Un artículo de Dentaid
Con el paso del tiempo, mantener una buena salud bucal puede convertirse en un reto. Las rutinas diarias de higiene —como cepillarse los dientes, usar seda dental o colutorios— requieren constancia y memoria. En las personas mayores, especialmente aquellas con algún grado de deterioro cognitivo, estas tareas pueden volverse cada vez más difíciles de realizar de forma autónoma. Sin embargo, descuidar la salud bucal no solo afecta a la boca: puede tener consecuencias importantes en la salud general y en la calidad de vida.

Cuando las rutinas se olvidan
La higiene bucal es una de las primeras rutinas que aprendemos en la vida, pero también es una de las que más fácil pueden alterarse con el deterioro cognitivo. Las personas que comienzan a presentar síntomas de demencia pueden mostrar cambios en su comportamiento, en su percepción de la necesidad de higiene y en su capacidad para ejecutar secuencias de acciones cotidianas. Cepillarse los dientes, por ejemplo, puede dejar de ser un acto automático para convertirse en una tarea confusa o incomprensible.
A esto se suma la pérdida de autonomía física que puede acompañar al envejecimiento: disminución de la fuerza, limitaciones en la movilidad o temblores que dificultan el uso del cepillo. Todo ello repercute directamente en la capacidad de mantener una higiene bucal adecuada, lo que con el tiempo puede derivar en diversas patologías.
La familia y los cuidadores tienen un papel esencial en este punto. Fomentar rutinas visuales, establecer horarios fijos, o incluso ofrecer asistencia directa en el cepillado son estrategias clave para preservar la salud oral de las personas mayores dependientes.
El cuidado de la salud bucal, por tanto, no es un aspecto aislado, sino una parte integral del bienestar y la prevención en la etapa adulta. En este contexto, la figura del odontólogo y del higienista dental cobra aún más relevancia: no solo como profesionales de la salud, sino como aliados en la detección temprana de señales de deterioro o dependencia.
Patologías frecuentes en adultos seniors
A medida que envejecemos, la boca también experimenta cambios fisiológicos. Algunos de los problemas más habituales en los adultos mayores son:
1. Xerostomía o boca seca
La xerostomía es una sensación de sequedad que se produce por una disminución del flujo salival. Suele estar asociada al consumo de determinados medicamentos —muy frecuentes en esta etapa de la vida—, como antihipertensivos, antidepresivos o diuréticos.
La saliva cumple un papel fundamental en la protección de la mucosa oral, la digestión y el equilibrio de la flora bacteriana. Su falta puede favorecer la aparición de caries, halitosis o dificultades para hablar y tragar. Para paliarla, se recomienda mantener una buena hidratación, evitar el tabaco y el alcohol, y usar productos específicos que estimulen la secreción salival.
2. Halitosis
El mal aliento suele tener su origen en la acumulación de placa bacteriana o restos de alimentos, especialmente cuando existen implantes o prótesis dentales. Una limpieza insuficiente de estas piezas, o la dificultad para retirarlas y desinfectarlas correctamente, contribuye a la proliferación de bacterias anaerobias responsables del mal olor. Mantener una rutina de higiene rigurosa, limpiando también la lengua y acudir a revisiones periódicas ayuda a prevenir este problema.
3. Enfermedad periodontal
Las encías retraídas, el sangrado o la movilidad dental son signos frecuentes de enfermedad periodontal. En personas mayores, esta patología no solo compromete la función masticatoria, sino que también puede tener implicaciones sistémicas. Diversos estudios han vinculado la periodontitis con enfermedades cardiovasculares y con procesos inflamatorios crónicos que podrían influir en el deterioro cognitivo.
El control del biofilm oral mediante cepillado, el uso de cepillos interdentales y la atención profesional son fundamentales para evitar su progresión.
4. Edentulismo y prótesis mal ajustadas
La pérdida parcial o total de piezas dentales (edentulismo) afecta tanto a la alimentación como a la autoestima y la socialización. En muchos casos, las prótesis antiguas o mal adaptadas generan heridas, dolor o infecciones. Un seguimiento odontológico adecuado y la renovación de las prótesis cuando sea necesario resultan esenciales para mantener una buena calidad de vida.
Por tanto, hablar de envejecimiento saludable implica también hablar de salud bucal. Las rutinas de higiene, aunque sencillas, son poderosas herramientas para mantener autonomía y bienestar. Programas de prevención, educación en salud bucal para cuidadores y revisiones periódicas en la consulta del dentista deben formar parte del cuidado integral de las personas mayores.
Además, cada vez más investigaciones confirman que la salud bucal influye en aspectos tan amplios como la nutrición, la comunicación o la autoestima. Una boca sana permite disfrutar de una alimentación equilibrada, evitar una dienta blanda, mantener las relaciones sociales y evitar molestias que repercuten directamente en la calidad de vida.
El envejecimiento no tiene por qué ir acompañado de una mala salud bucal. Prevenir es siempre mejor que tratar, y en el caso de las personas mayores, el acompañamiento familiar y profesional es clave. Con pequeños gestos diarios, una buena educación en higiene bucal y revisiones regulares, es posible mantener la salud de nuestra boca —y con ella, parte del bienestar y la lucidez— durante más tiempo.
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