Hablar sobre la sexualidad en nuestros mayores sigue siendo un tema rodeado de tabús, que aún hoy en día no se trata de manera libre y natural. Los especialistas de Vitalia abordan esta cuestión en este interesante artículo
Nuestra sociedad mantiene arraigado el estereotipo de que nuestros mayores son seres asexuales carentes de emociones, existe la creencia de que la vejez viene asociada a un estado de bajo deseo y a una vida sexual inactiva, pero nada más lejos de la realidad.
La sexualidad comporta una serie de aspectos físicos, psicológicos y afectivos que influyen en la conducta y las relaciones humanas. Va mucho más allá del propio acto sexual, consiste en disfrutar del contacto corporal, de la comunicación, de sentirse querido, de la intimidad emocional y de la necesidad del otro. Debe ser una fuente de placer, no de frustración, presente durante toda nuestra existencia y vivida de manera diferente en cada etapa de la vida.
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No existe un límite cronológico para la sexualidad, sino que pasa por diferentes etapas a lo largo del ciclo vital

Diversos estudios realizados en diferentes países muestran que, en un porcentaje considerable, los mayores de 65 años mantienen una vida sexual activa a partir de esa edad. Estos datos ponen de manifiesto el desconocimiento que existe con respecto a este tema, incluso en el colectivo sanitario.
Generalmente estos datos no se recogenen las Historias Clínicas, se da por supuesto que estamos ante un colectivo sexualmente inactivo, lo que da lugar a incomodidad a la hora de tratar estas cuestiones, desinformación y tendencia a perpetuar esta creencia errónea.
La Sexualidad Geriátrica, según Maslow, viene definida como la “expresión psicológica de emociones y compromiso que requiere la mayor cantidad y calidad de comunicación entre compañeros, en una relación de confianza, amor, compartir y placer, con o sin coito”.
En el anciano, el concepto de sexualidad viene principalmente determinado por la calidad de la relación y no por la cantidad. Así, prima la importancia de las caricias, los besos, los abrazos y la complicidad, en detrimento del número de erecciones o de orgasmos. Por lo tanto, debemos comprender que no existe un límite cronológico para la sexualidad, sino que pasa por diferentes etapas a lo largo del ciclo vital.
El proceso de envejecimiento conlleva una serie de modificaciones fisiológicas que suponen una disminución del metabolismo y de la capacidad de adaptación de cada uno de nuestros órganos y sistemas. Por  ello, es necesario adecuar el comportamiento sexual al nuevo funcionamiento orgánico, con el fin de evitar frustraciones y ansiedades innecesarias, que pueden conducir al cese definitivo de la actividad sexual.
Existe un importante número de factores fisiológicos, hormonales, sociales, patológicos y farmacológicos que interfieren directamente con la sexualidad tal y cómo la conocíamos, y que van apareciendo con el paso de los años.
Además, con la vejez surgen una serie de temores, como el miedo a la soledad o a la incomprensión, y de sensaciones de pérdida, como la de la capacidad reproductiva o la de la posibilidad de tener pareja, inevitables en el ser humano. Sin embargo debemos vencer todos esos obstáculos y vivir esta etapa entendiendo la sexualidad de una manera mucho más amplia, para así alcanzar una vida sexual plenamente satisfactoria y saludable.