Un artículo de Sanitas Mayores

El incremento de la esperanza de vida ha dado lugar a un envejecimiento notable de la población en nuestro país y, junto a ello, a un aumento de la morbilidad y la cronificación de enfermedades. Este hecho requiere una atención médica continuada y personalizada para evitar caer en prácticas farmacológicas que, aunque en ocasiones son adecuadas y necesarias, también presentan matices que no hay que pasar por alto.

Según datos del Ministerio de Sanidad, el 16,2% de las personas mayores de 65 años están polimedicadas, es decir, consumen 6 o más fármacos durante al menos 6 meses. Los mayores son un grupo poblacional de especial complejidad en lo que respecta al cuidado sanitario y, precisamente por ello, debemos prestar mucha más atención a su salud y bienestar, analizando cada caso concreto y valorando la idoneidad de los tratamientos para reducir al máximo la prescripción farmacológica.

En este sentido, la polimedicación presenta numerosos retos que debemos afrontar. Entre ellos encontramos problemas de adherencia a los tratamientos, al darse incumplimientos involuntarios por parte del paciente en lo que respecta a las dosis; la combinación, a veces innecesaria, de tratamientos prescritos de forma independiente por parte de varios especialistas a raíz de la falta de información que el paciente no es capaz o no se acuerda de dar; o la superposición de tratamientos por la incomprensión del paciente sobre las instrucciones del facultativo.

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El 16,2% de las personas mayores de 65 años están polimedicadas

Asimismo, los datos arrojan un escenario aún más preocupante y es que al 6% de los mayores de 65 años se les dispensó al menos un envase de benzodiacepinas durante el año. La prescripción de psicotrópicos es mucho más habitual de lo deseable entre las personas mayores y se da por una conjunción de factores emocionales y físicos que, la mayoría de las veces, se encuentran muy relacionados.

Aquellas personas que padecen varias enfermedades crónicas que repercuten en una peor calidad de vida pueden desencadenar alteraciones psicológicas que llevan a la prescripción de este tipo de fármacos. De igual manera, estos medicamentos son los más utilizados en España con fines restrictivos en pacientes con demencia, generalmente para evitar conductas desafiantes. Sin embargo, este tipo de situaciones pueden y deben abordarse con otro enfoque.

Por ello, es necesario un uso racional y controlado de los psicofármacos para mejorar la salud, la socialización y bienestar de los mayores. De este compromiso de Sanitas Mayores nace un estudio en colaboración con el Dartmouth Institute for Health Policy and Clinical Practice, de la Universidad de Dartmouth, con el que se demostró la importancia del uso individualizado y pautado de benzodiacepinas y antipsicóticos en el cuidado de los residentes.

Los resultados confirman que un mayor control y una adecuada prescripción de estos fármacos deriva en una reducción en el registro de caídas, un menor número de lesiones graves asociadas y una disminución de los efectos secundarios asociados al consumo de psicotrópicos, como somnolencia o efectos cardiovasculares, así como los posibles efectos nocivos cuando se combinan con otros medicamentos que puede provocar una potenciación, reacciones cruzadas o sobremedicación.

Con estas conclusiones, se debe perseguir la concienciación al sector sobre la necesidad de racionalizar el uso de fármacos como sujeciones químicas. Esto pasa por reducir el uso inapropiado de esta medicación, medir con mayor precisión las dosis, conocer las cantidades mínimas efectivas para esta clase de medicamentos y reevaluar de forma constante las necesidades de los pacientes.

Para lograrlo es imprescindible contar con la colaboración tanto de las autoridades sanitarias, implementando sistemas de control en torno al uso de fármacos en las residencias, como de los propios centros de mayores, que deben proveer el mejor cuidado de una forma ética y socialmente responsable.

Porque cuando se trata de cuidar de los mayores necesitamos adoptar una visión completa y personalizada que no solo se limite al estado físico, sino que garantice también el bienestar integral pues la salud es, al fin y al cabo, uno de los derechos humanos más importantes.