Un artículo de Mª Consuelo Vázquez Ruiz de Larrea,
socia de la Delegación SECOT de Álava (Seniors para la Cooperación Técnica

En la actualidad vivimos en una sociedad cada vez con un mayor número de personas mayores -sobre todo mujeres- que desgraciadamente se encuentran solas por obligación. La soledad aparece y es muy difícil salir de ella. Se define como una carencia involuntaria de compañía, que produce sufrimientos físicos, psíquicos y sociales y se caracteriza porque no se desea decirlo ni comunicarlo a nadie, ya que resulta muy negativo tanto para las personas que la sufren como para sus familias.

La soledad no deseada es un sentimiento de vacío existencial que se produce en la vida de cada persona, es un problema real, alarmante para toda la población, que se ha de resolver tanto a nivel individual, como social y comunitario. Poco a poco se va convirtiendo en una epidemia o pandemia de nuestro siglo que se trata de disfrazar para convertirlo en un tema “tabú” y ajeno a nosotros… cuando paradójicamente es la concienciación de dichos valores, de ayuda y atención a nuestros mayores más dependientes, los que enriquecen una sociedad motivada, resiliente y empática.

A la hora de abordar este problema es conveniente considerar que una persona que viva sola no quiere decir que se sienta sola. A priori esta aclaración es necesaria tenerla en cuenta. El fenómeno de la soledad comprende desde emociones hasta procesos cognitivos individuales; incluye a la persona y a la comunidad; engloba variables intrapersonales y culturales; se ve influencia por los comportamientos y/o conductas individuales; está mediatizada por factores externos como el tipo de vivienda y relacionada con la fragilidad y la vulnerabilidad de la cada uno.

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La soledad no deseada es un sentimiento subjetivo, negativo y de sufrimiento que cada persona la vive de manera distinta

Las estadísticas recientes de este mismo año, según Yanguas, apuntan que en España, se estima que hay más de 2,5 millones de ancianos que se sienten solos, constituyendo casi el 40% de los mayores de 65 años. Aproximadamente son el 28,8% de las mujeres mayores y el 14,7% de los hombres los que viven solos. Estos números se incrementarán desgraciadamente en los años venideros.

Según datos publicados en 2018 por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en los últimos seis años el número de hogares unipersonales conformados por personas mayores de 65 años ha crecido casi un 9,30%, siendo el dato actual el más alto registrado. En cuanto a la distribución por sexos, el INE señala que casi un 75,5 % del total son mujeres; 79.500 frente a 27.100 varones. Esto indica que 7 de cada 10 personas que sufren soledad son mujeres.

La soledad es un sentimiento subjetivo, negativo y de sufrimiento, que cada persona la vive de manera distinta, nos acontece y no podemos salir de ella. Puede producirse por múltiples circunstancias o motivos: la viudedad, la muerte de las personas de nuestro entorno, problemas económicos, deterioro de las relaciones familiares o vecinales, cuidado de una persona dependiente, déficits personales, etc. La soledad no deseada supone un gran impacto en la salud: biológica-física, psicológica (mente y afectos)  y social-relacional y, en definitiva, en la calidad de vida de cada persona.

En el ámbito físico: se pueden incrementar los dolores, los déficits sensoriales, la movilidad, las enfermedades coronarias, neurovasculares, musculares, del sistema inmune, empeora la nutrición, mayor riesgo de resfriados, más caídas, pérdidas del equilibrio, catarros, neumonías y gripes (de ahí la importancia de la implantación de las vacunas para esta población), pérdida de la autonomía y en consecuencia mayor vulnerabilidad y dependencia.

En lo que se refiere al ámbito psíquico: se producen sobre todo deterioros cognitivos y/o mentales- pérdidas de memoria, del lenguaje, desorientación espacio-temporal-, más depresiones, aumentan los problemas del sueño, mayor riesgo de padecer Alzheimer u otras demencias.

Todo esto implica un gran cambio a nivel conductual o de comportamiento: mayor riesgo a adicciones (alcohol), trastornos del sueño (insomnio), trastornos alimenticios  como deshidrataciones, pérdidas o incrementos de peso, etc., mayor riesgo de sufrir accidentes domésticos. También se puede generar en algunos casos, un aumento de ideas suicidas y mayor riesgo de morir prematuramente.

En lo que respecta al ámbito socio-relacional: se intensifica un aislamiento y un gran déficit en las interacciones sociales; de ahí la importancia primordial de tener que incrementar las redes de apoyo sociales, para que las personas mayores se sientan queridas y aceptadas.

¿Cómo expresan las personas mayores esta situación de soledad no deseada?

Resulta difícil decir que una persona está sola, cuesta expresar la necesidad de sentirse acompañada, de ser admitida y estimada, de sentirse parte de una familia; casi siempre ocurre que no quieren preocupar por ello a sus familiares diciendo que se sienten desatendidas.

Este tipo de soledad provoca varios y variados sentimientos negativos que además se vivencian con gran intensidad como: apatía, aislamiento, pesimismo, exclusión social, dolor físico y psíquico, tristeza, angustia, confusión mental, debilidad, tensión psicológica, vacío existencial, miedos, desorientación, culpabilidad, etc.

Todo esto genera una sensación de falta de control, impotencia, frustración, malestar, incertidumbre y bloqueo, que cada persona lo vive de manera diferenciada, que le impide la posibilidad de salir de su situación por los propios medios y que además le produce mucha vergüenza el poder pedir apoyo a las personas más próximas. Resulta muy costoso abandonar este aislamiento y silencio personal, buscar salidas, reconocer la propia soledad, encontrar otros lugares y espacios fuera del hogar para relacionarse y tener la fuerza suficiente para lograrlo.

En esta etapa de la vejez es también cuando se producen varias pérdidas significativas de las personas queridas, se tienen más problemas de salud, invalidez, dependencia y todo esto se vive con más miedo al no contar con las atenciones necesarios. Por eso es preciso atreverse y animarse a dar el primer paso, apoyarse en alguien, buscar alguna actividad que guste, distraiga y que ayude a salir de uno mismo. Se puede pedir apoyo a asociaciones de personas mayores, a instituciones, a vecinos, etc.

¿Cómo podemos solucionar esta problemática individual y  social?

Contamos con la posibilidad de prevenir la soledad si ponemos en marcha los programas de Envejecimiento Activo para las personas mayores. Las acciones encaminas a favorecer el envejecimiento activo en esta población específica supone prevenir la enfermedad, la discapacidad y mejorar la calidad de vida en la vejez en los tres ámbitos de desarrollo que hemos mencionado: el físico, el psíquico y el socio-relacional.

Si intervenimos y actuamos en esos tres niveles y preparamos a los adultos mayores para que sus jubilaciones sean activas y participativas, tendremos la posibilidad de minimizar una gran parte de su soledad. Combatiremos el aislamiento físico, psíquico y social, favoreceremos su resiliencia, el apoyo social y la autoestima personal, además de ayudarles a desarrollar las emociones positivas y/o la inteligencia emocional que tan difícil es conseguirlo. Resulta imprescindible para lograr este objetivo que tengamos como meta una concienciación comunitaria y social.

En esta línea del Envejecimiento Activo, la Asociación SECOT de  Álava (Seniors para la Cooperación Técnica) está levando a cabo un programa de sensibilización y/o concienciación en la ciudad de Vitoria-Gasteiz, a través de distintas empresas e instituciones públicas y privadas. El objetivo es informar a todas las personas que se jubilan, ofreciéndoles actividades a realizar y orientándoles para que vivencien este periodo de forma positiva. Se pretende que esta nueva etapa de la vida sea experimentada con optimismo y sobre todo se aportan sugerencias para poder incrementar mejor la posibilidad de buscar redes de apoyo sociales, que eviten el aislamiento y la temida soledad.

En estos momentos en todas las comunidades autónomas se están haciendo campañas de sensibilización ciudadana para aminorar la soledad. En algunas, como Euskadi y en concreto en Vizcaya, se están implementando varias iniciativas. Con el lema de “Invisible Soledad” se pretende la creación de una red para la detección de personas aisladas, un observatorio de personas mayores de 80 años, la implantación de servicios de atención personalizada y una escuela de prevención de la soledad.

En  Vitoria-Gasteiz también se apuesta por el envejecimiento activo de su ciudadanía. Desde 2011 la ciudad pertenece a la red mundial de ciudades amigables con las personas mayores. Este es un proyecto liderado por la Organización Mundial de la Salud, que entiende que una ciudad amigable con los adultos mayores, deberá estar diseñada para apoyarles y hacer que permanezcan activos, vivan con seguridad, gocen de buena salud y participen en la vida comunitaria. Esta idea se ha adaptado con el nombre de Activa tu Barrio y ha sido implementada por el Ayuntamiento de la ciudad a través de una entidad privada, que está llevando a cabo esta experiencia en tres centros socioculturales de mayores con muy buenos resultados.

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La soledad no deseada se puede prevenir con la puesta en marcha de programas de envejecimiento activo para personas mayores

Resumiendo, tanto las instituciones públicas, administraciones, organizaciones, empresas privadas, asociaciones de mayores, fundaciones, amigos de los mayores, profesionales de todas las disciplinas científicas -sobre todo psicopedagogos- deberán hacer un esfuerzo para preparar e intensificar en todos los ciudadanos mayores solos: el desarrollo socio-emocional, mejorar el poder de la comunicación, fomentar el apoyo y la ayuda mutua de todas las redes sociales posibles. Este es un reto y un desafío pendiente que la sociedad tiene para nuestros mayores,

Hay algunas experiencias positivas de programas de intervención ya realizados con: terapia asistida con animales, hortoterapia, actividades de ejercicio físico, fomento de relaciones sociales, terapias de humor, mascotas, robots, los propios vecinos, los amigos de los mayores, los barrios amigables, las ciudades cuidadoras, la escalera, las redes amigas, la teleasistencia, las vídeollamadas, el teléfono amigo, etc. Pero para que todo esto tenga efecto y llegue a más mayores, es necesario disponer de más recursos administrativos  y profesionales preparados.

Mención especial en la atención a las personas mayores solas es la labor tan primordial que realizan las personas Voluntarias a la hora de acompañar, apoyar, ayudar en: la movilidad, en las actividades básicas de la vida diaria, favoreciendo la comunicación, haciendo la vida más agradable y feliz a los adultos mayores que están aislados, mejorando su calidad de vida y fomentando las relaciones sociales. Ayudar a otros es una fuente de felicidad, nos hace sentirnos bien y nos enriquece. Que todos los ciudadanos podamos decir esta frase que ya la han promulgado otros estudiosos en el tema “Solo tengo aquello que he dado”.

Nota: Este artículo refleja la opinión de la autora. En ningún caso debe entenderse como el sentir formal de Secot-Álava.