El 28 de febrero de 2020 se declaró el primer brote en un centro residencial, oficialmente, en España. Dos años es tiempo más que suficiente para extraer conclusiones y tratar entre todos de elaborar una respuesta colectiva, inteligente y solidaria a una crisis mundial que ha puesto en el ojo del huracán al sector asistencial de las personas mayores y ha revelado la importancia capital de cuidar a las personas más vulnerables.
Con esta carta, en nombre del Círculo Empresarial de Atención a la Dependencia (CEAPs) que presido, me dirijo al presidente del Gobierno para reivindicar, una vez más, el papel decisivo que ha desempeñado el sector de atención a las personas.
Nuestro trabajo ha sido incansable durante las seis oleadas que nos han azotado, con miles de contagios y de defunciones. Pero, lejos de sentir el respaldo, en incontables ocasiones nos hemos visto abandonados en una situación tan grave e incluso culpabilizados en medio de una crisis sanitaria sin precedentes que excedía nuestra responsabilidad.
24 meses de Covid-19, se dice pronto, donde el sector ha dado la cara y no se ha escondido. No solo ha cuidado de nuestras personas mayores en el peor momento, sino que las ha tratado de proteger. Y todo ha sido posible gracias a la lección de compromiso y de responsabilidad que han mostrado los profesionales. Cada uno de ellos se ha dejado la piel, el aliento. Han trabajado hasta la extenuación porque sabían que el futuro de esas personas a las que cuidan estaba en sus manos. Eran conscientes de las consecuencias de dejar de lado a los más vulnerables.
Hablo de todo un colectivo, formado por más de 260.000 profesionales, que trabaja en las residencias de mayores, también en los centros de día, los servicios de ayuda a domicilio, la teleasistencia y en el resto de recursos asistenciales. Y en ese todo nos encontramos, del primero al último, con gerocultores, enfermeras, médicos, fisioterapeutas, educadores sociales, trabajadores sociales, psicólogos, terapeutas ocupaciones, cocineros, limpiadores, personal de mantenimiento, de lavandería o de administración, directoras…. Lo han dado todo desde la primera línea.
Han demostrado, sin ambages, que son esenciales en nuestro país. Y lo son porque de ellos depende la vida de las personas mayores con Dependencia. No quieren palmaditas en la espalda, quieren que se haga justicia, se dignifique su profesión, se reconozca explícitamente su trabajo, se les visibilice y se les valore como lo que son: esenciales.
Desgraciadamente, pese a las buenas palabras, las trabajadoras y trabajadores de los recursos asistenciales de mayores no son considerados esenciales por parte de la administración. Prueba de que no cuenta con tal reconocimiento es que ni siquiera el personal de atención directa de las residencias ha tenido prioridad a la hora de realizarse test de diagnóstico rápido. Han tenido que seguir el mismo protocolo que el resto de ciudadanos, obviando que de ellos dependía la salud de miles de personas.
Por todo ello, en nombre del sector de atención a las personas mayores en situación de Dependencia en España, reclamo una transformación real y pido que el Gobierno reconozca como esencial la actividad de las trabajadores y trabajadores de los recursos asistenciales de mayores.
Aprovechemos todo el aprendizaje que nos ha dejado, por desgracia, la pandemia y reconozcamos que los profesionales que cuidan de las personas en los últimos momentos de su vida son imprescindibles para cualquier sociedad que se considere avanzada. No repitamos, en previsión de futuras oleadas, los mismos errores. Demos su lugar a las personas que nos cuidan cuando ya no podemos hacerlo por nuestros propios medios.