Un artículo de Belinda López Cortés, psicóloga general sanitaria y psicogerontóloga,
y Ana Cal García, terapeuta ocupacional de Afaga Alzheimer
¿Qué es el deterioro cognitivo?
El deterioro cognitivo hace referencia a un conjunto de alteraciones en las funciones mentales (como la memoria, la atención, el lenguaje, la percepción o el razonamiento) que repercuten en las actividades cotidianas del día a día. Estas alteraciones pueden ser percibidas tanto por la propia persona como por su entorno más cercano.
Con frecuencia, se asocia el deterioro cognitivo exclusivamente con la pérdida de memoria o con el envejecimiento. Sin embargo, esta creencia es incorrecta, puesto que las alteraciones cognitivas pueden manifestarse en diversas áreas y no son consecuencia directa de la edad, sino del impacto de una condición médica.

Es necesario destacar que el envejecimiento normal puede conllevar una cierta ralentización en los procesos de aprendizaje, velocidad de respuesta o en la resolución de problemas. No obstante, estas variaciones no implican una patología. Una persona mayor cognitivamente sana mantiene su autonomía y no presenta interferencias significativas en su vida cotidiana.
Por lo tanto, el deterioro cognitivo no debe entenderse como una consecuencia natural del paso del tiempo, sino como un cambio que excede a lo esperable de un envejecimiento normal.
Deterioro cognitivo y demencia: conceptos relacionados, pero distintos.
En relación con este concepto, suele mencionarse el término de demencia, aunque ambos no son equivalentes. De manera habitual, se tiende a pensar que presentar deterioro cognitivo implica necesariamente tener demencia, pero esto no es así (Fundación Pasqual Maragall, 2024).
Cuando una persona presenta deterioro cognitivo leve (DCL), sus dificultades pueden ser evidentes, especialmente ante tareas nuevas o complejas, pero mantiene autonomía e independencia en sus actividades diarias. Esta condición no siempre progresa hacia una demencia; en algunos casos puede permanecer estable sin que haya un avance.
Si consideramos el deterioro cognitivo y la demencia como parte de un continuo, podríamos situar el DCL como una fase intermedia, anterior al desarrollo de una demencia. En el caso de las personas que llegan a desarrollar demencia, previamente se han encontrado en una fase de DCL.
La demencia, en su caso, ocurre cuando el deterioro cognitivo supone una repercusión significativa sobre las actividades de la vida diaria y/o en la socialización. No se trata de una única enfermedad, sino del resultado de diversas patologías o lesiones que dañan progresivamente el cerebro. Entre ellas, la enfermedad de Alzheimer supone el 60-70% de los casos, seguida de otras como la demencia vascular, frontotemporal, cuerpos de Lewy, etc. (OMS, 2025).
En las fases iniciales, las dificultades suelen comenzar a evidenciarse en actividades complejas que antes se realizaban correctamente, como planificar una comida, gestionar las finanzas personales, conducir u orientarse en entornos familiares. A medida que la enfermedad progresa, se ven alteradas otras actividades más instrumentales, como la organización doméstica, la realización de la compra o el uso de aparatos electrónicos (móvil, televisión…). En fases avanzadas, la persona depende de otros para su cuidado (Morris, 1993).
La dimensión emocional del deterioro: miedos y vivencias compartidas
Más allá de los síntomas, el deterioro cognitivo conlleva una carga emocional profunda tanto para las personas que son conscientes de sus cambios como para el entorno que las acompaña.
Entre los temores más habituales de las personas que reciben el diagnóstico y son conscientes, podemos encontrar, el miedo a perder la identidad o dejar de ser uno mismo, la angustia ante la pérdida de autonomía y la posible dependencia futura, la preocupación por el impacto en la familia y en los seres queridos, así como la inseguridad social por miedo al estigma o al rechazo.
Por su parte, el entorno (familiares, amistades, compañeros…) también afronta numerosos miedos y emociones. Temen no saber qué conductas o actitudes adoptar con la persona, cómo cuidar adecuadamente, cómo conciliar el cuidado con las demás áreas de su vida. A menudo experimentan culpa, tristeza e incertidumbre ante la evolución de la enfermedad.
Esta vivencia mutua hace necesario un acompañamiento por parte de un equipo profesional que oriente a ambas partes. La conciencia del deterioro puede ser dolorosa, pero también constituye una oportunidad para intervenir a tiempo, planificar y decidir cómo se quiere/puede transitar este proceso.
El reto sociosanitario del envejecimiento
Como se ha comentado anteriormente, aunque la edad no es el único factor de riesgo para el desarrollo de demencia, el progresivo envejecimiento de la población ha convertido este problema de salud en una de las principales prioridades sanitarias a nivel mundial.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2025), la demencia afecta actualmente a casi 60 millones de personas en todo el mundo y se estima que esta cifra se multiplicará de cara al año 2050. Cada año se registran aproximadamente 10 millones de casos nuevos, lo que equivale a un nuevo diagnóstico cada 3,2 segundos.
Estos datos ponen de manifiesto la magnitud del reto sociosanitario que suponen las enfermedades neurodegenerativas y la necesidad de promover estrategias de prevención, detección precoz e intervención interdisciplinar orientadas al mantenimiento de la autonomía y la calidad de vida.
Factores de riesgo y prevención
Las causas que pueden llevar a desarrollar deterioro cognitivo son múltiples. Entre los factores no modificables destacan la edad avanzada, la genética y el sexo, siendo el femenino el más afectado. En cambio, otros factores como los problemas de salud (diabetes, hipertensión arterial, niveles altos de colesterol LDL, la depresión o lesiones cerebrales) así como factores sensoriales, como la pérdida de visión y audición, también se asocian con un mayor riesgo (Livingston et al., 2024).
Cada vez se concede mayor importancia a los factores de riesgo relacionados con el estilo de vida, el nivel socioeducativo y el entorno. La inactividad física (sedentarismo), cognitiva o social, junto con la dieta poco variada, la exposición a la polución, la polifarmacia y el consumo de tabaco o alcohol, pueden contribuir al desarrollo de deterioro cognitivo (SEFAC, 2023).
Mientras que la edad, la genética o el sexo son factores irreversibles, muchos otros son modificables, y sobre ellos es posible intervenir. Promover hábitos de vida saludables (mantener la mente activa, practicar ejercicio, fomentar la interacción social, cuidar la salud emocional, etc.), constituye una de las principales estrategias de prevención del deterioro cognitivo. En este punto, el papel de los profesionales sociosanitarios y de la comunidad resulta fundamental para acompañar, educar y generar entornos que favorezcan la prevención de su aparición.
Importancia del diagnóstico precoz
A pesar de los avances, el infradiagnóstico de DCL y demencia sigue siendo un reto importante. En España, más del 50% de los casos leves de Alzheimer no han sido diagnosticados, y a nivel mundial se estima que entre un 20-50% no reciben un diagnóstico.
En este contexto, la detección precoz resulta clave, ya que identificar los primeros síntomas permite intervenir de manera temprana, optimizando los recursos disponibles (recibiendo un tratamiento y asistencia especializado), retrasando la progresión de la enfermedad y favoreciendo la planificación personal y familiar (Fundación Pasqual Maragall, 2024).
Nuevos perfiles
Gracias a la detección precoz, en los últimos años emergen nuevos perfiles de personas con deterioro cognitivo. En las asociaciones y servicios especializados se percibe un cambio en los perfiles habituales. Acuden personas más jóvenes, con un alto nivel educativo y conscientes de sus dificultades cognitivas, que detectan los primeros síntomas de la enfermedad y buscan intervención de manera temprana.
Este reconocimiento precoz les permite involucrarse activamente en su propio cuidado: expresarse abiertamente sobre su enfermedad, compartir miedos, emociones, deseos y expectativas, participar de manera activa en las decisiones relacionadas con su atención y mantener su autonomía y calidad de vida durante más tiempo.
Estos nuevos perfiles requieren programas de intervención adaptados, flexibles y personalizados, que integren diferentes enfoques para responder a sus necesidades específicas. Sin duda, la aparición de estos nuevos perfiles va a suponer un cambio en la atención y la intervención de las demencias.
Tratamientos disponibles
El tratamiento del deterioro cognitivo y de la demencia requiere un enfoque integral y personalizado, que combine estrategias farmacológicas y no farmacológicas adaptadas a las necesidades y a la fase de la enfermedad de cada persona (Dyer et al., 2018; Ruíz-Hernández et al., 2025).
No existe en la actualidad un tratamiento que cure la enfermedad. Sin embargo, los tratamientos actuales, tanto farmacológicos como no farmacológicos, sirven para mantener la calidad de vida de la persona durante el mayor tiempo posible.
Entre las intervenciones farmacológicas se incluyen inhibidores de la colinesterasa (donepezilo, rivastigmina, galantamina…), indicados para fases leves y moderadas de la enfermedad, para mejorar los síntomas cognitivos y conductuales, así como la memantina, recomendada para fases más moderadas. Además, existen también fármacos para los síntomas conductuales de las demencias (SPCD), que se pautan para el manejo de la ansiedad, depresión, delirios, alucinaciones, alteraciones conductuales, etc.
Por otra parte, las intervenciones no farmacológicas son fundamentales en todos los casos y abarcan la estimulación cognitiva, la actividad física adaptada, la terapia ocupacional orientada a la vida diaria, el apoyo emocional y psicológico (tanto para la persona diagnosticada como para el entorno) y la participación social y recreativa. Estas intervenciones buscan mantener la autonomía, mejorar la funcionalidad y favorecer el bienestar emocional, independientemente de la fase de la enfermedad.
El abordaje integral de estas intervenciones permite que todas las personas con deterioro cognitivo (desde de las que permanecen en una fase de DCL estable hasta las personas con demencia en fase leve-moderada-avanzada) puedan mejorar su calidad de vida y ralentizar su deterioro. Todo esto llevado a cabo por un equipo interdisciplinar que incluye profesionales de trabajo social, terapia ocupacional, psicología, actividad física, educación social y animación social.
El papel del entorno
El entorno es un pilar esencial dentro del abordaje integral de la demencia. Un ambiente estructurado, seguro y familiar contribuye significativamente al bienestar y a la autonomía de la persona, facilitando su orientación y reduciendo la ansiedad. Es importante que el entorno fomente la participación de la persona con demencia en las actividades cotidianas, acompañando y brindando el nivel de ayuda necesario. Esto es, acompañar sin sobreproteger, intentando mantener rutinas estables, promoviendo una vida activa y adaptando las tareas a sus posibilidades.
Además, resulta también de gran importancia que el entorno físico (tanto el domicilio como el barrio o comunidad en que vive la persona) fomente su participación y cuente con las adaptaciones necesarias para promover su autonomía. Es por ello que actualmente en algunos países se comienzan a poner en marcha modelos de viviendas y aldeas pensadas para personas con deterioro cognitivo, que cuentan con todos los servicios necesarios y están adaptados para garantizar su seguridad, orientación, independencia y bienestar (Moore, 2024).
Del mismo modo, el entorno que cuida en ocasiones también puede requerir de apoyo y acompañamiento. Las familias y cuidadores son una parte fundamental en el proceso de atención, ya que el cuidado puede suponer en ocasiones sobrecarga física y emocional. Por ello, es esencial que cuenten con información sobre la enfermedad, sus fases y las estrategias adecuadas para afrontar las dificultades del día a día.
Los recursos comunitarios como grupos terapéuticos, programas psicoeducativos y redes de apoyo ofrecen un espacio donde compartir experiencias, aprender habilidades de afrontamiento y sentirse comprendidos.
Conclusiones
Comprender el deterioro cognitivo implica ir más allá de los síntomas y reconocer la importancia de colocar a la persona en el centro de la atención. Esto implica reconocer su historia, sus valores, sus emociones y su capacidad de decisión, independientemente de la fase de la enfermedad.
La prevención y la detección precoz son pilares esenciales para reducir el impacto de las demencias. Promover hábitos de vida saludables, identificar los primeros síntomas y acceder tempranamente a los recursos especializados permite mantener la autonomía y la calidad de vida durante más tiempo.
El abordaje debe ser integral e interdisciplinar, combinando tratamientos farmacológicos y no farmacológicos que incluyan estimulación cognitiva, actividad física, apoyo emocional y acompañamiento social.
Así mismo, el entorno cercano requiere apoyo, formación y espacios de acompañamiento. Cuidar a quienes cuidan es una parte imprescindible del proceso y contribuye al bienestar de la persona con demencia y al de su entorno.
Referencias
Bonilla Guijarro, A., Medina Gámez, J. A., Mora Pérez, F., & Sánchez Marcos, N. (2023). Deterioro cognitivo leve: Guía de actuación en farmacia comunitaria. Madrid: SEFAC.
Dyer, S. M., Harrison, S. L., Laver, K., Whitehead, C., & Crotty, M. (2018). An overview of systematic reviews of pharmacological and non-pharmacological interventions for the treatment of behavioral and psychological symptoms of dementia. International psychogeriatrics, 30(3), 295-309.
Fundación Pasqual Maragall (1 de febrero de 2024). ¿Qué es el deterioro cognitivo? https://blog.fpmaragall.org/deterioro-cognitivo-leve
Fundación Pasqual Maragall (23 de diciembre de 2024). Importancia del diagnóstico precoz o temprano de la demencia. https://blog.fpmaragall.org/diagnostico-precoz-demencia
Livingston, G., Huntley, J., Liu, K. Y., Costafreda, S. G., Selbæk, G., Alladi, S., … & Mukadam, N. (2024). Dementia prevention, intervention, and care: 2024 report of the Lancet standing Commission. The Lancet, 404(10452), 572-628.
Moore, R. (2024). ‘They don’t just stay in a room waiting to die’: new buildings giving older people beauty, freedom and dignity’. The Guardian. https://www.theguardian.com/artanddesign/2024/jan/28/landais-village-alzheimers-dax-france-john-morden-centre-london-appleby-blue-elderly
Morris, J. C. (1993). The Clinical Dementia Rating (CDR) current version and scoring rules. Neurology, 43(11), 2412-2412.
Organización Mundial de la Salud (2025). Demencia. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/dementia
Rexach, J. A. S., & García, Á. B. (2024). Deterioro cognitivo y demencia en mayores: situación en España. EIDON. Revista española de bioética, (62), 80-137.
Ruíz-Hernández, M., Mur-Gomar, R., & Montejano-Lozoya, R. (2025). Efectividad de las terapias no farmacológicas en personas con alzheimer: una revisión sistemática. Revista española de salud pública, 97, e202310086.