervención, capaces de retrasar la progresión del deterioro, al tiempo que favorecen la autonomía y el bienestar a lo largo del envejecimiento.

Geriatricarea- detección precoz del deterioro cognitivo preclínico
El deterioro cognitivo es un problema de salud pública creciente en todo el mundo

1. Definición, criterios diagnósticos y clasificación

El deterioro cognitivo se entiende como un declive en el rendimiento de una o varias funciones mentales superiores —memoria, atención, lenguaje o funciones ejecutivas— mayor de lo esperado para la edad en el envejecimiento normal y el nivel educativo (American Psychiatric Association, 2013; Organización Mundial de la Salud, 2019).

Los manuales diagnósticos internacionales (DSM-5, CIE-11) y consensos clínicos recientes diferencian entre:

Deterioro cognitivo leve (DCL): los cambios son objetivables, pero no comprometen la autonomía en las actividades de la vida diaria.

Demencia: la pérdida cognitiva interfiere de manera significativa en el funcionamiento cotidiano (Sociedad Española de Neurología, 2018).

Para graduar la evolución, se emplea la Escala Global de Deterioro de Reisberg (GDS), validada internacionalmente y de uso frecuente en geriatría. Esta herramienta clasifica el deterioro en siete fases, desde la ausencia de síntomas hasta el estado más avanzado, y orienta tanto el diagnóstico como la planificación de cuidados (Reisberg et al., 1982):

– GDS 1 – Sin deterioro cognitivo: funcionamiento normal, sin quejas ni alteraciones objetivas.

– GDS 2 – Deterioro cognitivo muy leve: olvidos subjetivos sin evidencia en pruebas; puede corresponder al envejecimiento normal o a un estadio preclínico.

– GDS 3 – Deterioro cognitivo leve: déficits leves detectables, con autonomía preservada. Puede ser amnésico (predominio de la memoria) o no amnésico (otros dominios).

– GDS 4 – Deterioro cognitivo moderado: síntomas claros que interfieren en actividades instrumentales complejas.

– GDS 5 – Deterioro cognitivo moderadamente grave: pérdida de memoria más marcada y necesidad de ayuda en actividades básicas.

– GDS 6 – Deterioro cognitivo grave: dependencia funcional elevada, con desorientación y alteraciones conductuales.

– GDS 7– Deterioro cognitivo muy grave: pérdida global de capacidades cognitivas y motoras, con dependencia total para los cuidados.

2. Epidemiología

El deterioro cognitivo es un problema de salud pública creciente en todo el mundo. Actualmente, más de 55 millones de personas viven con demencia y cada año se registran casi 10 millones de nuevos casos. La prevalencia aumenta de forma exponencial con la edad: en torno al 6–7 % en mayores de 60 años, duplicándose cada cinco años hasta alcanzar cifras cercanas al 30–40 % en mayores de 85 años (Organización Mundial de la Salud, 2021).

En cuanto a la incidencia, los estudios longitudinales estiman que el deterioro cognitivo leve (DCL) afecta a entre un 10 y un 20 % de los mayores de 65 años, con un riesgo anual de progresión a demencia del 10–15 %, especialmente en la variante amnésica (Petersen et al., 2018).

En relación con la etiología, la mayoría de los casos se deben a enfermedades neurodegenerativas, siendo el Alzheimer la causa más frecuente (60–70 %). Le siguen la demencia vascular, la demencia con cuerpos de Lewy y otras formas menos comunes. También existen deterioros secundarios relacionados con fármacos, tóxicos, déficits nutricionales o alteraciones metabólicas, que pueden revertir si se detectan de forma temprana (Sociedad Española de Neurología, 2018).

En España, se estima que la demencia afecta aproximadamente a un 7 % de las personas mayores de 65 años y a más del 20 % de los mayores de 80 (Sociedad Española de Neurología, 2018). Según el informe del CIBERNED (2022), el número total de personas con demencia en el país se sitúa en torno a 900.000, con una tendencia creciente en los próximos años. Cada año se diagnostican decenas de miles de nuevos casos, lo que convierte a la demencia en uno de los principales desafíos del sistema sociosanitario español (CIBERNED, 2022).

3. Factores de riesgo

El deterioro cognitivo es un proceso complejo y multifactorial en el que intervienen tanto factores no modificables como factores modificables.

  • Factores no modificables: la edad avanzada es el factor principal, junto con la genética y el sexo femenino, que se asocia a mayor prevalencia de demencia, en parte por la mayor longevidad (Sociedad Española de Neurología, 2018).
  • Factores modificables: incluyen bajo nivel educativo, hipertensión y otros factores vasculares, diabetes mellitus, obesidad, tabaquismo, depresión, aislamiento social, inactividad física, pérdida auditiva y trastornos del sueño. La evidencia actual indica que hasta un 40 % de los casos de demencia podrían prevenirse o retrasarse actuando sobre estos factores de riesgo (Livingston et al., 2020).

4. Diagnóstico

El diagnóstico del deterioro cognitivo requiere una valoración clínica integral, que combina la entrevista con la persona y su familia, la exploración neurológica y una evaluación neuropsicológica completa de las funciones cognitivas, la autonomía funcional y los aspectos conductuales.

De forma complementaria, se realizan pruebas médicas básicas para descartar causas que podrían ser reversibles, como alteraciones metabólicas, déficits vitamínicos o efectos secundarios de fármacos.

La neuroimagen es una herramienta clave: la resonancia magnética permite detectar atrofia cerebral y lesiones vasculares, mientras que técnicas más avanzadas como el PET ayudan a identificar depósitos de proteínas anómalas (amiloide, tau) y cambios en el metabolismo cerebral (Sociedad Española de Neurología, 2018).

En los últimos años, los biomarcadores han supuesto un gran avance. Inicialmente medidos en líquido cefalorraquídeo (β-amiloide, tau total y tau fosforilada), hoy se están desarrollando pruebas en sangre, menos invasivas y más accesibles, que facilitan la detección precoz y mejoran el diagnóstico diferencial.

5. Prevención

La prevención del deterioro cognitivo es hoy una prioridad en salud pública. La evidencia muestra que una parte significativa de los casos podría retrasarse o incluso evitarse si se actúa de forma precoz sobre determinados factores de riesgo (Livingston et al., 2020).

La detección temprana, especialmente en las fases prodrómicas —etapas iniciales en las que aparecen pequeños cambios cognitivos aún sin impacto relevante en la vida diaria—, permite identificar a las personas con mayor probabilidad de progresión y ofrecer intervenciones individualizadas que favorezcan la reserva cognitiva y funcional.

La prevención no debe entenderse como una acción aislada en la vejez, sino como un proceso continuado a lo largo de la vida, desde etapas tempranas hasta la edad adulta, reforzando la reserva cognitiva y los factores protectores de manera progresiva (Sociedad Española de Neurología, 2018). Estas estrategias se alinean con el concepto de envejecimiento saludable, promovido por la OMS, que busca mantener la funcionalidad, la autonomía y el bienestar en todas las etapas de la vida.

6. Abordaje terapéutico

El tratamiento del deterioro cognitivo combina intervenciones no farmacológicas y farmacológicas, siempre adaptadas al grado de afectación y a las necesidades de cada persona.

Tratamiento no farmacológico

Constituye la base del abordaje y ha demostrado beneficios en la autonomía y la calidad de vida:

  • Intervenciones neuropsicológicas, como rehabilitación y estimulación cognitiva, que deben diseñarse tras una evaluación neuropsicológica completa para ajustarse al perfil de cada persona.
  • Ejercicio físico regular, tanto aeróbico como de fuerza.
  • Alimentación equilibrada, con evidencia destacada a favor de la dieta mediterránea.
  • Actividades sociales y de ocio, que fortalecen la reserva cognitiva y reducen el aislamiento social.
  • Hábitos de sueño saludables, que favorezcan un descanso reparador.

Tratamiento farmacológico

Aunque no existen tratamientos que detengan o reviertan la enfermedad, algunos medicamentos pueden mejorar los síntomas o enlentecer la progresión en ciertos casos:

  • Inhibidores de la acetilcolinesterasa (Donepezilo, Rivastigmina, Galantamina), utilizados sobre todo en fases leves y moderadas de la enfermedad de Alzheimer.
  • Memantina, indicada en fases moderadas y graves.
  • Nuevas terapias en investigación, dirigidas a reducir los depósitos de amiloide y tau, con resultados prometedores, pero aún limitados (Cummings et al., 2021).

Enfoque centrado en la persona

Más allá de los tratamientos específicos, resulta esencial un abordaje basado en la Atención Centrada en la Persona (ACP). Este modelo sitúa a la persona en el centro de la intervención, respetando su historia de vida, sus preferencias y valores, y promoviendo la dignidad y la autonomía. La ACP no solo mejora la experiencia de quienes viven con deterioro cognitivo, sino que también favorece la implicación de las familias y la coordinación entre los distintos profesionales del cuidado.

7. El papel de las residencias geriátricas

Cuando el deterioro cognitivo progresa y supera los recursos disponibles en el hogar, las residencias geriátricas se convierten en un recurso fundamental. Estas instituciones ofrecen cuidados especializados y constituyen un apoyo clave para los cuidadores principales, que con frecuencia experimentan un elevado desgaste físico y emocional.

El manejo en residencia se basa en un equipo multidisciplinar formado por profesionales de medicina, enfermería, psicología, fisioterapia, terapia ocupacional y trabajo social, entre otros. Como método de trabajo, la Atención Centrada en la Persona (ACP) garantiza que las intervenciones respeten la historia de vida, las preferencias y los valores de cada residente, abordando de manera conjunta las dimensiones cognitivas, funcionales, emocionales y sociales.

De esta forma, las residencias no sólo proporcionan asistencia sanitaria y cuidados básicos, sino que también se consolidan como un entorno de acompañamiento, apoyo y calidad de vida para las personas con deterioro cognitivo y sus familias.

Conclusiones

El deterioro cognitivo constituye uno de los principales retos sociosanitarios del siglo XXI, tanto por su elevada incidencia y prevalencia como por el impacto que genera en las personas, las familias y los sistemas de salud. Aunque todavía no existen tratamientos curativos, se sabe que una parte importante de los casos puede retrasarse o incluso prevenirse actuando sobre los factores de riesgo a lo largo de la vida.

La prevención emerge como la herramienta más eficaz para reducir la carga futura de la enfermedad, mientras que los avances en neuroimagen, biomarcadores y terapias emergentes ofrecen una perspectiva de futuro esperanzadora.

El abordaje requiere un enfoque integral y multidisciplinar, que combine el progreso científico con intervenciones adaptadas a las necesidades individuales, para lograr un mayor impacto en la salud y el bienestar.

A su vez, resulta imprescindible impulsar la Atención Centrada en la Persona (ACP), un modelo que coloca en el centro a quienes viven con deterioro cognitivo, respetando su historia de vida, sus preferencias y valores, y promoviendo un envejecimiento digno, autónomo y de calidad.

Bibliografía

-American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). American Psychiatric Publishing.

-CIBERNED. (2022). Informe sobre la situación de la demencia en España. Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Neurodegenerativas. https://www.ciberned.es

-Cummings, J., Lee, G., Zhong, K., Fonseca, J., & Taghva, K. (2021). Alzheimer’s disease drug development pipeline: 2021. Alzheimer’s & Dementia: Translational Research & Clinical Interventions, 7(1), e12179. https://doi.org/10.1002/trc2.12179

-Livingston, G., Huntley, J., Sommerlad, A., Ames, D., Ballard, C., Banerjee, S., … & Mukadam, N. (2020). Dementia prevention, intervention, and care: 2020 report of the Lancet Commission. The Lancet, 396(10248), 413–446. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(20)30367-6

-Organización Mundial de la Salud. (2019). Clasificación Internacional de Enfermedades, 11.ª revisión (CIE-11). OMS. https://icd.who.int

-Organización Mundial de la Salud. (2021). Dementia fact sheet. World Health Organization. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/dementia

-Reisberg, B., Ferris, S. H., de Leon, M. J., & Crook, T. (1982). The Global Deterioration Scale for assessment of primary degenerative dementia. American Journal of Psychiatry, 139(9), 1136–1139. https://doi.org/10.1176/ajp.139.9.1136

-Sociedad Española de Neurología. (2018). Guía oficial de práctica clínica en demencias. SEN. https://www.sen.es/pdf/guias/Guia_Demencias_2018.pdf