La esperanza de vida al nacer en España ha aumentado más de diez años desde 1975, hasta alcanzar en 2024 los 84 años de media, lo que sitúa a nuestro país como líder en esperanza de vida al nacer en la Unión Europea, junto a Italia y Suecia, además de posicionarse como uno de los más envejecidos del continente. Pero el aumento de los años vividos no siempre viene acompañado de una buena calidad de vid, tal y como revele el estudio ‘Formación, transición digital y calidad de vida de los mayores en España’ de la Fundación BBVA.

Esta monografía, que tiene como objetivo analizar de qué manera la formación puede influir en los efectos del envejecimiento poblacional en España, indica que el reto demográfico ya no consiste solo en prolongar la vida, sino en lograr que los años adicionales se vivan con salud, autonomía y participación social. En este sentido, aunque los españoles viven más que la media europea, el 52,5 % de los años posteriores a cumplir los 65 se vive con limitaciones funcionales en la salud que implican alguna discapacidad.

Esperanza de vida a los 65 años con y sin discapacidad. España. 2018-2023 (años)

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Fuente: INE (indicadores demográficos básicos) y elaboración propia.

Entre 1975 y 2024, la esperanza de vida al nacer en España ha aumentado más de diez años, un avance que refleja la transformación demográfica, sanitaria y social del país. En 1975 una persona nacida en España podía esperar vivir 73,4 años de media, mientras que en 2024 la cifra alcanzaba los 84 años.

En España las mujeres viven 5,1 años más que los hombres, una diferencia similar a la media de la UE (5,2 años). La esperanza de vida muestra una progresión continua y sostenida, con un ritmo medio de crecimiento de 0,2 años por cada año transcurrido, un avance solo interrumpido en 2020 por la pandemia de la Covid-19.

La esperanza de vida a los 65 años en España mejora en los últimos años tras el retroceso por la covid-19, manteniéndose en niveles elevados hasta 2023, cuando se alcanzan los 21,7 años, 1,5 por encima de los 20,2 de media en la UE. Sin embargo, la proporción de años vividos con discapacidad se ha incrementado también, indicando que la longevidad añadida se traduce cada vez más en años vividos con limitaciones funcionales. Si en 2018 se vivía de media 9,8 años con discapacidad, en 2023 la cifra se ha elevado hasta los 11,4 años.

El número de años totales vividos a partir de los 65 ha aumentado por igual en ambos sexos (de 19,2 a 19,7 años en los hombres y de 23 a 23,5 en las mujeres). Aunque se observa una ventaja femenina en la duración de la vida, las mujeres viven una mayor proporción de sus años con limitaciones funcionales.

En 2023, la esperanza de vida de las mujeres de 65 años era de 23,5 años, frente a los 19,7 años de los hombres, una diferencia de 3,8 años a favor de ellas. No obstante, en la calidad de vida de esos años la brecha de género se invierte. De los años que las mujeres viven a partir de los 65, el 56,6% se desarrolla con algún tipo de discapacidad o limitación funcional (13,3 de los 23,5 años totales). En cambio, los hombres, aunque tienen una esperanza de vida menor, viven con discapacidad el 47,6 % de su tiempo restante (9,4 de los 19,7 años). Por tanto, las mujeres padecen problemas de discapacidad durante 3,9 años más que los hombres, y ambos disfrutan de prácticamente los mismos años sin discapacidad: 10,2 años frente a 10,3, respectivamente.

En el contexto europeo, España se sitúa entre los países con mayor esperanza de vida a los 65 años, pero cuando se analiza la calidad de esos años adicionales, medida por el tiempo vivido sin discapacidad, la posición de España se aproxima a la media europea.

El análisis de la longevidad que contempla la calidad de los años que restan por vivir a partir de los 65 subraya la necesidad de que las políticas públicas no se limiten a tratar de prolongar la vida, sino que pongan el foco en mejorar el bienestar funcional en la vejez.

Tal y como apunta este estudio de la Fundación BBVA, el desafío no es solo vivir más, sino vivir mejor. Para ello se requiere reforzar las estrategias de prevención sanitaria y promoción de estilos de vida saludables, impulsando programas de envejecimiento activo y fortaleciendo los sistemas de atención sociosanitaria y de cuidados de larga duración.

La mejora del bienestar en las edades avanzadas pasa también por fomentar:

  • la autonomía personal
  • la adaptación de los entornos
  • la reducción de las desigualdades de género en salud en ambos sentidos, tanto en cantidad como en calidad

En definitiva, la prolongación de la longevidad que caracteriza a la sociedad española respecto de los países de nuestro entorno debería ir acompañada de un mayor número de años vividos sin discapacidad y con elevada participación social.

Además, la formación se consolida como un factor fundamental para mejorar la calidad de vida y prolongar la actividad laboral de los mayores, especialmente ante los desafíos y oportunidades que ofrece la economía digital. Esto plantea la conveniencia de políticas públicas e iniciativas privadas orientadas a reducir las carencias formativas y promover la educación permanente entre la población mayor.

Pueden descargar el informe de la Fundación BBVA ‘Formación, transición digital y calidad de vida de los mayores en España’ en este enlace.