Un artículo de Nuria Mansilla Fernández
Diplomada en enfermería, Especialista en Parkinson y Máster en Nutrición y Salud

El ser humano está colonizado por bacterias. Desde que nacemos, estos pequeños microorganismos van poblando nuestra piel, vías respiratorias, tracto digestivo, vías urinarias… van creciendo en número, forman colonias y nos sirven de barrera protectora para evitar el sobrecrecimiento de las bacterias patógenas.
En particular, el aparato digestivo está colonizado más de cien billones de bacterias(1), estas antes recibían el nombre de flora intestinal, pero esta nomenclatura algo confusa está siendo relegada y parece más propio el referirse a ella como microbiota intestinal.
La microbiota intestinal varia su composición a lo largo del tubo digestivo alcanzando su mayor variedad y concentración de microorganismos en el colon. Gracias a las nuevas técnicas de análisis genético se sabe que hay más de 1.000 especies microbianas habitando en nuestro intestino con un peso que oscila entre 1.5 y 2 kg.
Se le atribuyen numerosas funciones, pero de las más estudiadas son las propias de la fisiología intestinal como favorecer el peristaltismo y la síntesis de determinados micronutrientes como la vitamina K o B, la interacción con el sistema inmunitario y sistema nervioso central y su participación en la fermentación de los alimentos. Además, forma parte de la barrera de protección frente a organismos patógenos y tiene capacidad de modular ciertas funciones cerebrales.
No obstante, parece que su papel en el mantenimiento de la salud cada vez está cobrando más importancia dada la aparición de numerosos estudios que relacionan cómo la alteración de la microbiota intestinal o el aumento/disminución de determinadas cepas de bacterias, con el riesgo de desarrollar diferentes enfermedades como la obesidad, síndrome metabólico, diabetes o las enfermedades cardiovasculares(2,3).

Geriatricarea microbiota intestinal
La alteración de la microbiota intestinal se asocia con el riesgo de desarrollar patologías como obesidad, síndrome metabólico, diabetes o enfermedades cardiovasculares

En el anciano, la asociación entre la microbiota y el estado de salud se hace más evidente si cabe, ya que es más habitual que estén inmunológicamente comprometidos. El deterioro de la salud en las personas mayores que se relaciona con el envejecimiento, también se puede relacionar con desequilibrios en la microbiota intestinal.
También hay una asociación clara entre la inflamación, la dieta y la microbiota, por lo que la modulación de esta llevada a cabo con intervenciones dietéticas, ya sea con suplementos o los propios alimentos, podrían promover un envejecimiento más saludable(4).
Estas alteraciones o desequilibrios entre el numero o tipo de colonias bacterianas, reciben el nombre de disbiosis. Es más habitual que este desequilibrio se produzca en el aparato digestivo, aunque puede producirse en cualquier zona que sea hábitat natural de las bacterias en el ser humano, como por ejemplo la piel.
La disbiosis puede ser desencadenada por múltiples factores como la dieta desequilibrada, los antibióticos o el estrés psicológico y manifestarse como síndrome metabólico, alergias, obesidad, diabetes, entre otras(5).
En el anciano, existen varios factores que pueden modificar su microbiota intestinal y por tanto ocasionar desordenes a nivel digestivo y/o sistémico:

  • Problemas de masticación y deglución: La pérdida de piezas dentales o los problemas de disfagia pueden provocar cambios en la dieta. Se tiende a eliminar alimentos que se consideran difíciles de masticar como la carne ó las frutas enteras disminuyéndose así la cantidad de proteínas, vitaminas y fibra; y se aumenta el consumo de otros productos como los zumos y la bollería que son más fáciles de masticar y tragar pero que también aportan a la dieta más cantidad de azucares y grasas.
  • Institucionalización: Cuando el anciano ingresa en un centro residencial o en el hospital, la dieta cambia de un día para otro. El tipo de alimentos y su forma de elaboración, raras veces es igual al régimen que la persona llevaba en su domicilio particular. Esto no quiere decir que cambie a peor, sino que las bacterias que pueblan el intestino del anciano, no son las idóneas para facilitar la digestión de la nueva dieta.
  • Pérdida del gusto y olfato: La peor identificación de los sabores de los alimentos, hace que la persona tienda a decantarse por alimentos más ricos en sal y grasa que son los sabores que percibe con mayor intensidad.
  • Enfermedad y consumo de antibióticos: Especialmente los antibióticos de amplio espectro actúan contra algunos tipos de microorganismos que son beneficiosos para el ser humano, principalmente los que se alojan en el lumen. Al disminuir estas poblaciones, algunos parásitos oportunistas como el Clostridium Difficile pueden encontrar el momento idóneo para hacer su aparición.

Hay muchos factores que influyen para el mantenimiento de una microbiota intestinal saludable. La dieta es un pilar fundamental y el consumo de probióticos y prebióticos deben estar presentes en la alimentación diaria del anciano para prevenir o mejorar la disbiosis intestinal.

  • Probióticos: Los probióticos son microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas aportan beneficios al huésped. Las cepas más estudiadas y que se ha visto pueden aportar beneficios al organismo son las bifidobacterium (adolescentis, animalis, bifidum y longum) y lactobacillus (acidophilus, casei, fermentum, gasseri, johnsonii, paracasei, plantarum, rhamnosus y salivarius). El consumo de estas especies en el marco de una dieta equilibada, aporta beneficios para mantener un tracto digestivo y sistema inmunológico saludable.(6)
    También hemos de tener en consideración, las nuevas líneas de investigación que están aportando resultados positivos para el consumo de probióticos en enfermedades neurogenerativas, como para mejorar el estreñimiento en personas con enfermedad de Parkinson (7) o por los beneficiosos que aportan en el manejo terapéutico de la enfermedad de Alzheimer(8).
  • Prebióticos: Los prebióticos son componentes alimenticios no digeribles que estimulan selectivamente el crecimiento de algunas especies bacterianas que residen en el colon y por lo tanto mejoran la salud del huésped (9). Es fácil hacer la asociación de prebióticos con fibra, pero se ha de tener en cuenta de que no todas las fibras son probióticos, bien porque no resisten el paso por los ácidos del estómago o porque no cumplen con la función de estimular el crecimiento bacteriano. Los fructooligosacáridos, la inulina, oligofructosa, lactulosa y los galactooligosacáridos, entre otros, reciben la categoría de prebióticos ya que son capaces de resistir la acidez gástrica, la hidrólisis y la fementación que se produce en el aparato digestivo(10).

Tanto los probióticos como los prebióticos obtenidos directamente de los alimentos han de tener un lugar importante dentro de una alimentación equilibrada en un individuo sano. Para ello se ha de garantizar una alimentación que incluya lácteos fermentados como el yogur o el kéfir y, en el caso de que se siga una alimentación vegetariana, una opción pueden ser los yogures de soja suplementados con probióticos. Los prebióticos de la dieta, pueden incluirse en cantidad suficiente tomando granos enteros, frutas y vegetales a diario.
En otras ocasiones, pueden ser insuficientes estas medidas dietéticas -sobre todo durante y después del consumo de antibióticos o en periodos de gastroenteritis o enfermedad– cuando se necesita hacer una repoblación rápida del intestino para prevenir colonizaciones oportunistas o para mejorar la sintomatología gastrointestinal. En estos casos, podría ser necesario el tomar suplementos nutricionales a base de probióticos.
Estos suplementos aseguran que las cepas pasen por el estómago y el intestino sin ser dañadas por los ácidos gástricos y aceleran el proceso de repoblación del intestino mejorando el estado de salud del anciano más rápido.
No debemos olvidar, que junto estos suplementos, es imprescindible garantizar un adecuado consumo de prebióticos que garanticen la supervivencia de estas colonias una vez instaladas en el colon.
Parece que, finalmente, la conciencia sobre la microbiota está despertando e incluso la Organización Mundial de la Salud, ya considera que la prescripción de probióticos estaría indicada para ciertos trastornos intestinales, alergias e infecciones urogenitales, tanto en su tratamiento como en su prevención(11). No obstante, se necesitan más estudios que confirmen los hallazgos para el tratamiento y prevención de otras enfermedades como el Parkinson o la enfermedad de Alzheimer.
Bibliografía:

  1. Salud intestinal: somos lo que comemos [Internet]. Gut Microbiota for Health. 2015 [citado 11 de abril de 2017]. Disponible en: http://www.gutmicrobiotaforhealth.com/es/nutricion-microbiota-y-salud-intestinal-somos-lo-que-comemos/
  2. van de Wouw M, Schellekens H, Dinan TG, Cryan JF. Microbiota-Gut-Brain Axis: Modulator of Host Metabolism and Appetite. J Nutr. 29 de marzo de 2017;
  3. Garcia-Rios A, Torres-Peña JD, Perez-Jimenez F, Perez-Martinez P. Gut microbiota: a new marker of cardiovascular disease. Curr Pharm Des. 17 de marzo de 2017;
  4. Claesson MJ, Jeffery IB, Conde S, Power SE, O’Connor EM, Cusack S, et al. Gut microbiota composition correlates with diet and health in the elderly. Nature. 9 de agosto de 2012;488(7410):178-84.
  5. Infografía sobre la disbiosis de la microbiota intestinal [Internet]. Gut Microbiota for Health. 2017 [citado 11 de abril de 2017]. Disponible en: http://www.gutmicrobiotaforhealth.com/es/infografia-sobre-la-disbiosis-de-la-microbiota-intestinal/
  6. Hill C, Guarner F, Reid G, Gibson GR, Merenstein DJ, Pot B, et al. Expert consensus document: The International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics consensus statement on the scope and appropriate use of the term probiotic. Nat Rev Gastroenterol Hepatol. agosto de 2014;11(8):506-14.
  7. Barichella M, Pacchetti C, Bolliri C, Cassani E, Iorio L, Pusani C, et al. Probiotics and prebiotic fiber for constipation associated with Parkinson disease: An RCT. Neurology. 20 de septiembre de 2016;87(12):1274-80.
  8. Bhattacharjee S, Lukiw WJ. Alzheimer’s disease and the microbiome. Front Cell Neurosci [Internet]. 17 de septiembre de 2013 [citado 11 de abril de 2017];7. Disponible en: http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3775450/
  9. Gibson GR, Roberfroid MB. Dietary modulation of the human colonic microbiota: introducing the concept of prebiotics. J Nutr. junio de 1995;125(6):1401-12.
  10. Ooi L-G, Liong M-T. Cholesterol-Lowering Effects of Probiotics and Prebiotics: A Review of in Vivo and in Vitro Findings. Int J Mol Sci. 17 de junio de 2010;11(6):2499-522.
  11. FAO/WHO Expert Consultation. Health and nutritional properties of probiotics in food including powder milk with live lactic acid bacteria. 2001.

geriatricarea Nuria MansillaSobre la autora: Nuria Mansilla Fernández 

Nuria Mansilla es Diplomada en Enfermería, Especialista en Parkinson y Máster en Nutrición y Salud. Tiene amplia experiencia asistencial en el campo de la geriatría como docente y en la elaboración de contenidos divulgativos y formativos. Actualmente es responsable de la redacción y difusión de los blogs sobre alimentación nuriamansilla.com y bjjnutrition.info que compagina con su trabajo como enfermera especialista y gestora de plataformas de apoyo a pacientes.