Un artículo de Andrés Navarro,
Neuropsicólogo de la Fundación Alzheimer España (FAE)

De entre todo lo que la Enfermedad de Alzheimer (EA) entraña, enfrentarse a los cambios en la forma de ser y de comportarse de nuestro ser querido es, sin duda, uno de los procesos más duros de sobrellevar. No en vano, de la EA se dice que es la “enfermedad de los dos duelos”, puesto que además del duelo por el fallecimiento, tras la última de las fases, de nuestro ser querido, contemplar cómo su personalidad -aquello que le hace ser quien es- se desvanece o se modifica supone el primer batacazo contra la realidad de estar perdiendo, poco a poco, a nuestro familiar.

Y es que la EA produce la muerte de las células cerebrales o neuronas, lo que repercute en el funcionamiento del cerebro, y este, al trabajar cada vez peor, no puede sino causar que la persona afectada cambie su conducta. Estos cambios son complicados de comprender y, sobre todo, de abordar; por ello, desde Fundación Alzheimer España (FAE) ofrecemos aquí información y consejos sobre esta cuestión, para que en la labor de manejo de estos cambios el familiar se sienta acompañado y provisto de herramientas.

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La persona afectada por la Enfermedad de Alzheimer experimenta cambios en su conducta que son complicados de comprender y, sobre todo, de abordar

Algunos de los cambios más típicos, tanto de conducta como de personalidad, que puede observarse en una persona con Enfermedad de Alzheimer son:

  • Descuido por la higiene y la apariencia personal.
  • Enfados, preocupaciones, agitación o ansiedad de manera más frecuente que antes.
  • Confusiones debido a problemas en la comprensión de lo que ve o escucha.
  • Esconder objetos o creer que otras personas los están escondiendo.
  • Pérdida de interés por las cosas, apatía y decaimiento anímico.
  • Alteraciones de la percepción, como delirios o imaginar cosas que realmente no están ahí.
  • Conductas sexuales desinhibidas.
  • Escapismo y pérdida en el exterior del hogar por desorientación.
  • Conductas agresivas, hacia uno mismo o hacia los demás.
  • Deambular por el hogar sin una finalidad o destino aparentes.

Pero no todos los cambios observables en conducta y personalidad son achacables a la lesión del cerebro; existe una gran cantidad de factores influyentes que, una vez conocidos y controlados, pueden contribuir a prevenir y tratar alteraciones no deseadas en personalidad o comportamiento:

  • Sentimientos y emociones que, en general, no termina de comprender (tristeza, estrés, miedo, ansiedad, confusión, etc.).
  • Falta de sueño.
  • Algunas medicaciones.
  • Causas físicas, como molestias, dolor, sed, hambre, etc.
  • Dificultades perceptivas (problemas de visión o audición).
  • Enfermedades y otros asuntos relacionados con la salud, como infecciones o estreñimiento.

Además de lo mencionado, existen otros elementos que en muchos casos pueden jugar un importante papel en la variación de la personalidad y la conducta, como un exceso de ruido o temperatura en el ambiente, demasiada información que recibir y procesar, estar rodeado de gran cantidad de personas, etc. Incluso hay algunos elementos que, a primera vista, no nos harían pensar que podrían derivar en un problema, como lo es el pasar de un tipo de suelo a otro (que puede hacer creer a la persona con EA que debe detenerse), reconocimientos erróneos al verse en el espejo, o cambios en la decoración del hogar que generan confusión y desorientación.

Si el familiar presenta evidentes alteraciones de personalidad o conducta, y no se logra hallar una causa directa, lo aconsejable es contactar con el profesional sanitario de referencia.

La realidad del asunto es que resulta harto difícil lograr modificar conductas o rasgos de personalidad de una persona con EA cuando dichas alteraciones responden a síntomas de la propia enfermedad. Sin embargo, sí hay ciertos consejos o pautas que familiares y cuidadores pueden seguir para lidiar mejor, y con la menor disrupción posible, con estos problemas:

  • Tratar de hacer que todo resulte sencillo y comprensible. Cuando hables, di solo una cosa cada vez.
  • Establecer rutinas diarias, para que los acontecimientos del día sean predecibles.
  • Pedir ayuda a la persona para tareas sencillas, y así mantenerle ocupada (como “vamos a poner la mesa”, o “ayúdame a plegar la ropa”).
  • Evita tratar de razonar o discutir.
  • No dejar de calmar a tu ser querido y reconfortarle diciéndole que está seguro, que todo está bien, y que tú estás siempre para ayudar.
  • Intenta resaltar más los sentimientos de tu familiar que sus palabras (p. ej., “Hoy pareces triste”, en lugar de, “Hoy solo hablas de cosas negativas”).
  • Emplea el humor y el cariño siempre que puedas.
  • Trata de no hacer evidente tu frustración o tu rabia; si lo necesitas, has una pausa, respira, y cuenta hasta 10 antes de volver a la situación que te ha generado el malestar.
  • Cuando sea necesario, y también de forma habitual, mantén a tu familiar distraído con música y temas relacionados (como cantar, bailar, etc.).
  • Asegúrate de que tu ser querido bebe el suficiente líquido y se nutre bien.
  • Si tu familiar suele caminar de manera errática, asegúrate de que el hogar es un sitio seguro para caminar, sin obstáculos ni riesgos.

Aun teniendo en cuenta estos consejos generales, cuando presencies alteraciones tales como depresión, agitación intensa, alucinaciones, o agresividad, se debe consultar con el médico responsable para valorar la posibilidad de abordar el problema.

Ante dudas, o si se desea recibir asesoramiento sobre temas de conducta y personalidad, pueden también contar con los profesionales de la FAE que, en base a su experiencia, podrán ofrecer pautas adaptadas a cada caso particular.